Profesionales de empresa pública, un referente
Juan José Planes sugiere dejar los prejuicios a la hora de valorar a los directivos del sector público. æpermil;l lo ha hecho y ha encontrado empleados motivados, críticos con su organización, pero orgullosos de pertenecer a ella.
En mis más de 25 años como consultor de alta dirección, especializado en la búsqueda de directivos y en coaching organizativo, no ha dejado de sorprenderme la falta de conocimiento que tenemos en nuestro país sobre la excelencia de muchas de las empresas públicas de nuestro entorno inmediato.
En un país en el que el tópico es moneda corriente y donde los a priori suelen nublarnos la vista, existe la falsa idea de que empresa pública es sinónimo de ineficiencia, de burocracia y de inmovilismo y de que el hecho de que muchas de ellas no estén orientadas a aportar beneficios a sus accionistas es causa de no tener en sus filas a buenos profesionales preocupados por los resultados empresariales y atentos a todo lo que supone mejora continua, innovación y, en muchos casos, creatividad en la gestión empresarial.
Y nada más alejado de la realidad. Puedo asegurar que, cada vez más, la empresa pública se está preocupando por tener a competentes profesionales, a excelentes gestores en los puestos clave de las mismas: profesionales con un elevado nivel de capacitación profesional, con probadas dotes de liderazgo de equipos y proyectos y preocupados por conseguir algo tan difícil como la satisfacción del cliente; algo mucho más complejo que la mera consecución del dividendo, porque el nivel de exigencia de calidad de servicio al que todos los ciudadanos aspiramos no tiene límites y no sabe de las inversiones necesarias para conseguirlo, mientras que el accionista sí tiene en la cabeza el correcto balance entre inversión y resultado.
Existe la falsa idea de que la empresa pública es sinónimo de ineficiencia, de burocracia y de inmovilismo
Además, las decisiones, buenas o malas, en las empresas públicas, y sus consecuencias, tienen una visibilidad y un impacto muchas veces mayor que el que tienen en la empresa privada, que se mueve en entornos más particulares y cercanos y con repercusiones mucho menos mediáticas. Todos esperamos que, en la empresa pública, se haga una correcta gestión de los fondos públicos y que aquellos que los administran lo hagan con rigor, profesionalidad y cumpliendo con los objetivos de servicio para los que fueron creadas. Les exigimos una infalibilidad que no siempre exigimos a las empresas privadas.
He conocido en la empresa pública a profesionales de altísima cualificación. Son directivos y mandos que impulsan programas de cambio organizativo, que fomentan la participación, que alimentan la innovación, que aplican sistemas de gestión complejos y que ponen en marcha herramientas tan novedosas que, incluso para algunas empresas privadas, parecerían todavía ciencia ficción.
He podido comprobar cómo, muchas de ellas, practican de forma rigurosa la evaluación de sus profesionales, tienen sistemas de objetivos complejos, implementan herramientas de control de alta definición, se preocupan por conocer de forma constante la satisfacción de sus empleados y de sus clientes, se cuestionan de forma permanente modelos organizativos y están al día de todo lo que supone procesos de mejora continua. Y en muchos casos gestionan de forma mucho más efectiva la generación de compromiso, algo que en muchas empresas privadas ha desaparecido.
Y en este punto me gustaría hacer una reflexión. Es esa capacidad de compromiso con el proyecto y la empresa uno de los diferenciales más importantes entre un mundo y otro. Veo muchos días a gente extraordinariamente capaz trabajando para empresas privadas pero con muy poca vinculación con la compañía para la que trabajan, estableciendo relaciones muy cortoplacistas con sus empleadores y con cierta falta, a veces, de alineación con los valores de la empresa; relaciones muy contingentes y, aunque sea un calificativo algo duro, muy mercantilistas.
En cambio, en muchas de las empresas públicas existe como un hilo conductor motivacional que va más allá de este mercantilismo y quizá se denota una mayor motivación trascendente por lo que la gente hace. Sus marcos de relación, más estables, más flexibles, me atrevería a decir que incluso más respetuosos, generan directivos que sienten una gran satisfacción personal por lo que hacen y tiene un fuerte orgullo de pertenencia, incluso cuando se muestran críticos con sus organizaciones.
Creo que en un mundo donde el benchmarking es del todo imprescindible y donde siempre hay que estar dispuesto a aprender de nuestro entorno, sugerir a las empresas de capital privado un acercamiento al conocimiento de las empresas públicas puede abrir las puertas a prácticas en la gestión, sobre todo de personas, mucho más motivadoras, mucho más sólidas, donde los incentivos están más allá de los aspectos retributivos y el grado de compromiso organizativo establece lazos más fuertes, con el consecuente incremento de resultados en cuanto al aprovechamiento de las capacidades directivas se refiere.
Sugiero que tengamos la mente abierta y veamos las cosas desde la propia y directa percepción y dejemos de lado los prejuicios que no ayudan a valorar las cosas en su justo punto.
Juan José Planes.Presidente del grupo Konsac