La UE debe poner manos a la obra
La burbuja inmobiliaria y financiera inflada durante años en EE UU, que abrió las primeras fisuras en febrero de 2007 y explotó el verano pasado, consume cada día nuevos episodios, buscando una solución definitiva que no llega. Atenazado por una recesión que ya no discute casi nadie, y tras haber quemado en primeros auxilios sus mejores cartuchos, con bajadas severas de los tipos de interés sin obtener el control, ni por asomo, de la inflación, Ben Bernanke sigue presionando a la banca.
Su interés principal es que aflore cuanto antes el estado real de los bancos para que funcionen los mercados a velocidad de crucero y hagan operaciones al precio que tengan que hacerlas. Tras advertir la semana pasada sobre la posibilidad de que la banca pequeña y recién llegada al mercado podía registrar quiebras, ahora pide provisión preventiva de crédito dudoso y rebaja efectiva del capital prestado hasta su valor real, allí donde haya morosidad y pérdida de valor de la garantía real, para mantener un flujo de liquidez, aunque suponga una renuncia patrimonial. En definitiva, renunciar a una parte para no perderlo todo.
En Europa hasta ahora han aflorado reajustes importantes de activos en la banca suiza, alemana, británica y francesa. Pero la crisis financiera mundial está afectando ya a la economía real, según el comisario Joaquín Almunia. La primera cumbre convocada por Gordon Brown hace unas semanas ha surtido efecto, pero no ha sido definitiva. La banca puede estar limpia; pero el mercado se ha secado y está paralizando el crédito y poniendo contra las cuerdas a la actividad corporativa en sectores muy delicados, especialmente aquellos dependientes de la financiación ajena.
La sombra de la crisis estadounidense ha llegado ya a Europa. Es urgente poner manos a la obra para neutralizarla. Cada responsable económico debe hacer su trabajo con transparencia, celeridad y rigor. Vigilar la inflación, liberalizar los mercados y facilitar el crédito son cuestiones previas para el regreso de la confianza, madre de la inversión y el consumo.