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Columna
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El Patrimonio y el céntimo

Los dos principales partidos contendientes a las elecciones del 9 de marzo, PSOE y PP, parecen haber encontrado en el tema fiscal un filón para ganar votos, según el autor. Analiza especialmente la oferta de Zapatero de suprimir el impuesto de patrimonio

Se aproximan las elecciones generales y entramos en época de ofertas multiplicadas a los electores que han de depositar su preciada papeleta en las urnas del 9 de marzo. Los partidos constituyen equipos de expertos para redactar los programas y se adornan con la ayuda de nombres de prestancia, premios Nobel, figuras de la economía o de la lucha contra el cambio climático.

En la cuarta página de El País de ayer la politóloga Belén Barreiro sostiene que 'el centro decide las elecciones' y asegura que 'el PSOE ganará si unos dos millones de ciudadanos moderados castigan la estrategia de la crispación de un PP más próximo a los neocon estadounidenses que a los conservadores británicos'. Para nuestra autora 'el abstencionismo se nutre de la izquierda pero también del centro y ciudadanos sin ideología'.

Otra escuela de pensamiento sitúa la clave de la victoria socialista en su capacidad de fidelizar a la 'izquierda volátil', cuya presencia inesperada en las urnas del 14 de marzo de 2004 resultó decisiva. En esas coordenadas anidan los jóvenes que tienen por lo general hábitos de participación muy débiles y que hacen gala de un escepticismo precoz e indiferenciado que sólo vencen bajo estímulos fuertes que les sirvan de reactivos. Hay todavía una tercera escuela que se inclina a pronosticar la victoria para quien mejor cultive su perfil más diferenciado y dibuje el antagonismo más radical frente a sus competidores relevantes. En las posiciones más opuestas figuran pues los que patrocinan el método de la convergencia hacia el centro y los que recomiendan abundar en las diferencias.

En todo caso, parecería que viviéramos momentos en los que lo urgente impidiera considerar lo importante o, como repetía Carlos Luis Álvarez Cándido, en los que la actualidad enmascarara la realidad. Con el paso de los días los líderes se sienten arrastrados por los compromisos de sus agendas, que les emplazan conforme a una cadencia cada vez más acelerada ante auditorios definidos por intereses sectoriales o territoriales. El tiempo nos devora y para abrirse paso hasta la primera página o convertirse en apertura de los informativos de la radio y de la televisión sus asesores les recomiendan formular anuncios con capacidad de penetración suficiente para remover la anestesia ambiental.

Dispuestos los dos contendientes principales, PSOE y PP, a deleitar al público, parecen haber encontrado un filón inacabable en la promesa de regalos fiscales como premio al voto que solicitan si ganaran las elecciones del 9 de marzo. Vienen cargados como los Reyes Magos llegaron al portal de Belén. Primero fue el líder del PP, Mariano Rajoy, eximiendo de pagar el impuesto de la renta de las personas físicas (IRPF) a todos aquellos cuyos ingresos fueran menores o iguales a 16.000 euros anuales. O sea, demostrando una predilección por quienes obtienen las rentas más bajas del trabajo. Enseguida la propuesta fue descalificada por las autoridades del Ministerio de Hacienda. Pero la réplica del presidente Zapatero fue anunciar la supresión del impuesto sobre el patrimonio. La iniciativa fue lanzada en un mitin sin mayores argumentos. Falta saber si esa supresión trae causa de algún estudio serio con el visto bueno de Solbes, fuera de las milagrerías que surgieron para la atención médico bucal, los pisos para todos en Andalucía o los dos mil euros por nacimiento, que nos alegraron antes y después de la vuelta de las vacaciones.

Por el momento el despliegue argumental para defender la oferta de Zapatero ha quedado a cargo de la oficina de prensa del PSOE para la cual el impuesto de patrimonio es injusto porque grava los bienes ahorrados, tiene un tratamiento desigual según las comunidades autónomas y lo eluden los patrimonios más altos. Además el impuesto de patrimonio se declara obsoleto según acredita la tendencia en otros países de la UE. Queda por saber de dónde saldrá lo que con esa supresión dejará de recaudarse. Está en el aire por ejemplo la propuesta del céntimo que gravaría el precio de los combustibles con destino a la lucha contra el cambio climático, una línea peligrosísima, cuando llega corriendo por la banda el presidente del Consejo Superior de Cámaras para pedir otra rebaja de impuestos directos a compensar mediante el incremento del IVA. Lo mejor del caso es la buena acogida que el público de a pié, que nunca descarta llegar a enriquecerse, brinda a estas ventajas destinadas a hacer la vida más agradable a los afortunados.

Miguel Angel Aguilar, Periodista

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