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Columna
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Sobre el dólar y el euro

Nuevamente se endurecen las presiones para que China modifique su régimen cambiario. Sin embargo, dado el peso de las exportaciones chinas sobre el total del comercio exterior norteamericano, no parece que si aquello ocurre vaya a tener una repercusión evidente en el déficit comercial de Estados Unidos. Según muchos analistas, sin embargo, sería un paso para una nueva situación cambiaria, con mayor flexibilidad para otras muchas monedas. Es posible que el dólar continúe su gradual depreciación, pero también es posible que no sea así, dado el diferencial de crecimiento con otras regiones y su primacía como moneda. La corrección que demanda el desequilibrio externo americano no se encuentra en su divisa sino en sus finanzas públicas, como muchos economistas, entre ellos Greenspan, no dejan de recordar.

Las dudas sobre el tipo de cambio del dólar también han planteado la cuestión de su papel como moneda de reserva internacional, ya que en la actualidad muchas compras de la divisa norteamericana se han llevado a cabo por bancos centrales asiáticos. El tamaño del déficit externo americano y de su endeudamiento exterior, y la sostenibilidad del proceso son motivos de reflexión.

La moneda que podría considerarse en la actualidad con algún viso de posibilidad de ser alternativa al dólar como moneda de reserva internacional sería el euro. Hay que tener en cuenta que el estatus internacional de una moneda depende de factores como el peso del país en la producción y comercio mundiales, el desarrollo de los mercados financieros del país emisor, la confianza existente sobre la misma y especialmente sus externalidades de uso. La utilidad de una moneda depende de su utilización por un número elevado de personas, por lo que se produce una cierta inercia en su uso como moneda de denominación del comercio, de las transacciones financieras o como moneda de reserva. Según un estudio de los economistas Menzie Chinn y Jeffrey Frankel preparado para el National Bureau of Economic Research, el euro podría sobrepasar al dólar como moneda de uso internacional si los países de la UE que aún no están en el área euro (Reino Unido, Suecia y Dinamarca) lo adoptaran, o alternativamente, si la depreciación actual del dólar continuase. Con la primera alternativa se conseguirían las dos primeras condiciones mencionadas ya que la economía de la Europa de los 15 alcanzaba un peso en 2004 similar al de EE UU (de alrededor de 11,5 billones de dólares) y los mercados financieros ingleses son un factor de referencia. Por otra parte, la ampliación en el uso del euro por los propios países europeos reforzaría la confianza de otros potenciales usuarios, a la vez que una depreciación continuada del dólar, o la incapacidad de las autoridades americanas para equilibrar su economía, deterioraría la confianza en el dólar. Los autores mencionados estiman que bajo esas hipótesis el euro sólo lograría sobrepasar al dólar como moneda internacional de reserva en el año 2022. Aún hay años para discusión y para que las economías se afiancen.

El euro muestra hasta la fecha una evolución medianamente satisfactoria. Como ha expresado recientemente el vicepresidente del Banco Central Europeo, Lucas Papademos, una moneda debe ser juzgada por su poder de compra y, en ese sentido, hay que resaltar que la inflación del área en los seis años de existencia del euro se ha mantenido en un 2%. Además, las expectativas existentes sugieren que los mercados financieros confían en que se mantendrá la estabilidad de precios a largo plazo. Para que se termine de asentar la confianza en el euro las economías europeas deberían crecer a un ritmo suficiente para generar empleo. Hasta la fecha el crecimiento es una lección pendiente: por ejemplo entre 1999 y 2004 el crecimiento medio en Europa ha sido del 1,9% en comparación con un 3% en Estados Unidos. Tanto el crecimiento del empleo como de la productividad son desfavorables para Europa. Y en ello influyen especialmente factores estructurales y las políticas aplicadas que provocan una falta de confianza de consumidores y empresarios sobre la evolución económica. Aunque las políticas aplicadas sean correctas, falta aún su resultado.

Como también en el caso norteamericano, aunque las políticas no sean correctas, la situación de statu quo les permite mantener sus desequilibrios. Simplemente baste señalar, como ha hecho el último informe del FMI, que el deseo de mantener activos en dólares, junto con la depreciación de éste, implica una transferencia de renta del resto del mundo a la economía norteamericana, que ve mejorar la valoración de su posición externa neta en activos financieros. Ser moneda internacional tiene ventajas.

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