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Tribuna
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Deprisa, deprisa

El avance lento y desigual en la sociedad de la información sitúa a España en un nivel medio-bajo en comparación con los países del entorno. El autor analiza los campos en que se debe progresar en esta materia, trascendental para el futuro desarrollo.

Los resultados del Informe eEspaña de la Fundación France Télécom vienen un año más a preocupar nuestras conciencias, que están más de vacaciones que en las cifras. El avance lento y desigual de nuestro país en materia de sociedad de la información nos sitúa en un nivel medio-bajo en comparación con los países de nuestro entorno. Una posición que avala el resto de los datos que afirman que no somos, quizá no hemos sido nunca, la novena economía del mundo. La cuestión es ¿por qué no? Y lo que es más importante ¿cómo avanzar en esta materia si confiamos en la relación entre tecnología de la información y comunicación (TIC) y productividad?

Cuando de lo que se trata es de construir una nueva forma de entender la sociedad, convendremos que los cambios deben tener carácter estructural, lo que implica largo plazo. Y lo que significa, también, empezar por la base, por la educación, proponiendo una reforma que no sólo instale ordenadores en las aulas, sino que los convierta en el medio básico con que impartir las asignaturas curriculares. Un sistema que tenga tan claro que la tecnología en sí misma no es un fin, como que es el mejor de los medios. Ningún joven más debe salir de la Educación Básica sin haber preparado y expuesto a sus compañeros una presentación que previamente haya preparado gracias al software adecuado. Y de ahí a la Universidad.

Pero a una Universidad que se implique en la investigación, entendiendo ésta como el mejor medio para estar en permanente contacto con el mundo que la rodea, pues la investigación sin transferencia puede no llegar a ser más que un ejercicio de vacuidad o vanidad (lo que no significa que toda investigación deba verse coronada por una patente de éxito). Una Universidad que consiga una parte de sus ingresos de las transacciones con el ámbito empresarial y justifique el precio de sus matrículas en el éxito de sus profesores, alumnos y ex alumnos. Y que convierta a una parte de estos en emprendedores, clase social que no parece casar con el ADN español, pero que resulta necesaria para renovar el panorama empresarial español. Afirmación aquella (la de la boda y el ADN) que habría que poner en duda si observamos el elevadísimo número de empresas con menos de seis empleados que existe en nuestro país.

La investigación sin transferencia puede no llegar a ser más que un ejercicio de vacuidad o de vanidad

Y aprovechando la mención a la investigación, reforzar el paso a la patente. En España se publica a primer nivel, lo que demuestra la existencia de un nutrido grupo de investigadores que llevan a buen puerto sus trabajos. Pero se prima la publicación sobre la patente, cuando ésta es la que puede tener efecto sobre la sociedad, al convertirse en un producto. Y además de patentar poco, ¿cuántas patentes se quedan en eso, en un formulario con registro de entrada y aprobación final?

Cuando de las empresas se trata, nos vemos aquejados por la citada e importantísima presencia de micropymes, lo que inevitablemente es una barrera para la adopción de las TIC, tanto por la escasa estructura corporativa como por el exiguo nivel de inversiones que son capaces de acometer. Ante este panorama las disyuntivas pueden pasar por la subcontratación de determinados servicios y también por la provisión de productos y servicios claramente enfocados a sus necesidades.

En esta línea, nada mejor que involucrar a los proveedores tecnológicos en una tarea de asesoramiento y formación en y sobre TIC, encaminada a que nuestras pequeñas y medianas empresas obtengan los mejores réditos de la tecnología. Y que todas, también las grandes, orienten sus esfuerzos hacia aquellas operaciones que ofrecen un mayor valor añadido a la empresa, y sí, estoy hablando del comercio electrónico.

Por su parte a la Administración no deberían dolerle prendas en acometer reformas legales que tiendan a crear sendas de obligado seguimiento por empresas y ciudadanos. Las reformas que han llevado a que determinada documentación (vale como ejemplo el caso de la Seguridad Social) deba ser presentada telemáticamente, siempre y cuando se otorguen plazos de adecuación razonables, se han visto coronadas por el éxito. La tan ansiada aparición del DNI electrónico debería suponer un crecimiento del uso por el ciudadano de los servicios públicos. Además, y dada la seguridad implícita asociada a este documento, debería animar a más de uno a llevar a cabo sus primeras transacciones en la Red.

Desgraciadamente, internet crea dudas entre un elevado porcentaje de la población española, habrá que enseñar y definir para qué sirve y cómo utilizar este instrumento. Y es que resulta que más de un tercio de la población sigue saber para qué sirve internet, lo cual hace imposible la creación de expectativas sobre su uso. ¿Existe en España un techo al crecimiento del número de internautas en tanto en cuanto no cambie la estructura generacional de sus moradores? Urge tener la contestación a estas y otras muchas preguntas que nos asaltan cuando analizamos el desarrollo español hacia la sociedad de la información. Urge dar respuestas y que estas sean las correctas. Urge llevarlas a la práctica, porque hay que avanzar muy deprisa, ya que en este camino no caben atajos.

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