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Debate abierto
Tribuna
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Consejeros sin ataduras

Consejos de administración. La figura del consejero independiente está en entredicho y ha sido cuestionada, incluso, por el vicepresidente Pedro Solbes. El cuidado en el proceso de selección y otras reformas del modelo podrían mejorar el crédito de los consejos y el buen gobierno corporativo

Demetrio Carceller, consejero independiente de Cepsa, tenía negocios con la petrolera por importe de cientos de millones de euros anuales. Juan Recarte, miembro del consejo de Caja Madrid, fue elegido por esta misma entidad como consejero independiente de Endesa. Enrique Aldama puso en marcha un proyecto de inversión multimillonaria en un ciclo combinado con Repsol, en cuyo consejo se sienta como independiente con un sueldo de 331.391 euros en 2004. Luis Atienza, ex ministro de Felipe González y actual presidente de Red Eléctrica, eligió a Ángeles Amador, ex ministra de Felipe González, como consejera independiente de la compañía. César Alierta, presidente de Telefónica, es consejero independiente de Altadis, mientras Pablo Isla, hasta hace poco copresidente de la tabacalera, es consejero independiente de Telefónica.

Consejeros cruzados, operaciones vinculadas, sueldos millonarios, elecciones a dedo por parte de los ejecutivos o accionistas, junto con una impresión general de mansedumbre y asentimiento hacia las decisiones de los ejecutivos han deteriorado en España la imagen de los consejeros independientes, a quienes, en muchos casos, no se ve libres de ataduras para cumplir su misión de hacer valer los intereses del capital flotante, esto es, de los accionistas minoritarios.

El propio vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes, lo denunció hace dos meses. 'Tenemos un entorno normativo y de práctica empresarial en que los consejeros independientes tienen escasos incentivos para serlo realmente. Y quienes realmente ejercen como tales lo hacen por iniciativa personal', dijo en un foro empresarial.

Según Solbes, sería de esperar que los independientes hubieran instado códigos para regular las relaciones con los accionistas mayoritarios. O que 'hubiesen forzado por este motivo la modificación de alguna propuesta presentada por el presidente del consejo'. 'No parece que nada de esto esté sucediendo y eso es quizá la mejor prueba de que los independientes no hacen honor a su denominación', concluyó.

¿Qué es un independiente? Según el diccionario de la Real Academia, dícese de la persona que sostiene sus derechos sin que la doblen respetos, halagos ni amenazas. Tal vez cabría añadir amistades e intereses entre las razones que perturban la posible independencia, pero el problema de los independientes no es cuestión de definiciones.

La del Informe Aldama, por ejemplo, no es del todo mala. Señala que son independientes 'aquellos consejeros de reconocido prestigio profesional que pueden aportar su experiencia y conocimientos al gobierno corporativo y que, no siendo ni ejecutivos ni dominicales, resulten elegidos como tales y reúnan las condiciones que aseguren su imparcialidad y objetividad de criterio'. Entre estas condiciones, además de la obvia ausencia de parentesco, figura no tener, o haber tenido recientemente, relación de trabajo, comercial o contractual, directa o indirecta, y de carácter significativo, con la sociedad, sus directivos, los consejeros dominicales o sociedades del grupo cuyos intereses accionariales éstos representen, entidades de crédito con una posición destacada en la financiación de la sociedad, u organizaciones que reciban subvenciones significativas de la sociedad.

¿Basta con cumplir con esas condiciones objetivas para asegurar la independencia de los consejeros? La experiencia muestra que no. Primero, porque no excluye supuestos de hecho (como la simple amistad) que pueden perturbar la independencia. Pero, sobre todo, porque no basta cumplir con el retrato robot para poder ser tenido por independiente.

Los estudios realizados muestran que la inmensa mayoría de los consejeros independientes son designados bien por los ejecutivos de la sociedad o bien por los accionistas de control. La elección a dedo entre un grupo de afines contamina en origen la supuesta independencia de los consejeros o, como mínimo, la percepción externa de esa independencia. Podrán ser personas preparadas, inteligentes, fieles, capacitadas, experimentadas, pero muy difícilmente serán vistas como realmente independientes si el procedimiento de designación está viciado. Juan Fernández Armesto, ex presidente de la CNMV, explicaba que 'la independencia es una virtud etérea: se tiene si se tiene y si, además, los demás están convencidos de que se tiene. Y los demás no se convencen si el procedimiento de selección no inspira confianza; y el proceso sólo la inspira si reúne un triple requisito: transparencia en la generación de candidaturas, rigor en su valoración, autonomía e imparcialidad en la decisión'.

La selección es crucial. Pocos nombres llevan consigo tal aureola de prestigio y autoridad que su independencia se dé por supuesta sin importar el mecanismo de designación. En general, la práctica recomendable es que el proceso esté pilotado por la comisión de nombramientos y que en la decisión no haya intervención del presidente, de los ejecutivos ni de los accionistas de control. La intervención externa puede resultar útil. Repsol, por ejemplo, ha decidido acudir a una firma de cazatalentos para escoger a los independientes que ocupen los puestos que dejó libres el BBVA.

Más allá de la adecuada selección, hay otros mecanismos que pueden ayudar a reforzar la independencia. La limitación del mandato es una de ellas. Tanto el Código Olivencia como el Informe Aldama abordaron la cuestión con la conclusión de que no merecía la pena reforzar la independencia a costa de renunciar a la experiencia acumulada por consejeros cuya labor ha sido positiva. Quizá ese planteamiento teórico tenía sentido cuando la Comisión Olivencia propuso introducir la figura. Sin embargo, la independencia de los independientes se ha convertido en el problema crucial, en el factor que da o quita credibilidad al modelo. Si hay consenso en que la limitación de reelección (o incluso la instauración de un único mandato de larga duración) 'constituye una garantía de su independencia' (Aldama dixit), tal vez sea momento de sacrificar la experiencia en favor del que es el rasgo esencial de la figura en cuestión.

El mayor daño a la figura se lo han hecho, probablemente, las propias empresas al calificar como independientes a quienes no eran tales. Junto a los consejeros ejecutivos, dominicales e independientes, existen los 'otros consejeros externos'. Es preferible recurrir a esa figura ante la menor sombra de duda, como en los casos de existencia de cualquier operación vinculada, ante la figura de los consejeros cruzados o a raíz de cualquier otro vínculo. También puede resultar de ayuda la transparencia y la moderación en las retribuciones de una tarea que, por otro lado, ha de ser adecuadamente remunerada, dado el riesgo y la responsabilidad (incluso penal, en algunos casos) que se asume.

No es sólo la idoneidad teórica del modelo, sino también su bondad contrastada en otros países la que obliga a avanzar en mecanismos que refuercen la figura y que eliminen esa connotación negativa asociada ahora a 'los independientes' que evidencia cierto fracaso en su implantación.

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