Capital riesgo al alcance de todos
Desde su creación, en los años sesenta, por el profesor de Harvard Georges Doriot, el capital riesgo ha sido un factor dinamizador de la actividad empresarial de singular relevancia, que ha liderado una verdadera revolución en materia de reestructuraciones corporativas y creación de valor. En algunos momentos a lo largo de estas décadas el sector ha suscitado fuertes controversias, la mayoría de las cuales han sido producto de ciertas modalidades operativas puntuales utilizadas.
Ambos aspectos han sido analizados en tres recientes eventos celebrados en Madrid, Filadelfia y Santander. En la conferencia organizada por el Instituto de Fomento Empresarial y Cinco Días quedó de manifiesto la extraordinaria pujanza del sector en nuestro país y su importancia como impulsor del crecimiento económico, la competitividad e innovación. En este sentido, las cifras no pueden ser más elocuentes: los 105 operadores activos invirtieron 1.967 millones de euros durante 2004, el registro más alto de su historia y que duplica las cifras de negocio de sólo dos años antes. Este dinamismo ha continuado a lo largo del primer semestre de 2005, con 778 millones colocados, lo que supone un crecimiento interanual del 28%. Para el resto del ejercicio las previsiones son optimistas, estimándose que se alcanzará un nuevo récord, que podría incluso acercarse a los 2.800 o 3.000 millones de euros.
Positivo fue también el tono de la reunión celebrada en Filadelfia. Allí, los más de 500 asistentes a la Wharton Entrepreneurship Conference tuvieron ocasión de profundizar en los factores de éxito en el lanzamiento de nuevas empresas, la gestión de los estadios iniciales de desarrollo -capital semilla y startups- y sobre cómo el capital riesgo puede ayudar durante estas primeras y críticas etapas.
La futura norma debe popularizar el capital riesgo, tanto en términos operativos como de productos, para canali-zar el ahorro
No obstante, esta bonanza no estaría al alcance de todos los proyectos empresariales, ya que parece haber dinero en abundancia para financiar compras por valor de varios cientos de millones de euros, pero falta capital para apoyar negocios que requieren entre uno y 10 millones. Así, del total invertido en España en 2004 solamente el 3,5% se ha dedicado a compañías que se encuentran en fases iniciales de desarrollo, porcentaje que constituye un nuevo mínimo histórico y que refrenda el fracaso del paquete de medidas incentivadoras introducidas por el Real Decreto 601/2002, de 28 de junio de 2002. Por otra parte, varios son los expertos que han alertado contra una eventual burbuja especulativa formada en torno a algunas empresas de tamaño medio y con algunas firmas de capital riesgo como protagonistas principales. Días atrás, en el marco de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), el presidente de una de las grandes instituciones financieras españolas expresaba su preocupación por el 'incierto futuro asociado a las inversiones de private equity, dado que éstas no tienen vocación de estabilidad, tienen un grado de apalancamiento enorme y quieren obtener dinero muy rápido'.
Si bien es cierto que el 75% del volumen invertido durante el primer trimestre de 2005 ha estado vinculado a operaciones apalancadas -compras de Abaco, Recoletos, Textil Textura, Mivisa y Bodybell- y que este porcentaje es muy superior al 42% registrado en igual periodo de 2004, no parece que el perfil de riesgo asociado a estas adquisiciones sea desmesurado. Por otra parte, y aunque es probable que esta tónica se mantenga durante el segundo semestre del corriente año, no hay que perder de vista que ello representa sólo una parte del sector y que el capital riesgo español mantiene participaciones en unas 1.400 empresas, en las que se invirtieron más de 5.000 millones de euros y dan empleo a alrededor de 300.000 personas.
El proyecto de ley reguladora actualmente en discusión ha de generar un impulso adicional en la popularización de las fórmulas asociadas al capital riesgo, tanto en términos operativos como de productos diseñados para canalizar el ahorro. Respecto a lo primero, el nuevo marco legal contempla reducciones de la carga administrativa de las sociedades y fondos de capital riesgo, amplía su campo de actividades, admite que una sociedad pueda invertir en otras entidades de capital riesgo, contempla los fondos de fondos, las operaciones public to private, etcétera.
Lo segundo constituye una asignatura pendiente de nuestro sistema financiero. Aunque la captación de fondos para ser invertidos en vehículos de capital riesgo creció un 95% en 2004 hasta alcanzar los 2.043 millones de euros, más del 45% fue aportado por inversores extranjeros y un 30% por entidades financieras españolas. A diferencia de lo que sucede en el resto de Europa, las posiciones tomadas por entidades de seguro y fondos de pensiones locales es casi testimonial.
La inversión en capital riesgo presenta notables ventajas para estos colectivos y un gran interés para clientes particulares, especialmente de banca privada. En primer lugar, la rentabilidad histórica a largo plazo de estos fondos compara muy bien con la de sus homólogos dedicados a inversiones bursátiles. Segundo, tienen una menor dependencia de la evolución general del mercado. Tercero, el capital riesgo ofrece a la gestora mayores oportunidades de diferenciación de producto respecto de aquellas sólo dedicadas a inversiones bursátiles. Entre los inconvenientes asociados a este tipo de activos han de mencionarse unos mayores plazos de la inversión (de seis a 10 años), una liquidez restringida a la terminación del fondo, requerimientos de capacidades de análisis sofisticadas y una menor transparencia informativa.
Estimular el acceso al capital riesgo, tanto de inversores institucionales locales como del ahorrador privado, constituye uno de los elementos esenciales para consolidar definitivamente un sector clave para financiar el crecimiento que necesita la economía española. Del mismo modo que se hicieron esfuerzos legislativos y de promoción para favorecer el desarrollo de los fondos de inversión mobiliaria, toca ahora popularizar al capital riesgo como una alternativa adicional de colocación del ahorro. La coyuntura no puede ser más favorable.