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Francisco Fernández-Avilés

'El reto es predecir el infarto en una gota de sangre'

Más de un centenar de pacientes se han beneficiado ya de sus logros en terapia celular. Hace un año, una llamada del Gobierno de Madrid le hizo abandonar Valladolid y embarcarse en un proyecto que le apasiona: dotar de la máxima excelencia asistencial a la red cardiológica de la capital.

El doctor Francisco Fernández-Avilés (Cuenca, 1953), cuyo nombre está escrito con letras mayúsculas en la historia de la cardiología española, trabaja 'allí, al fondo, junto a las fotocopiadoras', nos dirán cuando subimos a la quinta planta del Hospital Gregorio Marañón. El despacho del jefe de la Unidad de Cardiología es una habitación pequeña y deslucida en la que se amontonan los libros de medicina, los papeles y las fotografías de su esposa y sus hijos. La excelencia está fuera: en la sabiduría del centenar de profesionales -cardiólogos, enfermeras, biólogos, informáticos y matemáticos- que acompañan a Fernández-Avilés en esta apasionante aventura. La de convertir el Gregorio Marañón (más de 400 millones de euros de presupuesto) en buque insignia de la cardiología española. Fernández Avilés lee un libro de memorias, Amado siglo XX, de Francisco Umbral.

Doctor, ¿cuál es el gran desafío de la cardiología moderna?

'Si todo avanza como esperamos, la terapia celular tendrá un uso rutinario en cardiología dentro de cinco o diez años'

'En el 50% de los casos, el infarto, el ictus cerebral o la angina de pecho se producen sin previo aviso'

En el 50% de los casos, el infarto, el ictus cerebral o la angina de pecho se producen sin previo aviso. Es una desgracia, pero es así. Por eso, el reto es detectar los grupos de riesgo y prevenir la enfermedad.

Pero algunos centros disponen ya de tecnología para predecirlo.

Le aseguro que en el área cardiovascular la capacidad predictiva de esa tecnología es, desgraciadamente, mucho más rudimentaria que en otras patologías. Pero ese es el futuro. El futuro depende del desarrollo de la imagen y de los biomarcadores. Ese es el desafío y ese es el conocimiento que importa. El conocimiento del genoma humano es revolucionario, pero lo que a nosotros nos interesa es que todo ese aprendizaje se traduzca en la obtención de un biomarcador, por cierto, mejor patentado en Pamplona que en Wisconsin , y que ese biomarcador nos permita predecir la enfermedad.

¿Ese es su sueño?

El mío y el de cualquier colega. Imagínelo por un instante. Es el año 2012, yo estoy en mi consulta y viene un paciente de 38 años. Un tipo informado que no se siente enfermo ni posee marcadores de riesgo -colesterol, tensión alta, diabetes-, pero que apenas hace ejercicio, está algo obeso y cuenta con antecedentes familiares. Entonces yo, después de interrogarle y examinarle, le extraigo una gotita de sangre mediante un minipinchazo en el dedo, empapo con ella una tira de papel especial que introduzco en mi ordenador y le digo, 'vaya tranquilo, y cuídese más'. O por el contrario, le recomiendo que se haga más pruebas para descartar una enfermedad cardiovascular. ¿Es posible aquí o en EE UU predecir hoy en día el infarto u otro tipo de patología cardiovascular? La respuesta es no. Y ese es el gran drama. Los avances científicos son brutales, pero sigue habiendo un abismo entre éstos y la aplicación práctica, sobre todo en materia de prevención personalizada del riesgo.

Sus terapias son revolucionarias, ¿hay esperanza para sus pacientes?

La terapia celular -células de médula ósea en pacientes con infarto agudo y células de la grasa en pacientes con insuficiencia cardiaca o isquemia miocárdica crónica- está todavía en fase experimental y todos sus logros deben ponerse en cuarentena. Y tanto nosotros como quienes trasmiten la información deben hacer un ejercicio de responsabilidad y no crear falsas esperanzas. Desde mi punto de vista es una terapia que tiene un futuro espléndido, pero en la que todavía el presente debe ceñirse a profundizar en la investigación clínica y preclínica. Si todo ello avanza como esperamos, tendrán que pasar no menos de cinco o diez años antes de poder recomendar su uso rutinario, como sucede ahora con el stent. Nuestros pacientes saben que se trata de una investigación experimental, pero también saben que no tienen otra alternativa.

Supongo que serán decenas los enfermos que sueñan con ser tratados por su equipo.

Efectivamente, nos llaman muchos afectados, pero no todos pueden beneficiarse con estas terapias. Sin embargo, cuando tenemos un candidato tratamos de salvar todas las trabas y trasladarlo a este centro. Y he de reconocer que en este sentido tenemos todo el apoyo de nuestra institución.

Durante la entrevista, Francisco Fernández-Avilés realizó varias llamadas para solucionar el problema de un enfermo hospitalizado en una clínica madrileña.

Pero no es fácil sortear el entramado burocrático.

Yo creo que eso es precisamente lo que está cambiando en Madrid.

Parece un enamorado de la práctica asistencial, ¿en qué consiste el ejercicio de la medicina?

Tu obligación como médico estriba en ponerte delante de un señor, escucharle y conseguir que aquel enfermo adquiera la certeza de que el problema que tiene ya no es sólo su problema, sino también el del especialista que tiene delante. Aunque parezca muy romántico esa responsabilidad compartida por médicos, enfermos y familiares es lo que permite que funcionen las cosas en un centro sanitario. Si me tengo que quedar con algo, me quedo con eso, porque sólo entonces se produce el triunfo de la medicina.

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