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Tribuna
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Los nuevos planes de ahorro que trae la ley

La reforma fiscal que está en tramitación crea un nuevo producto con ventajas fiscales de ahorro pensado para las familias y para el largo plazo: los planes individuales de ahorro sistemático (PIAS).

Estos planes tienen características muy diferentes a los planes de pensiones individuales. Frente a la deducibilidad de las aportaciones, los PIAS no se benefician de esta ventaja. Sin embargo al momento de la recuperación del dinero el tratamiento fiscal que se le confiere a los rendimientos de la inversión resulta favorable: se utiliza la tributación privilegiada de las rentas vitalicias.

Un inconveniente de este futuro producto financiero es que la forma de cobro debe ser en forma de renta vitalicia. Todo lo flexible que se quiera, pero renta vitalicia. La razón de esta imposición legal es clara: el legislador persigue que sólo el ahorro a largo plazo y para la jubilación tenga privilegios fiscales notorios.

En la práctica, quien aporte a lo largo de su vida a un PIAS podrá casi olvidarse del proceloso tema del pago de impuestos. Sin embargo el atrevimiento del Gobierno ha sido bastante moderado. Sin duda poner un límite del global de aportaciones de 240.000 euros es suficiente para garantizarse una vida sin agobios tras la jubilación. Sin embargo, el hecho de limitar las aportaciones por año a un máximo de 8.000 euros limitará el desarrollo inicial de este nuevo producto.

Una de las novedades que nos deparó el proyecto de ley ha sido que los PIAS sean posibles exclusivamente por contratos de seguro de vida individual, frente al anteproyecto en el que se permitía también instrumentarlos mediante fondos de inversión. Y probablemente el Gobierno ha estado acertado en ello, por varias razones. La primera es que un nuevo producto con características fiscales, del cual cada cliente sólo puede suscribir uno, es mejor que use una vía única y ya muy probada. La segunda es que articular adecuadamente el cobro en forma de renta vitalicia es una operación típica y tradicional de los seguros.

De la amplia gama de los seguros de vida ahorro, ¿qué tipos se vislumbran como más interesantes para instrumentar los PIAS? Me atrevo a sugerir dos:

Seguros con tipo de interés garantizado mínimo y participación en beneficios. En este tipo, las aseguradoras invierten básicamente la mayor parte en renta fija y otra parte más discrecional en renta variable. Garantizan al cliente la obtención de un tipo de interés mínimo (que no puede superar el máximo legal que está en torno al 2,40%) y además le dan una participación en beneficios del exceso de rentabilidad de la cartera. Pongamos un ejemplo simplificado. Si la compañía de seguros obtiene un 4,5% de rentabilidad en un determinado año y el tipo de interés mínimo garantizado fuera el 2%, el exceso de rentabilidad sería del 2,5%. Si se otorga el 84% del exceso de rentabilidad al cliente acabaría recibiendo un 2% garantizado más el 2,1% de exceso de rentabilidad, lo cual hace un total de un 4,1% de rentabilidad con bajo riesgo.

Seguros donde coexisten diferentes carteras de inversión a gusto del ahorrador sofisticado. De esta forma, un asegurado que ahorra este producto tan a largo plazo puede ir modulando su nivel de riesgo conforme a su perfil de riesgo e ir graduando el mismo conforme se aproxima al momento de cobro. Lo lógico es confiar en que este tipo de seguro sea más rentable a largo plazo, aunque registre mayores costes de administración que el anterior.

Con todo, a nadie se le oculta que el mayor handicap que tienen los productos con base fiscal en España es su credibilidad. Demasiados cambios normativos transitorios, que hoy incentivan a este producto y mañana a otro. Sin duda la reforma del IRPF pretende una homologación de la tributación del ahorro al 18%. Cabe tener la esperanza de que una tributación a tipo único ( aunque no necesariamente el 18%) sea amparada en el futuro por sucesivas Administraciones. Sería muy deseable que esta esperanza se extendiese a los PIAS de forma que pudiesen desarrollarse adecuadamente en los próximos años sin sobresaltos.

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