Una pausa en un mercado alcista
La Bolsa española ha resuelto el primer semestre del año con un avance del 5,2%, más modesto que el acostumbrado por el mercado español de renta variable en los últimos ejercicio, pero apreciable para una economía que acumula un ciclo tan prolongado de crecimiento. De hecho, si en el resto del año acumulase una revalorización similar, cumpliría las mejores expectativas adelantadas por los expertos antes de que arrancase el ejercicio. Tras un avance de más del 160% en los cuatro años precedentes, una revalorización del 5% hasta junio y del 10% en el año, debe considerarse notable, por timorata que parezca comparada con el resto de Europa. Los tempos cíclicos son diferentes en España y en la Unión Europea, y tiene toda la lógica del mercado que la renta variable española sosiegue su ímpetu y que la alemana, francesa u holandesa afloren el valor intrínseco de unas economías cuya actividad explotará en los próximos años.
Este trasvase de intereses se ha producido ya en los meses pasados. Los grandes patrimonios españoles han desplazado su objetivo de inversión desde las empresas españolas a las europeas, seguramente en paralelo con el movimiento que el capital extranjero ejecuta en los mercados. En la economía española han aparecido algunos síntomas de agotamiento del crecimiento, que han pasado cierta factura a las cotizaciones de las empresas. Además de una revalorización más limitada en el semestre, la Bolsa española ha experimentado con más virulencia la volatilidad de los precios, síntoma de que las valoraciones están más cerca de su máximo potencial.
Por otra parte, el agotamiento del mercado inmobiliario residencial ha lastrado las cotizaciones de forma importante. Además de las compañías propiamente inmobiliarias, que habían copado las salidas a Bolsa este año y el pasado, los temores han comprometido los precios de las constructoras, pese a su inteligente diversificación en los últimos años, y de los bancos, especialmente de los más centrados en el negocio doméstico. La subida de los tipos de interés de los últimos meses ha reforzado algunas dudas sobre el desempeño de una economía como la española, que tiene altos niveles de endeudamiento tanto de las empresas como de las familias, tras el gran esfuerzo inversor de los últimos años que la ha transformado.
Pero la mayor parte de los fundamentos de la actividad siguen intactos. La inversión prosigue su avance, el pago de las obligaciones financieras de los agentes económicos no se resiente, a juzgar por la información proporcionada por la banca, y los beneficios empresariales siguen aflorando con aumentos homogéneos tan abultados como los de ejercicios precedentes.
Sólo la subida de tipos a nivel mundial, cuya interpretación ofrece diversas lecturas, puede oscurecer el panorama bursátil general, que mantiene un sustrato alcista a juzgar por el crecimiento económico global y el comportamiento de los excedentes de las empresas. Mientras la amenaza de inflación no se traduzca en alzas de los precios que puedan poner en riesgo el crecimiento, el escenario no habrá cambiado, y la renta variable seguirá siendo el activo más atractivo de cuantos hay en el mercado. Incluido el español.