Cautela ante el máximo bursátil
La Bolsa española ha batido esta semana los máximos históricos que había marcado en junio, antes de que la tormenta financiera global se llevase las ganancias de la primera mitad del año. Pero los nuevos récords se producen con significativas incertidumbres sobre el medio plazo, y los analistas otorgan poca consistencia a un avance que, por otra parte, es imputable casi de forma exclusiva al acelerón de Telefónica, que bien podría estar actuando como refugio ante las dudas de la inestabilidad. Pero tampoco debemos quitar valor a los niveles alcanzados, que han permitido que el mercado español recupere el terreno perdido respecto a las plazas más solventes de la zona euro y que, de hecho, se ha convertido en la que más rápidamente ha recompuesto el tono tras las turbulencias en los mercados monetarios.
La tendencia estructural de la renta variable sigue siendo alcista. Sólo uno de los componentes que facilitaban el camino a las alzas cíclicas, la abundante liquidez que ha ejercido de lubricante desde 2003, está ahora cuestionado por una falta de confianza inusual en el sistema financiero. El resto de las variables pronostican una vida más o menos larga a la escalada de los precios de las acciones en casi todo el mundo. Pero es cierto que pesan sobre economías como la española las remotas posibilidades de un ajuste por el parón de la actividad inmobiliaria.
El fuerte crecimiento económico global, recortado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero que puede ser compensado por los países emergentes; la ausencia de inflación pese al fuerte encarecimiento del petróleo, que marca también cotas desconocidas, cercanas a los 90 dólares; los excepcionales beneficios empresariales, con las únicas cautelas aparecidas en la banca de inversión en el tercer trimestre del ejercicio, y el coste de financiación de nuevo a precios razonables tras frenar los bancos centrales las subidas de tipos mantienen el paisaje. Estas condiciones descuentan, al menos en teoría, niveles más altos para las Bolsas. Sin embargo, la cautela no ha sido desterrada, a juzgar por las declaraciones que responsables financieros hacen cada día, y porque la confianza, que desapareció en cuestión de horas en agosto, tardará varios meses en reconstruirse.
Y esa reserva sigue pesando en los inversores, que en el caso de España han añadido a la crisis de las hipotecas de Estados Unidos una inevitable revisión de precios en el sector inmobiliario, que ha afectado a empresas promotoras, constructoras y bancos. Así, el índice selectivo español, que el viernes cerró con un nuevo máximo a contracorriente de los demás mercados, sólo tiene tres empresas en máximos absolutos (Telefónica, BME y Gamesa), mientras que una de cada dos sociedades está en pérdidas. Y muy buena parte de ellas con unos números rojos muy abultados en lo que va de año, especialmente en construcción y banca doméstica.
En condiciones normales, estos valores tan expuestos a la actividad residencial tienen ya la purga hecha, y sólo falta la recomposición de la confianza financiera para que reflejen unos precios más atractivos con los beneficios que han registrado hasta septiembre y que han asegurado obtener en los próximos trimestres.