Cambios en el trabajo
Las nuevas tecnologías llevan a una mayor necesidad de calificación de la mano de obra en algunos sectores, mientras que descalifican el valor de lo aprendido por el trabajador en otros. El autor reflexiona sobre el alcance de los cambios en el mundo laboral y profesional
Evolución tecnológica, globalización y transformaciones sociales influyen sobre el volumen de empleo y la naturaleza de las profesiones. Por ello, el desarrollo de la cultura general y la formación son fundamentales como estrategia de adaptación a la evolución de la economía y el empleo.
Las economías europeas más competitivas son aquellas que gozan de un alto contenido en Capital Humano. En este sentido, es de destacar que la mejora de la productividad pasa por políticas que requieren un esfuerzo considerable en educación y en I+D+i.
El cambio tecnológico, primer factor de transformación de las ocupaciones, modifica la forma en que los bienes y servicios son producidos. La automatización en los sectores industrial y agrícola disminuye empleos, sobre todo, no cualificados.
En el sector terciario se ha producido una disminución de empleos no cualificados en las profesiones burocráticas. Ello, como consecuencia de que las Tecnologías de la Información y la Comunicación han incrementado la productividad de las actividades de tratamiento de datos, almacenamiento, o de transmisión de la información. Además, el cambio técnico provoca, a su vez, la eliminación y creación de nuevas profesiones, aunque distintas a las que se destruyen. Así, la telefonía móvil comienza a sustituir la telefonía fija, la difusión de música con tecnología MP3 amenaza la venta de CD. Las cámaras digitales han conseguido venderse más que las cámaras tradicionales. Internet disminuye el volumen de correo ordinario, pero al mismo tiempo, el desarrollo del comercio electrónico, aumenta la actividad de mensajería de servicios postales.
La globalización, segundo factor, elimina igualmente empleos en determinados sectores y los crea en otros, y se ha visto favorecida por las transformaciones tecnológicas. La mejora de la relación calidad-precio de los servicios de telecomunicaciones, ha facilitado los intercambios internacionales (una llamada telefónica de tres minutos entre Londres y Nueva York ascendía a 245$ en 1920, frente a 2$ a precios constantes de 2000, ciento veinte veces menos). La competencia de países con salarios inferiores disminuye los empleos de producción menos cualificados. Así se acelera, y por partida doble, la destrucción de empleos manufactureros. Por un lado, las importaciones procedentes de países en desarrollo generan una disminución de los empleos y, por otra parte, las empresas deben mejorar la productividad para mantener su competitividad.
Pero los cambios no son sólo cuantitativos, Así, las mutaciones sociales son el tercer factor de transformación de los oficios. Nuestra sociedad es cada vez más individualista, pero ello no significa un repliegue sobre nosotros mismos, sino una exigencia de libertad personal y un valor creciente que otorgamos a nuestra propia vida. Las viejas solidaridades colectivas estructuradas en torno a la familia y la religión, que definían un conjunto de derechos y deberes, son sustituidas por otros modelos de regulación social, que tienden a conciliar libertad y seguridad: seguros sociales y privados, policía y seguridad privada.
Todas estas tendencias alimentan un hedonismo creciente: 'aprovechar la vida', 'vivir intensamente'. Los valores del trabajo son difusos en la utilización incluso del tiempo libre. De ahí, el aumento del ocio activo, y el crecimiento de empleos socioculturales, deportivos y de hostelería. El crecimiento del nivel de vida y la extensión del tiempo libre generan un desarrollo sostenido de este sector.
El valor creciente otorgado a la igualdad entre personas conduce a su vez a la igualdad de oportunidades. Hoy la tasa de actividad de la mujeres es del 45,86%, frente al 28,8% de 1976. Esta evolución explica el desarrollo de profesiones relacionadas con actividades domésticas. De ahí, la explosión de empleos de atención infantil. O el desarrollo de empleos para la fabricación de productos de alimentación semipreparados.
Además, la distribución por edades de la población total incide sobre el empleo. Así, una población con fuerte presencia en edades escolares necesita mayor número de profesores. En el otro extremo, el aumento de personas mayores, aunque necesitan menos equipamientos, genera una mayor demanda de servicios de ayuda a domicilio o atención sanitaria.
Sin embargo, el individualismo creciente de nuestras sociedades no significa el acceso de todos a los servicios, con las mismas condiciones, a los cuales cada uno puede aspirar. El desarrollo irreversible de los empleos del sector servicios es incuestionable: trabajo femenino, aumento de la esperanza de vida, consumo creciente de atención sanitaria, mantenimiento a domicilio de personas mayores, etc. Pero estos empleos no benefician a todos por igual. Por ello, si queremos que estos servicios alcancen a todo el mundo y que sus beneficios sean un derecho para todos deberá plantearse un debate social sobre sus modelos de financiación y acceso a los mismos.