_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Nuestro Obiang

Teodoro Obiang, presidente de Guinea Ecuatorial, ha venido a España en visita de trabajo y su presencia ha ocasionado la bronca de rigor entre el Gobierno, la oposición y el Congreso de los Diputados. De la agenda del palacio de la Carrera de San Jerónimo se ha evaporado de manera precipitada y confusa la recepción que se le iba a brindar al ecuatoguineano a título de huésped ilustre con firma en el libro de oro y demás ceremoniales de costumbre.

Todavía siguen el Ministerio de Asuntos Exteriores y la presidencia del Congreso arrojándose mutuamente las responsabilidades por la cancelación del acto previsto con Obiang, al que los grupos parlamentarios de IU, ERC y PNV habían adelantado su boicot.

Hay un principio de política general, según el cual carece de sentido aparecer sorprendidos por hechos del todo previsibles, que están marcados por la lógica de las cosas y caen por su propio peso conforme a la ley de la gravitación universal. Por eso desconcierta que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, enviara a Malabo a los ministros de Asuntos Exteriores y de Justicia en busca de una reactivación de las relaciones con la ex colonia, que les hiciera portadores de una invitación para venir a Madrid y que se caiga estos días del guindo al comprobar que nuestro Teodoro tiene mal ambiente y es utilizado por los partidos a la izquierda y a la derecha para abrir nuevas escaramuzas.

Eso sí, con reflejos felinos la oficina de prensa del PSOE quiso el miércoles por la tarde salir al paso de la bronca y de sus derivaciones mediáticas para subrayar que el encuentro de Zapatero y Obiang es 'de trabajo', que se enmarca en la voluntad de alentar el proceso de democratización en Guinea y que responde al deseo del Gobierno de España de impulsar nuevos avances en materia de derechos humanos en ese país. Es decir, primero, que no se trata de un encuentro de placer ni de compañeros de pupitre o de golfistas; segundo, que existiría un 'proceso democratizador en Guinea' merecedor de aliento del que hasta ahora carecíamos de noticias, y tercero, que se habrían registrado avances en materia de derechos humanos a los que se propondrían añadir ahora otros 'nuevos' sin especificar.

Se comprueba además en la nota mencionada el buen funcionamiento de los servicios de documentación de la sede socialista de Ferraz, porque la oficina de prensa detalla todas las visitas de Obiang a España a partir de la del 29 de abril de 1980 durante la presidencia de Adolfo Suárez. Después ha sido invitado en mayo de 1982 por Leopoldo Calvo Sotelo, en tres ocasiones -1983, 1989 y 1990- por Felipe González y en marzo de 2001, octubre de 2001 y abril de 2002 por José María Aznar. Pero de Zapatero se esperaba más. Aunque la coda final sea que más allá de las relaciones entre Gobiernos, España tiene importantes intereses empresariales en Guinea como lo prueba la presencia de Repsol YPF en las prospecciones para la búsqueda de nuevos yacimientos petrolíferos.

Ya se sabe que una cosa es predicar desde la oposición y otra dar trigo desde el Gobierno. Pero cualquiera puede imaginar que, si fuera el PP quien ocupara La Moncloa, serían los socialistas quienes estarían ahora clamando contra la invitación cursada al autócrata, a menos que se hubiera corrido el tupido velo del consenso en aras de una política de Estado. Ya se sabe que la política internacional se basa en una rara combinación de principios e intereses y también que -como reconoció Franco al dar cuenta en su mensaje navideño del establecimiento de relaciones diplomáticas con la China de Mao- el mundo es como es y no como nos gustaría que fuese. Pero las responsabilidades que le incumben a Zapatero por las relaciones con los Gobiernos de los países donde estuvimos -Cuba, Marruecos, Guinea- son muy distintas de las que podrían pedírsele por encontrarse con el ruso Putin o el chino Hu Jintao. ¿Está haciendo nuestro Obiang los deberes? ¿Hemos escuchado el punto de vista de la oposición democrática y de las organizaciones que vigilan los derechos humanos y la lucha contra la corrupción?

Miguel Ángel Aguilar. Periodista

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_