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Tribuna
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Ahora será la economía

José Carlos Díez

Esta noche conoceremos, salvo que se produzcan de nuevo problemas de recuento, quién será el próximo presidente de EE UU. Durante la campaña electoral, los estrategas demócratas han intentado mantener el debate sobre la actual situación económica, pero los republicanos hábilmente han conseguido que la prioridad sea la seguridad, en la que según las encuestas Bush aventaja a Kerry.

Lo que nos dice la historia es que hay una relación funcional entre el ciclo político, y el económico. Cuando la situación económica es favorable, hay más probabilidades de que el partido gobernante vuelva a salir elegido. Al contrario, cuando la economía no va bien el electorado es más favorable a un cambio de partido. La economía estadounidense registró una tasa de crecimiento en 2003 del 3% y todas las previsiones apuntan a que crecerá en 2004 por encima del 4%.

La pregunta que nos haríamos teniendo en cuenta la teoría del ciclo político-económico es: ¿por qué el candidato Bush no tiene garantizada su reelección, con estas tasas de crecimiento económico?

La respuesta la tenemos que buscar en las incoherencias intrínsecas del crecimiento americano en los últimos años. Durante la segunda mitad de los noventa, la idea de la nueva economía, basada en las ganancias de productividad eternas, derivadas de las nuevas tecnologías de la información, se incorporó a las expectativas de los consumidores y de las empresas estadounidense y provocó un fuerte aumento de la tasa de endeudamiento de ambos. En el año 2001, el pinchazo de la burbuja bursátil, vinculado a las empresas de la nueva economía, hizo que muchas inversiones que se habían realizado tuviesen que revisarse, y esto provocó una grave crisis empresarial que alcanzó su punto más bajo en el primer trimestre de 2002, con una caída de la inversión agregada del 13,8% anual, la tasa más negativa desde 1982, año en el que Reagan fue elegido. Esta crisis también ha provocado un intenso proceso de destrucción de empleo.

Para evitar una grave recesión, la política económica actuó con decisión. La Reserva Federal bajó sus tipos de interés hasta mínimos históricos, y el Gobierno Federal llevó a cabo una reducción impositiva y un fuerte aumento del gasto público, especialmente del gasto militar. Esto ha permitido que los consumidores americanos pasaran de puntillas por la crisis, manteniendo altos niveles de consumo.

Las políticas consiguieron su objetivo, sin embargo cuando la economía ha superado la recesión, los republicanos se muestran reacios a corregir el déficit público. Lo que en su momento fue una decisión coyuntural, se convierte ahora en una propuesta ideológica. Como ha dicho el vicepresidente Cheney: '¡Déficit!, ¿a quién le importa el déficit?'.

En el segundo semestre de 2003, las empresas aumentaron sus tasas de inversión, pero su propensión a contratar aún sigue siendo reducida. La economía americana ha creado empleo en el último año, pero menos del que se correspondería con estas tasas de crecimiento y de menor calidad. Además el crecimiento de los salarios ha sido muy reducido. Este comportamiento del mercado de trabajo y el mayor pesimismo con el que afrontan el futuro próximo los ciudadanos estadounidenses explican por qué las elecciones han estado tan igualadas en las encuestas.

El panorama económico con el que se encuentra el nuevo presidente no es sencillo. La subida de los precios del crudo provocará menor crecimiento económico, y mayor inflación, por lo que la política monetaria se verá obligada a continuar subiendo sus tipos de interés hasta niveles neutrales. Por otro lado, en los últimos años el déficit exterior continúa aumentando, y las menores perspectivas de crecimiento han hecho que los inversores se preocupen por la sostenibilidad del endeudamiento externo, y su financiación, aumentando las presiones sobre el dólar. Además, en los últimos cuatro años no se han preocupado del envejecimiento de la población, pero debido a este problema en la próxima década los compromisos por pensiones aumentarán significativamente el gasto público.

Por lo tanto, cualquiera que sea elegido tendrá que afrontar todos estos problemas durante los próximos cuatro años. La seguridad seguirá siendo una de las principales preocupaciones de los estadounidenses, pero la economía tendrá que aumentar su relevancia, y el nuevo presidente no podrá mirar para otro lado.

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