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Columna
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Cualificación en los nuevos miembros de la UE

El nivel de instrucción (medido por el número medio de años de escolarización) de la mano de obra en los nuevos países miembros de la Europa central y oriental (PECO) en la Unión Europea es relativamente elevado, incluso en comparación con la UE, y debería constituir una base sólida que permita destinar recursos para la mejora de las cualificaciones. Así, el 83% de la población de los Diez posee educación secundaria, frente al 66% de la UE y el 45% de España.

Sin embargo, aunque poseen una ventaja comparativa en educación, tienen serias dificultades para convertirla en cualificación. Ello es debido a la falta de experiencia laboral en empresas que se rijan por criterios de mercado. Lo que junto a la falta de capitalización de la economía y los escasos avances tecnológicos hace que se produzca una baja productividad.

En este sentido, la creencia general sobre una transferencia masiva de actividades del Oeste hacia el Este conviene relativizarla. Es cierto que la diferencia del coste salarial es considerable: el coste hora de trabajo varía de uno a cinco entre la media de los Diez y la de los Quince. Pero hay que tener en cuenta que la productividad laboral es muy inferior en los países del Este (la mitad de la registrada por la UE y España). Todo ello limita la motivación para deslocalizar.

De hecho, el nivel de salario está lejos de ser el único determinante de la implantación de actividades en Europa del Este. Así, una encuesta de la Comisión concluye que el acceso y conquista de nuevos mercados constituye el motivo prioritario de las empresas. Como destaca la Comisión, las necesidades de estos países son enormes en todos los sectores económicos y sociales: industrias, servicios (banca, grandes superficies y terciario avanzado), transporte (integrar sus redes en las transeuropeas), medio ambiente, agricultura y cualificación de los recursos humanos.

De este modo, será necesario esforzarse en reciclar importantes segmentos de la población activa que deberán cambiar de empleo, adaptando los conocimientos y cualificaciones para un escenario laboral y un entorno tecnológico totalmente nuevos. De hecho, todos los PECO están en plena mutación estructural y la adhesión a la UE va a acelerar esta mutación. En la mayoría de países se observa la misma tendencia: reducción del empleo en los sectores primario y secundario, compensado por un fuerte aumento en el sector servicios.

El sector agrícola ocupa el 13,3% de media entre los PECO, frente al 4,3% de la UE. Así, Lituania (20%), Polonia (19%) y Letonia (15%) se caracterizan por un peso relativo importante del empleo agrícola.

Por todo ello, la formación es un ámbito en el cual los nuevos países miembros, así como la UE, deben aportar importantes dotaciones de recursos y poner en funcionamiento un mayor número de programas. Y ello, además, como consecuencia de dos factores que debemos resaltar. Primero, en la mayoría de dichos países, la formación en empresa, realizada en el puesto de trabajo o de manera organizada, no está actualmente asegurada por razones financieras. Y en segundo lugar, un gran número de establecimientos de enseñanza profesional imparten competencias o están basadas en tecnologías consideradas obsoletas o cada vez menos demandadas. Lo que contrasta con el ritmo rápido de la evolución tecnológica, y que es mucho más dinámico en países en proceso de reajuste.

En un periodo de mutación estructural rápida los cuellos de botella pueden producirse y tener una incidencia sobre la tasa de paro, en concreto sobre el paro de larga duración. Y lo que es peor, cuanto más tiempo se está en el desempleo, aumenta el riesgo de que las cualificaciones queden obsoletas.

En los nuevos países miembros, más de la mitad del conjunto de parados se encuentra en el paro desde hace más de un año (10% de la población activa). Lo que justifica que los PECO consideren prioritario la reducción del paro de larga duración. Para ello deberán incrementar las posibilidades de formación de las personas que están en el paro desde hace más de un año. Las políticas de formación, orientación profesional activa e información sobre las posibilidades de empleo se han mostrado muy eficaces en diversos países europeos.

Sin embargo, la experiencia de determinados países en transición muestra que las medidas indicadas son insuficientes. Los parados de larga duración deberían, a su vez, aceptar un empleo temporal promovido por el sector público, realizar una formación de reciclaje y recurrir regularmente a servicios públicos de colocación.

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