Cambios en el panorama laboral de EE UU
Si hubiese que elegir un dato por su impacto en los mercados financieros y por su capacidad para afectar al optimismo de los agentes este es, sin duda, el informe de empleo en EE UU.
Tras casi tres años en los que la continua destrucción de empleo que se vivía en la economía estadounidense hacía temer un descalabro del gasto de las familias, nos encontramos ahora ante un escenario radicalmente diferente. Ahora, el ritmo de crecimiento económico que se ha alcanzado es suficiente para generar nuevos puestos de trabajo.
Sin embargo, sigue confundiendo la incapacidad que está mostrando aquella economía para conseguir una creación sostenida de empleo: meses de elevada generación de empleo son seguidos por periodos de estancamiento o reducción del número de empleados.
Este patrón de comportamiento no ha sido el habitual en las salidas de otras crisis, y precisamente es esta evolución tan errática la que explica los temores acerca de robustez de la recuperación del mercado de trabajo. Además, hay una serie de elementos que hacen diferente la situación del mercado de trabajo en el momento actual respecto a la reactivación posterior a la crisis de 1991. Uno de ellos sería la magnitud que alcanza el desempleo de larga duración. Otro, el proceso de movilidad funcional de empleo que se está llevando a cabo en la industria, sobre todo.
En cuanto a la proporción de desempleo de larga duración, en la salida de la crisis de 1991 éste se redujo en dos años desde un máximo del 23,1% del paro total hasta menos de un 20%. Sin embargo, en esta fase del ciclo, el porcentaje de desempleo de larga duración no logra alejarse de manera contundente de registros muy cercanos a máximos.
Además, se confirma que la tasa de desempleo temporal representa en torno a 0,6 puntos porcentuales de la tasa de paro total, lo que representa una de las menores aportaciones de la última década. Otra evidencia más de que en la actual fase hay una mayor parte de desempleo que se puede calificar de permanente. Esta situación se explica, en parte, por un cambio en la estrategia empresarial.
Diversos estudios confirman que el proceso de recolocación de trabajadores, propio de fases de crisis, se mantuvo con la misma intensidad durante los primeros estadios de la recuperación económica. Esta recolocación consiste en redistribuir los trabajadores contratados ante eventuales aumentos de demanda, en lugar de contratar nuevos.
Otros de los cambios en la situación del mercado de trabajo se refiere al comportamiento del sector manufacturero. Se ha estimado que si a comienzos de los noventa cerca del 57% del paro en el sector industrial no respondía a factores coyunturales, esta ratio asciende al 79% en la actualidad.
Uno de los principales elementos determinantes en el cambio de tendencia que dibuja el empleo en el sector manufacturero ha sido el proceso de deslocalización de la industria estadounidense hacia destinos considerados más baratos (México y China, principalmente).
Esta circunstancia explica en gran medida que se siga destruyendo empleo en la industria aún a pesar de que en el resto de sectores se está produciendo una creación neta de empleo positiva. Un análisis más detallado del empleo en manufacturas, pone de manifiesto que más de la mitad del trabajo destruido se ha concentrado en cinco industrias: electrónica y ordenadores, material de transporte, maquinaria, metales y vestido. Curiosamente, estas categorías concentran más del 30% del total de las importaciones procedentes de China. Es decir, que cerca del 10% del total del empleo perdido en el sector de la manufactura desde finales de 2000 tiene su origen en la entrada de un nuevo participante en el orden mundial mucho más competitivo. Aunque, el empleo en la industria representa una parte pequeña del total en EE UU, el proceso de deslocalización puede extenderse al sector servicios, verdadero pilar de la generación de puestos de trabajo.
Pese a la recuperación de la demanda no hay síntomas de que la economía estadounidense pueda adaptarse a la oferta. El comportamiento que muestra el mercado de trabajo es sólo otra manifestación. Este exceso de demanda sobre la producción agregada es creciente, lo que se refleja en un déficit corriente en máximos históricos.
Los precios de los activos financieros son los que deben ajustar este desequilibrio. Hasta ahora ha sido muy claro con la cotización del euro/dólar, en ausencia de ajustes de las divisas asiáticas. Muy recientemente, también se ha traducido en una ampliación de los diferenciales de la rentabilidad de la deuda estadounidense y la alemana hasta máximos de los últimos dos años. Mientras persista esta situación de fuerte desequilibrio entre la oferta y la demanda, seguiremos asistiendo a la actual debilidad del dólar.