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Debate abierto
Tribuna
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La apuesta por el medicamento genérico

Aunque pueda parecerlo, esto no es La Guerra de las Galaxias. El negocio farmacéutico no es una guerra entre buenos (las empresas que fabrican y venden medicamentos genéricos, más baratos) y malos (el resto de las farmacéuticas), sino un mercado en el que compiten empresas cuyo principal objetivo es ganar dinero vendiendo medicamentos. Entre éstas, algunas han optado por ofrecer fármacos desarrollados a partir de un principio activo cuya exclusividad de venta perdió la farmacéutica que lo lanzó al mercado (los llamados medicamentos genéricos). Estas empresas no corren con el gasto en investigación que asumen las farmacéuticas que crean un medicamento, pero el bajo precio de los productos que venden ralentiza su crecimiento.

Es más, unas y otras farmacéuticas pueden pasar de ser competidoras a ser aliadas. El mercado de genéricos ha recibido un fuerte impulso político a nivel global. En los países pobres y en vía de desarrollo, porque facilitan el acceso de la población a soluciones farmacéuticas más baratas; en los países desarrollados porque permiten, generalmente, ahorrar en gasto sanitario al Estado. Y este impulso ha llevado a muchas multinacionales a reconducir su estrategia: tengamos nuestra propia división de fármacos genéricos, dicen muchas.

Novartis ha comprado, por 5.650 millones de euros, la alemana Hexal y la mayoría de otra farmacéutica estadounidense, Eon Labs, para tratar de convertir Sandoz, su negocio de genéricos, en líder mundial de este sector. Merck también ha apostado por este mercado, comprando NM Pharma y el mercado espera que otros grandes laboratorios adquieran empresas de genéricos.

La llegada a España en los últimos años de grandes compañías de genéricos va a modificar el mercado nacional

Si firmas como Teva, Sandoz, Ratiopharm o Ranbaxy no logran impulsar el mercado español, no lo hará nadie

Al mismo tiempo, algunas compañías de genéricos han alcanzado un tamaño tal que compiten de tú a tú con las multinacionales tradicionales. La israelí Teva, que recientemente se ha instalado en España, ha vuelto a arrebatar a Novartis el liderazgo en este mercado comprando a mediados de este año la estadounidense Ivax, por más de 6.000 millones de euros. La empresa de genéricos Mylan Laboratories, de EE UU, ha acordado también este año la compra de una farmacéutica tradicional para penetrar en el mercado de medicamentos registrados. Y la india Ranbaxy ha llevado a los tribunales a gigantes como Pfizer o Astrazeneca para impulsar la pérdida de sus derechos de patentes sobre algunos fármacos.

En España, el negocio de las empresas de genéricos es relativamente pequeño comparado con el existente en otros países del entorno. La cuota de mercado de genéricos en Alemania o Reino Unido ronda la mitad del mercado total de medicamentos y representa cerca de un 30% de la facturación. En España, la facturación de las empresas de genéricos supone menos de un 6% del total. La patronal de empresas de genéricos, Aeseg, asegura que en Reino Unido el ahorro anual que esta industria genera al Estado es de 6.000 millones de euros, mientras que en España no llega a los 600 millones. Pese a todo, esta cifra correspondiente al ejercicio 2004 casi dobla a la del año anterior.

Pero el panorama puede estar a punto de cambiar. Durante la primera década del siglo XXI, la penetración de los medicamentos genéricos en los botiquines de los hogares españoles se va a multiplicar. Al menos ese es el objetivo que se han puesto los responsables de la política sanitaria y los directivos de las primeras compañías de genéricos instaladas en España.

Cada país europeo tiene su propia política sanitaria y ésta ha incidido en el mayor o menor desarrollo del mercado. Con lo cual hay razones objetivas que explican por qué el mercado español de genéricos está menos desarrollado que el de otros países vecinos. En primer lugar, los continuos cambios legislativos sufridos en España por la industria farmacéutica han dificultado el desarrollo de las empresas de genéricos, con menos capacidad de respuesta a los cambios legales que las grandes compañías farmacéuticas.

Además, el medicamento genérico inició su andadura en España a mediados de los años 90. La asociación que reúne al 75% de las empresas, Aeseg, se constituyó en 1998. Y en menos de una década no puede exigirse a ninguna industria que alcance cuotas de mercado tan altas como las que se demanda a los genéricos. Requieren tiempo para asentarse, organizarse y poder hacerse un hueco junto a las grandes farmacéuticas.

El mercado español de genéricos está aun demasiado atomizado (más de medio centenar de compañías) y muchas de estas empresas pasan por serias dificultades cuando toca adaptarse a cambios legislativos o cuando hay que afrontar subidas de precios de producción de materia prima. Las españolas Cinfa y Normon y la alemana Ratiopharm controlan cerca del 30% del mercado nacional.

La impresión de que todo esto va a cambiar no proviene sólo del apoyo declarado de la Administración a los genéricos, sino del atractivo que tiene el mercado español para las grandes compañías internacionales especializadas en este negocio, que en los últimos tiempos se han ido instalando en España. Son ellas -Ratiopharm, Teva, Sandoz, Ranbaxy, entre otras extranjeras, y algunas españolas- las que tienen que liderar el desarrollo del sector. Y para ello deben potenciar principalmente su imagen: la campaña actual financiada por el Estado a favor de estos medicamentos tiene que ser continuada por las grandes empresas del sector.

Una encuesta presentada por la asociación de empresas de genéricos hace un mes revela que a uno de cada dos pacientes nunca se le ha prescrito un medicamento genérico y un 38% de los farmacéuticos no recomienda su uso. Más que financiar campañas de publicidad, las empresas deben darse a conocer al paciente y la Administración. Y, ya que la venta de genéricos genera un ahorro al Estado, podrían conseguir que los farmacéuticos impulsen su venta participando en los beneficios generados por este ahorro.

De cara a los cambios previstos en la industria, algunas empresas han empezado a prepararse y son éstas probablemente las que sobrevivirán. La islandesa Invent Farma ha adquirido las firmas Lesvi e Inke; la australiana Mayne ha comprado la división de genéricos de Laboratorios Rovi; Faes ha comprado la filial española del grupo francés Ipsen; Novartis ha instalado su sede social de genéricos en Madrid; Teva ha desembarcado en España con la intención de crecer a base de, en principio, compras.

Las farmacéuticas tradicionales y sus ingentes inversiones en investigación son necesarias porque sólo así continuará avanzándose en el desarrollo de nuevos medicamentos. Pero es preciso que la Administración ponga las bases que permitan un mayor desarrollo de la industria de genéricos. Ahora que la barrera divisoria entre las grandes multinacionales farmacéuticas y los fabricantes de medicamentos genéricos es mucho más difusa, la tarea debería resultar más fácil. Para beneficio de todos.

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