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Tribuna
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Prisionerosdel petróleo

El aumento del precio del petróleo, que ha subido de 9 dólares el barril en 1999 a cerca de 100 dólares en 2007, es uno de las grandes factores de inestabilidad para la economía mundial ya que está contribuyendo a las tensiones inflacionistas y está limitando el margen de maniobra de los bancos centrales para reducir los tipos de interés. Esto es particularmente preocupante en un momento en que la crisis crediticia causada por las subprime está teniendo efectos negativos sobre el consumo y la disponibilidad de crédito en países como EE UU, que pueden arrastrar a las economías de otros países.

La subida de los precios viene marcada por las incertidumbres que rodean a países productores como Irak o Irán, y por la caída dramática del exceso de capacidad de los países productores que ha bajado a niveles históricos mínimos ­menos de un millón de barriles diarios (b/d)­. Sin embargo, no parece que ésta sea una subida de precios temporal ya que está siendo también causada por el aumento de la demanda, particularmente acusada en los países en desarrollo, como China e India, que están creciendo espectacularmente en los últimos años y que se espera continúen creciendo y aumentando su consumo de petróleo en las próximas décadas. La Agencia Internacional de la Energía ha estimado que el consumo aumentará de los 85 millones de barriles diarios actual a 116,3 millones b/d en 2030. Al mismo tiempo, es importante resaltar que la subida de los precios se produce también como consecuencia de los conflictos que han tenido lugar en otros dos grandes productores de la OPEP, como Nigeria y Venezuela. Este último es un caso interesante que muestra cómo la intervención política puede dañar la producción. El presidente venezolano Hugo Chávez se ha convertido en un gran defensor de la corriente nacionalizadora de los recursos nacionales que se ha apoderado de otros países latinoamericanos, como Bolivia o Ecuador. Y ello pese a la evidencia histórica (con notables excepciones, como Noruega) que muestra que las nacionalizaciones y las intervenciones políticas no garantizan mayor producción ni mejor rendimiento.

La industria petrolera fue nacionalizada en Venezuela por el presidente Carlos Andrés Pérez en 1976 para aprovechar el aumento de los precios (de 2 dólares en 1973 a 12 dólares en 1974). Paradójicamente, esta decisión no produjo el efecto deseado. Al contrario, otros estudios muestran que antes de la nacionalización el Gobierno recibía 80 céntimos por cada dólar de petróleo exportado, y a principios de los noventa esa cantidad se había reducido a la mitad debido a la decisión de los gestores de la empresa de reinvertir masivamente en la empresa para poder seguir aumentando la producción. Los resultados fueron espectaculares para PDVSA, pero no tanto para el país, con un 20,3% de la población viviendo en extrema pobreza en 1998. La llegada de Chávez al poder llevó a un giro radical de esta estrategia. Tras una huelga de los gestores de la compañía en 2002, Chávez despidió a 18.000 trabajadores y los reemplazó por nuevos empleados, que en su gran mayoría carecían de experiencia en el sector. Con esta medida se garantizó el control de los beneficios de la compañía, que está utilizando para financiar sus políticas sociales (el año pasado, PDVSA contribuyó con 35.000 millones de dólares a las arcas públicas). Sin embargo, este giro estratégico ha tenido efectos negativos en la producción, que se ha reducido de 3,3 millones de barriles en 1997 a 2,4 en 2006, ya que la empresa no ha invertido suficiente.

El gran reto para Chávez, y para los otros países productores, va ser cómo aumentar las inversiones para poder responder al aumento de la demanda. En algunos casos esto ya se está produciendo. El reconocimiento por parte de algunos de los países productores de que los altos precios del petróleo pueden dañar la demanda en el futuro les está llevando a invertir masivamente para aumentar la producción y poder garantizar la oferta de petróleo a precios que no dañen a las economías de los países compradores. Arabia Saudí, que tiene un 25% de las reservas mundiales, está llevando a cabo inversiones para poder aumentar la producción en 1,2 millones b/d en 2009 (el equivalente de la producción actual de Kuwait). El gran problema es que estas inversiones llevarán tiempo y que la capacidad de inversión en otros países, como Irak, es limitada. En definitiva, no hay factores a corto plazo que apunten a una caída de los precios del petróleo. Por ello es de esperar que por fin los Gobiernos actúen decisivamente en la búsqueda de fuentes alternativas de energía que ponga fin a la dependencia en el petróleo (y en países de gran inestabilidad) y que al mismo tiempo contribuyan a solucionar el problema del calentamiento global. Mucho está en juego.

Sebastián Royo. Decano en la Universidad de Suffolk en Boston, director de su campus en Madrid y codirector del seminario de Estudios Ibéricos de Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard

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