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Tribuna
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El Hamlet de Bernanke

Bajar los tipos un 0,25% o un 0,50%? æpermil;sta es la cuestión a la que Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal (Fed), se enfrentó ayer, en la que ha sido la decisión más controvertida de su mandato hasta la fecha.

Sin embargo, los tiempos venideros no se presentan fáciles, por lo que es probable que entremos en un periodo donde se viertan toneladas de tinta en análisis y donde sea preciso tomar 'el buen sentido de la razón' para poder desentrañar la verdad de cada decisión.

Ayer, la autoridad monetaria estadounidense decidió rebajar 50 puntos básicos el tipo de interés en esta país, pasando del 5,25% al 4,75%. En realidad, la disminución no ha sido ninguna sorpresa puesto que el mercado hacía días que aventuraba un descenso. El único dilema era cuánto.

Una turbulencia financiera, debido a la crisis hipotecaria, y los temores de una recesión pudieron más que el fantasma de la inflación. No obstante, ¿qué opciones tenía la Fed? Básicamente, tres.

En primer lugar, no tocar los tipos. æpermil;sta era la opción con menos afiliados pero no por ello despreciable. Sus adeptos esgrimían como argumento principal que la reducción era una forma de 'salvar' a aquellas organizaciones financieras que se habían arriesgado más de la cuenta y, por tanto, no merecedoras de ningún indulto. 'Si alguien la hace, la paga', podría ser su eslogan.

Alan Greenspan, predecesor de Bernanke al frente de la entidad, fue más lejos y calificó a los responsables de las instituciones directamente de 'criminales por fraude'. Los defensores de esta postura decían que no era razonable modificar la estructura de tipos en tanto no se viera afectado el conjunto de la economía.

Otro argumento, no menos importante que el anterior, sería la posible inflación en ciernes. En este sentido, Kenneth Rogoff, anterior economista jefe del FMI, y Greenspan apuntaron los peligros futuros de la misma, aunque la inflación subyacente parece controlada.

Las otras dos opciones restantes consistían en disminuir los tipos, como finalmente ha sucedido. Un argumento era histórico. La Fed siempre lo había realizado (véanse las crisis de los años ochenta). Otro provenía del campo político, y más concretamente del republicano. A nadie se le escapan las repercusiones políticas de esta decisión en la campaña electoral presidencial, y es que todavía resuenan los ecos de la pérdida de las elecciones de George Bush, padre, debido a una inoportuna recesión y a la negativa de Greenspan a acomodar la política monetaria.

Sin embargo, el debate principal sobre si 25 o 50 puntos básicos se producía alrededor de la confianza del mercado y el crecimiento de la economía. Un descenso de 25 podía llevar al mercado a pensar que la Fed estaba jugando con fuego, pero probablemente ésta pensaría que no existían muchas probabilidades de una recesión. Por otra parte, una disminución mucho más agresiva podía implicar signos de pánico para los inversores, mientras para la Fed era evidencia de que la debilidad económica podía contagiarse rápidamente.

La Fed ha optado por mandar una señal clara al mercado puesto que la disminución de 25 puntos básicos, junto a la expectativa de reducción para futuras decisiones, hubiera tenido un impacto menor en las expectativas del mercado sobre la estructura futura y, por tanto, en la economía.

El filósofo Bertrand Russell explica que decayó su interés por la economía, después de medio año de estudiarla, porque pensó que era demasiado simple. Paradójicamente, Max Plank desistió de su estudio debido a lo contrario, es decir, creyó que era demasiado difícil. Si además añadimos al término el adjetivo de política la cosa no mejora precisamente. Los porqués de la decisión hamletiana de Bernanke pueden ser muchos y variados. No obstante, se debe tener presente que actualmente las expectativas son esenciales en la conducción de la economía, y cómo se confeccionan y cómo influye la Fed en ellas... ¡sólo el cielo lo sabe!

Josep M. Sayeras. Profesor titular del Departamento de Economía de Esade

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