Iberoamérica, en la buena senda
Cuando hace ya catorce años se celebró en Guadalajara (México) la primera Cumbre Iberoamericana, la comunidad de países latinos del otro lado del Atlántico presentaban situaciones económicas dispares, aunque la tónica general eran los desequilibrios presupuestarios, el descontrol de los precios y el recurso desmesurado a la deuda externa.
Después de algunos avances en los primeros años noventa y un brusco retroceso a raíz de las crisis financieras de México y el sureste asiático, la situación económica de la región ha mejorado en los últimos años, gracias a una combinación de políticas económicas ortodoxas con un contexto internacional muy favorable. Los altos precios de las materias primas, una de las principales fuentes de riqueza de Latinoamérica, unidos a la bonanza del comercio mundial, han servido para lograr superávits presupuestarios generalizados y reducir de forma drástica la deuda externa: en el conjunto de la zona representa hoy el 34% del Producto Interior Bruto, frente al 48% en 2003. Paralelamente, el control de precios está llevando la inflación hacia niveles comparables a los de Europa o Estados Unidos, lejos de los dos dígitos habituales hace pocos años. Con estos mimbres, la prima de riesgo que tienen que pagar a los suministradores de capital (diferencial de tipos de interés respecto al bono de Estados Unidos) se ha reducido hasta el 3,1%, según el informe de octubre sobre Latinoamérica publicado por el servicio de estudios de Caja Madrid. La integración de las zonas de libre comercio -la más avanzada, Mercosur, formada por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay- no alcanza los niveles europeos, pero está contribuyendo a incrementar los flujos entre los países de la zona.
La consolidación de la democracia en la mayoría de los países de la zona supone un avance fundamental de cara a la búsqueda del desarrollo. La construcción de una estructura institucional cada vez más fiable sirve de base a una creciente inversión extranjera, requisito básico para el crecimiento futuro. El informe del PNUD 2005 sitúa a Latinoamérica como la segunda región, tras el sureste asiático, que más inversión extranjera directa recibió el año pasado.
El momento de la igualdad
Para el que quiera ver la botella medio vacía, el mejorado panorama no deja de presentar sombras. El crecimiento económico y la creación de empleo son fuertes, aunque limitados si se compara con los países emergentes del sureste asiático. Las mejoras cosechadas en los últimos años sólo han servido para situar la renta per cápita del conjunto de Latinoamérica en niveles similares a los de 1998, justo antes de las crisis financieras. Los sistemas financieros han mejorado, aunque persisten debilidades que dificultan el ahorro y la canalización de las inversiones. Pero la gran tarea pendiente sigue siendo la reducción de las desigualdades: un 43% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, y hasta 96 millones de personas tienen que sobrevivir con menos de un dólar al día. En este frente se concentran también los débiles niveles de educación y salud pública, fundamentales para avanzar en la igualdad de oportunidades. La combinación de la ortodoxia económica con la lucha frente a las desigualdades servirá de base para mantener el progreso cuando el favorable contexto internacional se modifique.
La importancia de reducir la deuda externa
Una de las claves del momento dulce que vive la economía latinoamericana es la aminoración de la deuda externa, tradicional cortapisa para el desarrollo. Los enormes endeudamientos de hace pocos años implicaban que el mero pago de los intereses de la deuda jibarizase el presupuesto, imposibilitando la inversión productiva. Varios años de disciplina fiscal, en un entorno internacional favorable, han llevado a una reducción generalizada. Aunque el montante de la deuda y su composición han mejorado, sigue habiendo una parte importante de la misma expresada en dólares, lo que añade un componente de incertidumbre al problema. Una subida de tipos de interés en EE UU (todavía queda recorrido al alza, según miembros de la Reserva Federal) o una depreciación de la moneda local pueden llevar a un encarecimiento brusco de los pagos. La creciente credibilidad de las políticas económicas, sin embargo, está facilitando la emisión en moneda local.