El dinero de los inmigrantes
La inmigración ha abierto para el sistema financiero español una atractiva oportunidad de negocio, según los autores. En su opinión, la clave del éxito está en captar al inmigrante lo antes posible, dentro de una aproximación estratégica a medio plazo
La inmigración es uno de los fenómenos sociales más importantes de los últimos tiempos. La cifra de extranjeros en España ha pasado de 923.800 en el año 2000 a 3,5 millones en 2005, y se espera que supere los 4,6 millones en 2008. De representar un 2,3% de la población a principios del presente siglo se ha llegado al 8,0% actual y las previsiones sitúan este porcentaje en el 11% en 2008. A su vez -y según las previsiones del INE-, del citado total, unos 2,8 millones de personas pueden ser clasificados como inmigrantes en 2005, de los cuales 1,6 millones provienen de América Latina y África.
Por otra parte, la edad de las personas que llegan a nuestro país se sitúa en el rango entre 20 y 44 años, lo que desde un punto de vista macroeconómico favorece altas tasas de actividad y empleo. El 56% de los inmigrantes declaran que tienen cargas familiares en su país de origen y un 46% desea, con el tiempo, reagrupar a su familia en España.
Además de los servicios generales demandados por la mayoría de ciudadanos, este amplio colectivo de personas requieren de algunos específicos, por ejemplo en materia de servicios financieros. Una de las primeras necesidades que tiene el común de los inmigrantes es la de enviar dinero a los familiares que han quedado en su país. Correos, a través de sus giros postales, proporciona una alternativa sencilla y económica para remitir fondos a cualquier lugar del mundo. Sin embargo, la misma no tiene demasiada aceptación, debido al largo tiempo que tarda una carta en llegar a su destinatario, especialmente en países donde los servicios postales no están desarrollados.
Una segunda opción es la de realizar una transferencia vía Swift desde cualquier banco o caja. Varias son las entidades que, para agilizar las comunicaciones con los beneficiarios, han firmado acuerdos con los principales bancos de los países de destino. Este sistema tiene claras ventajas en cuanto a seguridad de recepción del dinero y un coste razonable, pero tarda de media 48 horas y exige que su destinatario se desplace hasta la oficina bancaria para materializar la transferencia. Esta es una barrera importante, ya que una amplia mayoría de estas personas proceden de países poco bancarizados (el 50% de los inmigrantes vienen de Marruecos, Ecuador y Colombia) y como tal no están acostumbrados a utilizar los canales propios del sistema financiero. Estas pegas hicieron que apareciese en el mercado la figura de los remeseros, que responden a la figura de empresas de gestión de transferencias (EGT), prevista por la legislación vigente.
Estas han conseguido una importante difusión entre la población inmigrante. Hoy existen 59 EGT registradas (frente a las 10 que había en 1999), cuentan con unos 5.000 agentes y disponen de unos 6.000 locales abiertos al público. Su especialización en el negocio de remesas al extranjero les permite ejecutar la operación en unos 10 minutos y operan normalmente a través de locutorios que están abiertos durante casi todo el día, siete días por semana. A esta gran flexibilidad hay que añadir la ventaja competitiva de la calidez que le brinda al cliente el ser atendido, en la mayoría de los casos, por un compatriota suyo.
En la última década, el volumen de remesas tramitadas por inmigrantes se ha incrementado a una tasa anual acumulativa del 25%, siendo previsible que este crecimiento se acelere aún más. De los más de 3.000 millones que estos remitieron en 2004, se espera que los envíos superen los 5.000 millones de euros en 2007.
Un pastel de esta magnitud no ha pasado inadvertido para la banca española, que en su afán por crecer orgánicamente -a partir de una estrategia basada en la orientación hacia el cliente- ha descubierto un nuevo y atractivo segmento, el inmigrante. Bancos y cajas de ahorros han reaccionado con rapidez y de diferentes formas. Ya sea adquiriendo una EGT con base de clientela (por ejemplo, Banesto compró Cambios Sol), ya sea creando redes de agentes propias (caso del BBVA) o estableciendo acuerdos de colaboración (Caja Navarra con MoneyGram o Caja España con Western Union).
No obstante, éste es sólo el primer paso de un plan de negocio más amplio, con efectos a medio y largo plazo, y cuyo ritmo de implementación está vinculado a la propia evolución de las necesidades de los inmigrantes. En este sentido, el tiempo de permanencia en España es uno de los factores clave de desarrollo. Queda claro que durante los dos primeros años de estancia (digamos, en una primera fase), la mayor preocupación de estas personas será la de encontrar trabajo, conseguir los papeles para residir legalmente en nuestro país, hablar por teléfono con los familiares que han quedado atrás y enviarles dinero. Las remesas de fondos son el producto estrella -monoproducto- y el resultado de cualquier acción comercial adicional que pueda hacer la banca será limitado.
En una segunda fase, que podría coincidir con los tres o cuatro años subsiguientes, el inmigrante conseguirá que su núcleo familiar se reúna con él, y si las cosas le están yendo bien, solicitará pequeños préstamos de consumo y quizás se anime a adquirir una vivienda, para la que suscribirá una hipoteca. Durante este tiempo, el inmigrante se acostumbrará a la utilización de la cuenta bancaria, la tarjeta, el trato con el personal de la oficina, etc. Será a partir de entonces -tercera fase, del sexto año de residencia en adelante- cuando requiera la gama completa de servicios que la banca normalmente ofrece a sus clientes. En ese momento se convertirán en clientes multiproducto.
En definitiva, para el sistema financiero español la inmigración ha abierto una atractiva oportunidad de negocio, con altísimo potencial de crecimiento, pero que requiere de una aproximación estratégica a medio plazo. Captar al inmigrante lo antes posible, facilitándole su acceso tanto a servicios financieros como no financieros, constituye uno de los factores clave de éxito. Si hemos de atenernos a la experiencia americana, la competencia por ganar cuota en el negocio de la inmigración más pronto que tarde será feroz. Tiempo al tiempo.