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Tribuna
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El dedo del Rey: mucho ruido y pocas nueces

REPERCUSIONES DE LA CUMBRE IBEROAMERICANA. Los autores analizan la política exterior española y las consecuencias que para las relaciones económicas con Iberoamérica pueden tener las tensiones surgidas en la reunión de jefes de Estado y de Gobierno celebrada en Santiago de Chile

A la luz de todo lo que ha pasado este último fin de semana durante la XVII Cumbre Iberoamericana en Santiago de Chile se pueden decir muchas cosas. En primer lugar, la cumbre ha producido un balance por lo menos tan positivo como en ocasiones anteriores, con acuerdos importantes logrados en el terreno de la cohesión social, el agua potable y, en particular, con el reconocimiento mutuo entre todos los países miembros de la cumbre de las cotizaciones a la Seguridad Social de los inmigrantes (tanto en sus países de origen como en los de acogida). Si se registró un fracaso, tendría que ser el de no lograr una resolución al impasse entre Argentina y Uruguay en el espinoso asunto de las papeleras.

Respecto a la polémica sobre las retóricas cruzadas entre Hugo Chávez y Daniel Ortega, por un lado, y José Luis Rodríguez Zapatero y el rey Juan Carlos I, por otro, durante la penúltima sesión de la cumbre y su clausura, también se puede decir algo.

El presidente Zapatero hizo bien en insistir en el respetuoso trato formal entre jefes de Gobierno y Estado democráticamente elegidos, al margen de su color político o la naturaleza de sus posiciones y opiniones. También hizo bien el Rey en demostrar que su papel (histórico y actual) de presidir debates entre contrincantes incluye la obligación de insistir en que se mantengan las formas (sobre ellas, en parte, se construyó la transición española, al fin y al cabo). Incluso el mismo Aznar hizo bien en llamarles para expresar su agradecimiento, y haría bien en mostrar de ahora en adelante el mismo respeto mínimo que ha exigido Zapatero en su nombre -por lo menos hacia el propio Zapatero, si no hacia Chávez-. Finalmente, el ministro Moratinos también ha hecho bien en señalar que este incidente diplomático será efímero, en todos los sentidos. Los representantes del Estado español han cumplido con su deber de forma admirable.

¿Pero podemos decir, también, que -como resultado de este episodio diplomático- las relaciones políticas entre España y Chávez y sus amigos en el Caribe y la zona andina van a deteriorarse tanto que afecten negativamente a las relaciones económicas bilaterales? Aunque todos, estimulados por los medios, se preguntan ahora si el emotivo dedo del Rey apuntando a Chávez va a afectar a los intereses económicos de España en América Latina, yo tendría que contestar, sencillamente, que no.

En primer lugar, las relaciones económicas casi nunca responden a los vaivenes de las relaciones políticas bilaterales, particularmente en sus formas más superficiales. La misma preocupación fue aireada aquí en España después de las elecciones de 2004, la retirada de las tropas españolas de Irak y las palabras tensas cruzadas entre representantes de las Administraciones norteamericana y española. Como señalaba entonces (véase Las relaciones económicas entre España y Estados Unidos. ¿Qué importancia tienen los vaivenes Aznar-Zapatero?, Paul Isbell, ARI no 197/2004, Real Instituto Elcano, 17-1-2005), las relaciones económicas bilaterales entre EE UU y España no iban a sufrir por el desencuentro entre Bush y Zapatero. Y efectivamente no han sufrido. Más bien, se han profundizado en muchos aspectos desde entonces.

En segundo lugar, de los 80.000 millones de euros en inversiones que estimamos que siguen teniendo las empresas españolas en América Latina (véase ¿Qué ha sucedido con la inversión extranjera directa (IED) de las empresas españolas en América Latina tras el boom de los años noventa y la incertidumbre de los primeros años 2000?, Alfredo Arahuetes García y Aurora García Domonte, DT no 35/2007, Real Instituto Elcano, 20-7-2007), apenas el 1% se encuentra en Venezuela y sólo cantidades testimoniales en los países del Caribe y la zona andina, cuyos jefes de Estado tienden a alinearse con el presidente Chávez. La parte realmente significativa de la inversión española en América Latina está en países como Brasil, Chile, México, Colombia y Perú, donde el dedo del Rey sólo puede tener un efecto ligeramente positivo.

Es decir, incluso en el peor de los casos apocalípticos (que no se va a producir), el impacto sobre la economía española será casi nulo. En última instancia, aunque Chávez es exhibicionista y a veces arrogante -y sin duda un maestro de la política populista y de la retórica fácil- no es estúpido. Aunque sobrepase el límite del sentido realista de vez en cuando, va corrigiéndose sobre la marcha.

El futuro de las relaciones económicas entre España y América Latina obedece a dinámicas gobernantes que no tienen nada que ver con el estilo diplomático de un Chávez o con roces del tipo que presenciamos el sábado. Y todos nosotros tenemos preocupaciones mucho más importantes a las que enfrentarnos. Lo importante es que la Comunidad Iberoamericana siga en pie y que genere resultados dignos y útiles como los que se han producido en Santiago de Chile.

Paul Isbell. Investigador principal para Economía Internacional del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos

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