Se rompió el invento
Las trabas del Gobierno español a la opa de la alemana Eon sobre Endesa son un ejemplo del fracaso del proceso liberalizador del mercado energético en Europa, según el autor. En su opinión, poca fe le puede quedar al ciudadano en la construcción europea cuando sus Estados miembros frustran sus objetivos.
La Comisión Europea ha vuelto a llamar la atención al Gobierno español. El Ejecutivo comunitario se ve en la obligación de abrir un expediente contra España por obstaculizar la entrada de Eon en el mercado español. Mientras tanto el Ejecutivo español ha reaccionado sorprendido ante tal procedimiento. Lo que en realidad resulta sorprendente es que tras varios meses de asedio contra Eon todavía el Gobierno persista en una estrategia proteccionista y, según la Comisión, ilegal.
Los hechos acaecidos no podían ser más testarudos: 1) Gas Natural lanza una opa sobre Endesa; 2) el Gobierno apoya esta opa con el pretexto de crear un campeón nacional; 3) el Tribunal de Defensa de la Competencia (TDC) recomienda al Gobierno que prohíba la operación por sus consecuencias negativas para los consumidores; 4) el Gobierno desacredita al TDC tildándolo de partidista y saca adelante la operación; 5) Eon lanza una opa superior sobre Endesa; 6) el Gobierno reacciona ampliando los poderes de la Comisión Nacional de Energía (CNE); 7) la Comisión Europea aprueba la opa de Eon por considerarla neutra para los consumidores; 8) la CNE, usando estos poderes, somete la opa de Eon a duras condiciones; 9) la oposición desacredita a la CNE tildándola de partidista; 10) la Comisión Europea decide que la mayoría de las condiciones impuestas por la CNE son ilegales; 11) el Gobierno no hace nada y la Comisión Europea vuelve a cargar las tintas contra él, y 12) el Gobierno reacciona con sorpresa.
¿Cómo hemos podido llegar a esto? Antes de caer en otra diatriba partidista y soltar una salmodia insufrible contra el Gobierno es necesario dar un paso atrás y analizar tres elementos: por qué liberalizamos el mercado energético, por qué creamos organismos independientes de regulación, y más general, por qué estamos en la Unión Europea.
Los consumidores deben estar francamente confundidos: un proceso de liberalización energética que resulta en precios más altos
La liberalización de los mercados energéticos se lanzó con el objetivo de crear una Europa más competitiva, con precios energéticos más bajos. Liberalizar el mercado perseguía eliminar los monopolios de suministro energéticos potenciando la competencia. Se adoptaron diversos paquetes legislativos que permitirían la liberalización del sector. Asimismo, se crearon o potenciaron organismos de regulación independientes. Estos organismos, como la CNE, debían velar por el buen desarrollo del mercado. La liberalización encajaba así dentro de un proceso de construcción europeo por el que se potenciaba una Unión más competitiva y abierta.
¿Qué falló en este proceso de liberalización? En primer lugar, varios Estados miembros no traspusieron a nivel nacional los distintos paquetes legislativos. Esto retrasó el calendario de liberalización en estos países y creó desequilibrios que fueron aprovechados por los más rezagados.
En segundo lugar, muchos Gobiernos han mantenido una tarifa eléctrica irreal, inferior incluso al costo de producción. Esto significa que si un consumidor opta por quedarse con su suministrador de siempre (en el mercado regulado) pagará menos que si opta por lanzarse al mercado liberalizado. Resultado: el mercado liberalizado resulta más caro que el mercado regulado. La tarifa tuvo que haber sido aumentada como resultado del aumento del precio de los combustibles. Es como si pretendiéramos pagar hoy lo mismo por la gasolina que hace cinco años.
En tercer lugar están los organismos de regulación. Estas autoridades regulatorias independientes y llamadas a velar por el desarrollo del mercado o no eran independientes o carecían del poder necesario, o ambas cosas.
¿Ante qué nos encontramos? Ante un mercado en el que la liberalización resulta extraordinariamente tímida. Ante unos Estados miembros que desconfían entre sí. Ante una Comisión Europea que pasa más tiempo riñendo a los Estados miembros que gestionando y proponiendo ideas.
Mientras tanto los consumidores deben estar francamente confundidos. Un proceso de liberalización que resulta en precios más altos. Unos Estados miembros que ignoran sus obligaciones comunitarias y donde el que incumple gana. Unos organismos supuestamente independientes que oposición y Gobierno califican de partidistas. Y un mercado cuyas operaciones parecen simplemente sustituir a un monopolista por otro.
¿Qué fe le puede quedar al ciudadano en la construcción europea cuando sus Estados miembros frustran sus objetivos? La creación de la Unión Europea fue la mejor idea del siglo XX. Unió lo que nadie parecía capaz de unir y permitió que sus Estados crecieran al unísono. Después de estos eventos, y cuando la próxima Constitución europea se lleve otra patada, nos volveremos a preguntar qué es lo que ha ocurrido. Pues que se cargaron el invento.
Álvaro Ramos. Asociado de Howrey LLP, abogado especializado en Derecho de la Competencia