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Columna
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¿Flexibilizar el PEC?

El crudo invierno ha congelado la convaleciente economía de la eurozona y la ha situado casi en valores bajo cero. Cuando parecía que el socavón del 2003 estaba ya superado, el último trimestre de 2004 arrojaba un escuálido crecimiento del 0,2 % del PIB. El Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional han rectificado a la baja sus previsiones de crecimiento para la zona euro en 2005, situándolas en un 1,6 % del PIB. Es una fragilidad económica que no se compadece con lo que pretende ser un vigoroso ciclo político que se inicia con la ratificación de la euroconstitución por nuestro país.

La fortaleza del euro frente al dólar, las tensiones inflacionistas, los elevados precios del crudo y la vulnerabilidad de la eurozona a factores externos parecen estar en la raíz del problema. La debilidad crónica de la locomotora alemana, que ha superado por primera vez la cifra de cinco millones de parados, tampoco parece ajena. La demanda interna, y singularmente la debilidad del consumo, no toma el relevo de un sector exterior dañado por la fortaleza del euro.

En este escenario de ralentización económica, la presidencia luxemburguesa ha convocado al Ecofin para el próximo 20 de marzo. Sobre la mesa, un tema recurrente ¿hay que flexibilizar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC)? ¿Hay que adaptarlo a la posición cíclica de la economía? ¿Consolidar en épocas de bonanza económica y ser permisivos en períodos de atonía cíclica? ¿Hay que salvar del déficit cero determinadas partidas como las destinadas a inversión o a I+D+i?

A fuerza de relativizar nos podemos encontrar con que cada país administre el Pacto de Estabilidad según la posición cíclica de su economía

Como siempre, cada Estado defiende sus propios intereses. Alemania considera que deben computar los costes de la reunificación. Francia es el paladín de una serie de países que defienden la sostenibilidad de las finanzas públicas y el nivel de endeudamiento como factor decisivo para la aplicación del PEC. Portugal e Italia son partidarios de flexibilizar el Pacto y, como no, el Banco Central Europeo defiende la ortodoxia presupuestaria.

Queda por ver cuál será la posición de España. Un país que, gracias a una política económica rigurosa, no sólo realizó un intenso proceso de consolidación presupuestaria, sino que además se dotó de un marco jurídico con la Ley de Estabilidad Presupuestaria.

Si algún atributo hay que predicar de la política macroeconómica de estos últimos años ese es sin duda el de la credibilidad. Recuérdese que nuestro país cumplió anticipadamente los objetivos del Pacto de Estabilidad y Crecimiento: déficit cero a corto plazo, equilibrio presupuestario o superávit a medio plazo.

En una palabra, o se cree en la política fiscal discrecional o se deja jugar a los estabilizadores automáticos. En esta segunda hipótesis, y como siempre defendió el Banco Central Europeo, el equilibrio de las cuentas públicas debe servirse con reformas estructurales y con la revitalización de la estrategia de Lisboa.

A la economía española tampoco le fue tan mal, la estabilidad presupuestaria supuso un entorno macroeconómico favorable al crecimiento y a la creación de empleo que nos permitió avanzar en el proceso de convergencia real con la UE.

Pero la sangre no llegará al río. No parece que vaya a modificarse el procedimiento por déficit excesivo, aunque quizás sí sus consecuencias. Tampoco parece que vayan a tocarse los llamados valores de referencia que seguirán instalados en el 3 % de déficit público y en el 60 % en cuanto a la deuda pública. Y alguna referencia se hará a las siempre aplazadas reformas estructurales. Pero sobre todo parece imponerse la tesis de la relatividad cíclica en la aplicación del PEC, en épocas alcistas contracción del déficit, en épocas recesivas flexibilización del rigor presupuestario. Aunque a fuerza de relativizar nos podemos encontrar con que cada país administre el PEC según la posición cíclica de su economía.

Todos los países coinciden en señalar que debe hacerse una relectura del PEC, que debe enfatizarse el efecto preventivo en detrimento del represivo, que las odiosas sanciones sólo suponen agravación de la situación económica que late tras un déficit excesivo. Y, en definitiva, que en situaciones de desaceleración se impone lo que se ha dado en llamar una 'flexibilidad reflexionada'. La solución, si es que la hay, el próximo día 20.

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