¿Entre China y Estados Unidos?
Josep Ros analiza el pinzamiento que está sufriendo la Unión Europea y asegura que para poder sobrevivir ha de acometer ciertas reformas y apostar por modelos más creativos
China está pasando de ser una economía emergente a una potencia mundial y podría liderar la economía mundial en menos de 40 años. Son las conclusiones de un reciente estudio sobre esta potencia económica que, junto a Estados Unidos, supone la mayor competencia directa a la que se está viendo sometida la UE. ¿Significa esto que Europa está quedándose rezagada? Ante el rápido crecimiento de la economía china, algunos expertos temen que esta burbuja no tarde en deshincharse, mientras que otros, como los economistas del Banco Mundial, esperan que China se convierta en el mayor motor de crecimiento de la economía mundial. Es cierto que un factor importante que contribuye a tal situación es que, si bien el coste medio por hora de trabajo de un empleado chino no supera los 90 centavos de dólar, en Europa la misma cifra asciende a casi 23 dólares. La población china trabaja más horas con costes mucho menores que EE UU y la UE. Pero no queda ahí todo: debemos pensar también en el rápido crecimiento que está experimentando el país, su renta per cápita, la inversión extranjera y las exportaciones, todo ello sumado a una progresiva evolución desde la agricultura hacia la industria de conocimiento y los servicios.
China resulta ser un potencial y cada vez más próximo riesgo, al que hay que añadir la amenaza que sufre Europa en el otro flanco: EE UU, que aventaja al resto de países en alta tecnología y capacitación del personal y, por tanto, también es un competidor de primera línea de las empresas europeas. Pero un rasgo que marca significativamente el poder económico chino es la creciente internacionalización de sus compañías. Si hace diez años estas empresas apenas habían adquirido 295 grupos extranjeros, en 2002 la cifra se había disparado a 1.047. Sólo en 2004, el fabricante informático Lenovo compró la división de PC de IBM por 1.300 millones de dólares y Shanghai Automotive se hizo con la británica Rover por 1.400 millones de dólares.
Tras estos datos se esconde una transformación de la estructura económica china, cada día menos dependiente de la agricultura y más preocupada por la industria del conocimiento y los servicios. Una metamorfosis que afecta directamente a Europa, cuyo aletargamiento en I+D puede dejarla atrapada entre la alta tecnología y servicios de gran valor añadido estadounidenses y los bajos costes y tecnología barata de China.
Importante es también meditar acerca de otro indicador clave en toda economía que se precie: la innovación. La UE aún no está preparada para competir al mismo ritmo que EE UU, donde las empresas tienen una media aproximada de siete investigadores por cada mil empleados, frente a los tres de las compañías en Europa. La media de China, sin embargo, no supera el 0,5 por el momento, pero el país tiene previsto realizar importantes inversiones para mejorar este aspecto.
¿Qué significan los datos anteriores? Que, por el momento, China tiene actualmente un talón de Aquiles si se le compara con EE UU y Europa: los recursos que destina a I+D. Si bien los estadounidenses llegan a invertir una media de 280 millones de dólares en estas actividades, y los europeos en torno a los 170 millones, el gigante asiático apenas cuenta con 17 millones. Aun así, estos datos no permiten 'relajarse' a nuestra 'pinzada' UE: China combate esta falta de innovación con las exportaciones de alta tecnología y una disparada tasa de estudiantes universitarios, que refleja la creciente preocupación del país por el capital intelectual. Los datos oficiales que se manejan cifran una inversión futura de 36.000 millones de dólares en instalaciones públicas y privadas.
Y dos ventajas más que podemos añadir a esta economía sobre la estadounidense son sus dos importantísimas fuentes de crecimiento: su enorme demografía y la creciente productividad. Unos indicadores a los que se suma su ratio de ingresos, que le permite financiarse por sí misma, mientras que EE UU necesita importar capital externo. En lo referente a perspectivas futuras, existe otro valor que debería tenerse en cuenta, y es que China cuenta con muchos recursos por utilizar que aún no ha explotado; por citar sólo un ejemplo, hay 500 millones de chinos desempleados; ¿qué puede esperarse cuando entren a formar parte de la economía? Es difícil hacerse una idea del importante impulso que supondrán.
En vista de este entorno competitivo, los europeos no vamos a cruzarnos de brazos y arriesgarnos a quedar 'excluidos' en un breve lapso de tiempo. No podemos seguir con una férrea defensa del Estado de bienestar que confiere demasiado protagonismo a los Gobiernos y que resta competitividad y mina la actividad emprendedora.
La amenaza del momento es un futuro en donde el Viejo Continente se encuentre a medio camino entre el valor añadido estadounidense y el tremendo potencial económico chino, entre la alta tecnología y la calidad norteamericana y los bajos costes y la tecnología barata del gigante asiático. Es, por tanto, una prioridad para Europa poner en práctica las reformas del bienestar. Además, debemos conseguir disminuir los costes laborales y esforzarnos por fomentar la innovación. Se trata de actuar sin esperar a que los acontecimientos nos superen.