La fusión del NYSE
Los dirigentes de NYSE han concebido una operación recientemente sacada a la luz pública que cambiará su organización institucional y su manera de casar órdenes, ampliará el tipo y volumen de los valores que negocia y reorientará su estrategia de crecimiento como empresa y las relaciones con sus propietarios. De hecho, pasará de ser una entidad mutualista no lucrativa a ser una sociedad por acciones, con ánimo de lucro y cotizada públicamente.
Todo ello pretende conseguirlo mediante la fusión (inversa) con Archipelago, un mercado electrónico cotizado en el Nasdaq que ha mostrado capacidad de crecer imparable desde en 1997 se creó. Los propietarios de NYSE, los propietarios de los asientos de Bolsa, recibirán 300.000 dólares y acciones de la nueva compañía. Los asientos se valorarán, parece, a algo más de dos millones de dólares. Los accionistas de Archipelago recibirán el 30% de la nueva entidad. El negocio no parece ser malo para estos últimos: Archipelago se revalorizó cerca de un 60% al conocerse la noticia. Los de NYSE tienen que pronunciarse. Algunos en privado lo han hecho positivamente. En particular, los propietarios absentistas -poseen uno o varios asientos que tienen alquilados a un tercero- ven la operación como algo positivo, les aporta tanto liquidez inmediata (pago al contado), como futura (acciones cotizadas).
Para los que trabajan en los asientos de Bolsa la fusión tiene, en principio, evidentes ventajas en términos de posible aumento de volumen de negocio gracias al acceso a la plataforma de negociación electrónica de Archipelago -la mayor en EE UU-, la posibilidad de negociar los valores cotizados en el Nasdaq que son negociados en Archipelago, la incorporación de la negociación de opciones -que permite atender las órdenes simultáneas de operaciones al contado y a plazo, cada vez más populares-, el aumento de horas de negociación y, lo que puede ser más importante a largo plazo, las posibilidades de crecimiento con futuras adquisiciones que facilita el poder usar sus acciones (cotizadas) como contraprestación en operaciones de compra de otros mercados o plataformas de negociación. Posibilidades de crecimiento que nada impide tengan una vocación internacional y que sean instrumentales para acercar geográficamente el NYSE a las sociedades emisoras y a los husos horarios de inversores e intermediarios europeos y asiáticos.
La operación coincide en el tiempo con las sanciones impuestas por la Securities and Exchanges Commission (SEC) a una veintena de especialistas del mercado neoyorquino por tramitar las órdenes de sus clientes de manera fraudulenta, bien adelantando para la cuenta propia las operaciones ordenadas por clientes para a continuación cumplimentar las órdenes de los clientes a peor precio, bien interponiéndose entre clientes vendedores y compradores en beneficio propio.
Por este motivo el NYSE ha sido objeto de censura por la SEC por no cumplir con su obligación de supervisar correctamente las malas prácticas de sus especialistas. El especialista es un creador de mercado de los valores en que se especializa y que atiende las órdenes propias más las que le proponen los brokers que van a su puesto para comprar o vender. Realiza varias funciones: subastador de los valores que cuida, agente o ejecutor de las órdenes que llegan a él electrónicamente o que le son encomendadas por los brokers, estabilizador de los precios, creador de mercado y dealer en tanto que da contrapartida por cuenta propia cuando entiende que lo debe hacer -en principio, cuando el mercado no da contrapartida a las órdenes de compra o de venta-. Con tantas funciones no resulta sorprendente que el especialista pueda ser objeto de conflictos de interés y anteponga sus intereses a los de sus clientes.
Entre los planes del NYSE está crear una entidad independiente responsabilizada de la supervisión del mercado, algo parecido a lo que ya hiciera en su día NASD después de otro escándalo protagonizado por sus intermediarios. La combinación de una entidad supervisora más independiente y del aumento de la negociación electrónica posiblemente reduzca el margen de discrecionalidad que los que operan desde dentro del mercado tienen y que están tentados de emplear en provecho propio.
Pero no todos están satisfechos con la operación, un grupo de brokers que generan un volumen de negocio importante andan quejosos porque no sacan beneficios de ella. Si el NYSE es un buen negocio, dicen, es porque ellos canalizan a su parqué las operaciones que han generado con sus clientes. Sin su trabajo, el NYSE no valdría nada. Por ello, defienden, se encuentran legitimados para recibir parte de la plusvalía generada en fusión. De hecho, hay alguna personalidad que fuera directivo de la Bolsa que anda tratando de reunir dinero para una contraoferta.
Dos moralejas provisionales, a la espera de ver en qué acaba todo esto. En primer lugar, constatar que el NYSE parece estar tratando de poner en marcha un modelo de negocio y manera de crecer bastante parecida a la que hace años decidieran las Bolsas de la vieja Europa. La segunda, comprobar la falta de prejuicios ideológicos existente entre algunos brokers neoyorquinos cuando defienden que la plusvalía es para quien la trabaja.