_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Argentina y el FMI: una lección

Argentina debe acometer serias transformaciones tanto en sus instituciones como en la sociedad civil, según el autor, que considera que los organismos internacionales que se ocupan de crisis como la del país austral también están abocados a reorientar sus políticas

La crisis de la deuda externa argentina y la marcha de sus negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) deben sumarse a la lista de lecciones que pueden extraerse de las reestructuraciones de deudas más recientes, como fueron Uruguay, Ecuador o Rusia. Si bien la mayoría de los analistas espera que Argentina siga creciendo en los próximos dos años, aunque con tasas más modestas de las que lo hecho en el último (7%-8% en términos reales), también coinciden en que para que este crecimiento se sostenga es necesaria la renegociación de su deuda en términos más razonables que los actualmente planteados y, sobre todo, debe acometerse una profunda reforma institucional.

En primer lugar y dado que el Estado es el principal empleador argentino, resulta necesaria la reducción del tamaño de su sector público. Este sector ocupa nada menos que un tercio de la fuerza laboral del país. En paralelo, el Poder Legislativo debería abordar la reforma su complicado sistema fiscal, un sistema cuasi ancestral de 'coparticipación' por el cual las provincias argentinas 'negocian' su participación en la recaudación impositiva con el Gobierno nacional, generándose así casos de corrupción y clientelismo político. Parece sensato argumentar que cada provincia debería recaudar sus propios impuestos para soportar su gasto público, o como mínimo establecer un juego de 'corresponsabilidad' fiscal más acorde con su estructura federal.

Es esencial para España que el país austral, donde es el primer inversor europeo, recupere un crecimiento económico de manera sostenible

Por otro lado es imprescindible limitar la intervención del Estado en la economía. Las acciones que en este sentido se produjeron en los noventa, parecen ir ahora justo en dirección opuesta. La anunciada creación de una empresa estatal de aviación, de la cual aún se desconocen sus fuentes de financiación y la competencia que ejercerá frente al sector privado, el progresivo desmantelamiento del sistema de jubilación privada, el congelamiento de las tarifas de los servicios públicos y las retenciones de las divisas provenientes de las exportaciones agrícolas, del petróleo y gas son sólo algunos ejemplos de esta nueva ola de intervencionismo estatal.

Resulta muy necesario afrontar el fortalecimiento del Poder Judicial. El manejo que se ha hecho del Poder Judicial, especialmente en el seno de su más alto tribunal -desde el del nombramiento y destitución de sus integrantes a iniciativas del presidente de turno, hasta la utilización de jueces con fines políticos- son algunas muestras de que Argentina aún tiene mucho camino por recorrer.

Pero lo que quizá resulta más llamativo del caso de la deuda Argentina es que a pesar de estar pendientes todas estas importantes reformas, el país ha continuado recibiendo fondos y facilidades de pago por parte del FMI y otros organismos internacionales de crédito (Banco Mundial, BID). Hubo que esperar que el país incurriera en suspensión de pagos, el famoso default, para que el FMI endureciera sus condiciones y exigiera esas urgentes reformas. Pero ya era tarde.

Adicionalmente, las medidas adoptadas por el Gobierno argentino, como la congelación de los depósitos bancarios o corralito, la 'pesificación asimétrica' que minó al sistema bancario, o la revisión de los contratos con las empresas de servicios públicos, entre otras, generaron un nivel de desconfianza tal en la comunidad económica y financiera internacional que en un año Argentina pasó del puesto 68 al 110, en el Índice de Libertad Económica que anualmente elaboran The Heritage Foundation y el periódico The Wall Street Journal. De forma resumida, y parafraseando a un alto responsable de la banca internacional: 'No se puede decir lo que va a pasar mañana con el dinero y las inversiones'. En una palabra: incertidumbre.

Por ello, ante el actual panorama, cabe ahora preguntarse si la política de préstamos del FMI y otros organismos ha sido la correcta ¿fue un error político o una mala gestión de riesgos? En cualquier caso, sin excusar la responsabilidad del Gobierno argentino y de cierto sector de su clase dirigente, es difícil desligar de ella a los organismos internacionales que continuaron prestando en tales condiciones de inseguridad y a los bancos y otros inversores institucionales que continuaron comprando bonos de deuda con tan alto riesgo (hoy el Gobierno argentino pretende una quita de hasta el 90% del valor nominal de su deuda: ¿queda margen para negociación en estas condiciones?).

En mi opinión, el FMI y otros organismos internacionales de crédito no debieron seguir prestando dinero en tanto las reformas necesarias se realizaran efectivamente. Hoy, tales organismos y el mismo sector privado (bancos y acreedores institucionales) deben enfrentarse con un nuevo populismo que parece ir tomando cuerpo en América Latina como lo demuestra la nueva alianza entre Kirchner y Lula para afrontar las negociaciones de la deuda.

El panorama actual también ha sembrado el terreno para que resurgieran las viejas críticas a las políticas de privatizaciones y a los Gobiernos liberales. En este sentido, los avances en Argentina en los noventa, privatizando las empresas públicas junto a una política de desregulación, con todo lo positivo que ello ha tenido, no supusieron una auténtica política liberal sino un traspaso del monopolio estatal al monopolio privado.

Este proceso no sirvió para incentivar la producción, el crecimiento y el empleo, sino, lamentablemente, para beneficiar a una elite política y empresarial afín al Gobierno de turno. Tampoco sirvió para reducir la deuda pública sino que aprovechando la buena imagen que entonces gozaba el país, debido precisamente a esas mismas políticas y la buena coyuntura internacional, se hizo lo contrario.

España no ha permanecido ajena a este proceso sino que al contrario, ha sido uno de los principales jugadores. Además de la responsabilidad derivada de la existencia de profundos lazos históricos, culturales y lingüísticos que nos unen, nuestro país es el primer inversor europeo en Argentina y para nosotros es esencial que recupere un crecimiento económico de manera sostenible.

Pero el objetivo de este artículo no es transmitir un mensaje negativo o desalentador. Para quienes nos sentimos partícipes de un auténtico pensamiento liberal, estas crisis no deben desmoralizarnos sino muy por el contrario, fortalecer nuestras convicciones. Quizá sea hora de recordar el paradigma shumpeteriano de 'destrucción creativa'. Toda crisis implica un cambio, una transformación. En el caso de Argentina y su deuda, son la transformación de su sistema político e institucional así como también de su misma sociedad civil, ahora más consciente y responsable que en los años de bonanza aparente que vivió durante la década de los noventa.

En el caso de los organismos financieros internacionales, resalto la necesidad de reorientar sus políticas, especialmente frente a las crisis de pagos, así como también su estructura y su funcionamiento. No son pocos ya los que comienzan a hablar de una nueva estructura financiera internacional. Finalmente, considerando que el nuevo director gerente del FMI, Rodrigo Rato, conoce tan de cerca el caso argentino, cabría albergar la esperanza de aprovechar la que parece una buena oportunidad para impulsar esta transformación.

Archivado En

_
_