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Columna
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El euro que viene

El euro, pese a las críticas adversas recibidas en sus inicios, es hoy moneda de referencia en todo el mundo que alcanza cotizaciones récord con el dólar, subraya el autor. Por eso no se comprende, en su opinión, las reticencias para la adopción de la moneda común por parte de países como Polonia

Parece haber coincidencia en que el proyecto europeo de mayor éxito de esta década ha sido el euro. Pese a lo cual los cuatro países del grupo de Visegrado -Polonia, República Checa, Hungría y Eslovaquia-, que se incorporaron a la UE en 2004, encuentran dificultades o mantienen reticencias para la adopción de la moneda única a la que vienen obligados por los tratados donde se comprometieron a incorporar el acervo comunitario. Hemos olvidado ya cómo fue combatido por Washington y los afines asimilables el propósito de los líderes que entonces encabezaba el presidente de la Comisión, Jacques Delors, de implantar la Unión Económica y Monetaria (UEM) a la que dio nacimiento el Tratado de Maastricht.

Ahora el euro adquiere cotizaciones récord frente al dólar, su uso ha sido adoptado para toda suerte de transacciones internacionales y se suman los más diversos países para sustituir en buena proporción las reservas en otras divisas, en especial en dólares, por la moneda europea. De forma que de aquellas campañas adversas a la aparición del euro parece no quedar ni rastro. Pero había que ver a los Miguel Boyer, Alberto Recarte, Pedro Schwartz y demás compañeros combatientes llenos de arrogancia y convertidos en adalides del bloqueo al proyecto, presentando el euro de la misma manera que se describe el infierno en el catecismo del padre Ripalda: como la suma de todos los males sin mezcla de bien alguno. La causa a sostener parecía tan decisiva que fueron embarcados en ella un buen número de prestigiosos economistas, como el premio Nobel norteamericano Gary Becker, quien peregrinó por España y otros países para explicar el despropósito y sinsentido de lanzar una divisa a escala de la UE.

Lech y Jaroslav Kaczynski, presidente y primer ministro polacos, han tomado la penosa senda del más detestable populismo, con altas dosis de antieuropeísmo

El recurso a la antigua técnica de influir en los hombres asustándolos con lo que todavía no existe, que tan bien describe Gonçalo M. Tavares en su novela La máquina de Joseph Walser (Mondadori. Barcelona, 2007), fue empleada a tope. Luego llegó el euro y su cotización consiguió la paridad con el dólar y siguió progresando, con las oscilaciones naturales, hasta los niveles actuales de 1,37 que marcan otro máximo.

Pero ni siquiera esta evolución, que contradice los pronósticos aciagos formulados en su día, desalienta a nuestros agoreros, quienes ahora sólo encuentran desventajas en la apreciación de la moneda europea. Enseguida aducen además que las economías de Reino Unido, Dinamarca y Suecia, fuera del euro, son buenos ejemplos de progreso y se solazan con cualquier dificultad que pueda surgir en las filas de quienes comparten la nueva moneda.

Los problemas pendientes para que se sumen al euro los países de Visegrado que más arriba se citan han sido analizados en la XIX edición del Seminario sobre Europa Central, convocado esta semana en San Sebastián bajo el título de Desencantos y populismos, dentro de los Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco con el patrocinio de La Caixa, institución que acaba de inaugurar su primera sede en Varsovia.

Atendiendo a la convocatoria de la Asociación de Periodistas Europeos, el ex ministro de Finanzas y Planificación de Polonia, Jerzy Osiatynski; el analista de Instituto de Investigaciones Macroeconómicas Kopint-Tárki, Attila Batha; el economista principal del Instituto de Empresa, Rafael Pampillón, y Clemente Auger, magistrado del Tribunal Supremo, pasaron revista a la situación de las magnitudes macroeconómicas en los diferentes países, que han de alcanzar determinados valores antes de que pueda aceptarse la incorporación de cada uno de ellos a la UEM. Además sometieron a escrutinio la forma en que, tanto allí como en Bruselas, se toman las decisiones en las áreas económica y monetaria.

En definitiva, el debate sobre el euro, los mercados y las inversiones permitió en particular acercarse al desconcierto creado por los hermanos gemelos, Lech y Jaroslav Kaczynski, quienes como presidente y primer ministro de Polonia han tomado la penosa senda del más detestable populismo, al que han añadido altas dosis de antieuropeísmo, siendo así que más del 80% de la población se declara pro UE y que los fondos de esa procedencia son básicos para avanzar hacia la prosperidad. Entonces, ¿por qué?

Miguel Ángel Aguilar. Periodista

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