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Tribuna
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La persistente inflación

El INE publicará hoy el dato de la inflación de septiembre de 2005 en España. Nuestra previsión se sitúa en un 3,7% para la tasa anual del IPC, coincidiendo con la estimación preliminar que avanzó el INE, lo que supondría un aumento de cuatro décimas de punto porcentual respecto al 3,3% registrado el pasado mes de agosto.

Estos elevados valores, recordemos que el objetivo de inflación del Gobierno es no superar el 2% acorde con el objetivo de inflación del BCE, no constituyen una novedad en nuestros datos de inflación. Históricamente la inflación anual en nuestro país ha superado el 3%, a excepción del trienio 1997-1999, en el que se situó alrededor del 2%, cumpliendo el objetivo para entrar en la unión económica y monetaria (UEM).

A partir de diciembre de 1999 y hasta la actualidad la inflación anual registra valores en torno al 3% o superiores, exceptuando el primer trimestre de 2004 en el que se observaron valores inferiores al 2,5%. Por tanto, estos datos ponen de manifiesto el carácter persistente de la inflación en nuestro país.

Históricamente, la inflación anual en España ha superado el 3%, a excepción del trienio 1997-1999

Para analizar con profundidad lo que implica el 3,7% de inflación anual esperada en septiembre es conveniente descomponer el IPC total en diferentes sectores que corresponden a mercados suficientemente homogéneos, atendiendo a sus diferentes características de oferta y demanda.

Una posible desagregación, en este sentido, consiste en distinguir los siguientes sectores: alimentos elaborados, bienes industriales no energéticos, servicios, alimentos no elaborados y energía. El peso actual de cada uno de estos sectores en el IPC total es un 17% para el primero, 30% para el segundo, 35% para el tercero y un 9% para los dos últimos. Agregando los índices de precios de los tres primeros sectores, que además de tener una mayor ponderación en el IPC total muestran una evolución más suave en comparación con los índices de precios de los dos últimos sectores, se construye el IPC subyacente, que es el índice de precios sobre el que se calcula la inflación subyacente y pondera un 82%.

Con los índices de precios correspondientes a alimentos frescos y a energía se elabora el IPC residual, con un peso del 18% y sobre el que se calcula la denominada inflación residual. Esta distinción es importante, pues al publicarse un nuevo dato y evaluar el error cometido en la predicción, las implicaciones no son las mismas en el caso en el que la discrepancia entre el valor observado y el previsto se produzca en la inflación subyacente a que proceda de la inflación residual, dado que las innovaciones que derivan de la inflación subyacente muestran una mayor persistencia y, por tanto, en este caso las implicaciones son más graves. Por otra parte, la distinción de la procedencia de las innovaciones permite diseñar medidas de política económica encaminadas a reducir la inflación en aquellos sectores más inflacionistas.

Así pues, el 3,7% esperado para septiembre en la inflación anual total prevemos que se descomponga en un 2,5% de inflación anual subyacente, un 3,7% de inflación anual en alimentos no elaborados y en un 14,5% de inflación anual en energía. Con esta desagregación del IPC se aprecia la gran diferencia existente entre la inflación que muestran los distintos sectores. En el caso de la inflación anual en energía registra valores muy elevados desde mayo del pasado año. En el año 2000 también presentó tasas de inflación anual de dos dígitos alcanzando una tasa anual media de 13,3%. Para este año se espera que se sitúe en un 10,7%. En cuanto a la inflación total se prevé que alcance en diciembre un 4%, situándose la anual media en 2005 en un 3,4%. Para enero de 2006 se prevé que continúe aumentando alcanzado un 4,2%.

Incrementos de la inflación total derivados de importantes aumentos en los precios energéticos no son preocupantes en tanto en cuanto tengan un carácter volátil y no produzcan los denominados efectos de segunda ronda en los sectores subyacentes, lo cual depende de lo eficientes que sean estos sectores. El 2,5% de inflación subyacente se descompone, a su vez, en un 2,9% para alimentos elaborados, un 0,7% en bienes industriales no energéticos y un 3,8% en servicios. Estas cifras de inflación también constituyen indicadores de la competitividad y la eficiencia -o de la ausencia de las mismas- que caracteriza a los diferentes sectores, evidenciando el principal problema de nuestra economía, y al mismo tiempo señalando dónde tienen que hacer hincapié las medidas de política económica.

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