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Columna
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Calidad del crecimiento

El crecimiento económico es deseable porque ofrece oportunidades de encontrar o mejorar el empleo, aporta recursos para mejorar la educación, la sanidad, el aumento de la esperanza de vida, la recuperación de áreas deterioradas y, en general, favorece el progreso y amplia los conocimientos y las opciones asequibles a cada persona. Sin embargo, el crecimiento se expresa en una cifra que dice poco acerca de la capacidad de mantenerlo, del esfuerzo que ha exigido y de los beneficios que proporciona.

El crecimiento se frenará o se detendrá si tiene desequilibrios importantes. Normalmente, se considera que un déficit exterior elevado indica pérdida de competitividad y, por tanto, anticipa dificultades futuras. En menor medida, el déficit del sector público puede verse como anticipo de aumento en la presión fiscal y descenso en la inversión y el nivel de actividad. El déficit exterior español es elevado y, aunque no afecte a la paridad de la moneda, es un mal síntoma, mientras que la situación financiera del conjunto de las Administraciones públicas (mejor la estatal que las autonómicas y municipales) es mejor que la del promedio de países industrializados.

Los déficits son origen o causa del endeudamiento. Para comprar en cuantía superior a lo que se produce hay que endeudarse y es lo que han hecho empresas y familias a un ritmo muy rápido. La deuda es buena en función del destino del gasto que financia y de la capacidad de pago, que a su vez, depende del coste que genera. Hasta ahora el coste es soportable y las garantías adecuadas, pero ambos aspectos podrían cambiar significativamente en un plazo breve.

El crecimiento puede generar inflación, y ésta, a su vez, pérdida de competitividad y déficit. La política monetaria del Banco Central Europeo y las importaciones baratas procedentes de los nuevos países industrializados ayudan a contener los precios, pero no hay garantía de continuidad de precios energéticos ni de que su aumento no se traslade al IPC y éste, a su vez, a costes salariales.

El crecimiento es aumento de la renta del país, pero las personas mejoran si aumentan sus ingresos y la renta per cápita crece poco. Esto es normal cuando la ocupación crece mucho, pues los nuevos empleados suelen ser -al menos al inicio de su actividad- menos eficientes. Parece difícil mantener el crecimiento en el empleo y, aún más, que pueda elevarse la productividad en los empleos asistenciales que aportan.

La dotación de infraestructuras públicas incide en la seguridad, la competitividad y calidad de vida. Más población y empleo, con mayor apertura al exterior, requieren un volumen de capital público más elevado, mejor asignado y gestionado. Esto es un resultado a la vez que un factor que propicia el desarrollo. Sin este requisito el riesgo de colapso y la inseguridad serán un freno difícil de contrarrestar.

La dependencia energética española es altísima y difícil de corregir por carencia de combustible. Las alternativas renovables son limitadas y la opción nuclear parece desechada hasta del debate. La vulnerabilidad en este terreno es alta y la ceguera voluntaria se manifiesta en que, incluso, el despliegue de instalaciones de generación de energía eólica se retrasa por obstáculos administrativos.

Una parte de la reconversión industrial se ha conseguido desplazando producción a países más baratos y manteniendo conocimientos de producción, de diseño y mercado. Con el tiempo los nuevos proveedores aprenden más deprisa y encuentran formas de acceder directamente al mercado saltándose a los importadores… a menos que éstos hayan aprendido a generar valor por otras vías.

El desarrollo se expresa en la sensibilidad a la protección del medio ambiente natural que se cuida a través de normas que se exigen, medios de supervisar la situación, incentivos y desincentivos. En este aspecto el problema está más en el exceso que en la carencia. Esto ocurre en mayor medida en el medio ambiente social, que es institucional e incluye normas, organismos y pautas de comportamiento. La feudalización del Estado a través de vías verticales y horizontales junto a la pérdida de la división de poderes cuando éstos se concentran en agencias que regulan, inspeccionan y sancionan, mientras que compiten entre ellas y contra el resto de las Administraciones son factores de inseguridad, de aumento de costes y disipación de esfuerzos. El problema y las soluciones se conocen, pero las actuaciones… faltan.

Joaquín Trigo. Director ejecutivo de Fomento del Trabajo Nacional

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