¡Feliz año nuevo!
Hay muchas maneras de medir el tiempo, muchos calendarios. El cristiano occidental es actualmente el que predomina, pero ya nos vamos habituando a que el año nuevo chino se celebre, por ejemplo, en barrios populares de Londres, Los Ángeles o Madrid. Menos conocido es todavía el año nuevo tai: el Songkram. Para ser exactos, lo que se festeja es el nuevo año solar, que comienza el primer día de luna menguante en el quinto mes del año (abril, pues el año tai empieza en diciembre). Es entonces cuando el sol pasa de la constelación de Piscis a la de Aries (Songkram significa paso, lo mismo que Pascua). El periodo más cálido en aquella región del planeta, momento propicio para que los campesinos se vayan aprestando a las primeras cosechas.
La fiesta, con alguna ramificación en las provincias del norte, se extiende desde el 2 al 15 de abril: una buena ocasión para los turistas de alargar sus vacaciones de pascua, y contribuir así a alcanzar el objetivo que se han fijado las autoridades tailandesas de llegar a los doce millones de visitantes, después del bajón del pasado año por la neumonía asiática y la guerra de Irak.
Podría decirse que la fiesta del Songkram tiene dos vertientes, una externa y ritual, la más visible, y otra espiritual o interna, que es la realmente importante. Los ritos del Songkram son lo más llamativo, y casi siempre tienen que ver con el agua. Lo más anecdótico y popular es la costumbre de arrojar cubos o palanganas de agua a todo prójimo que se mueva, o incluso si está quieto, sentado en su coche o en el autobús; la policía de Bangkok trata por todos los medios de evitar que los turistas sean objeto de tales efusiones, que en el fondo son un detalle, una manera de refrescar caritativamente a los demás en unos días especialmente agobiantes.
Bañar los budas
También están relacionados con el agua otros rituales más contenidos, como la costumbre de bañar los budas con agua perfumada. O derramarla sobre las manos de las personas mayores o dignas de respeto. Algo tiene que ver también con el agua la limpieza que se lleva a cabo en esos días de los templos y sus alrededores, adornando además con luces y perifollos las calles y fachadas.
Otros gestos externos del Songkram consisten en ofrecer comida a los monjes, levantar stupas o chedi de barro y celebrar procesiones religiosas o desfiles festivos. Y por supuesto, mostrar siempre a los demás una franca sonrisa. Tailandia es en estos días más que nunca el país de la sonrisa.
Pero todo eso es lo externo. Lo verdaderamente importante es el espíritu que debe animar estas celebraciones. Se trata de un tiempo de acción de gracias, de buscar y desear la felicidad para los demás, de compartir tareas y diversión, en el fondo, nada muy diferente a lo que expresan de manera estereotipada (y hueca) nuestras felicitaciones navideñas. Es un tiempo para ser amables y generosos, para dedicar más tiempo a la familia, a los mayores, para compartir la dicha y desear a los demás sanuk sin límites.
La fiesta del Songkram se celebra por toda Tailandia. En Bangkok, los eventos se inician el 10 de abril con un total de 76 procesiones llenas de colorido, que representan a cada una de las provincias del país.
Los días clave son el 13, Wan Sankhan Long o final de una era; el 14, Wan Nao o Wan Da, día en que se preparan las ofrendas que se llevarán a la mañana siguiente; y el 15, Wan Phya Wan, la jornada más importante en la que tienen lugar la mayoría de los rituales. En el norte de Tailandia, el Songkram se entrelaza con el Grand Lann Civilisation Festival, una fiesta para conmemorar la cultura del reino Lann, cuyo fundador, el rey Mengrai, creó la ciudad de Chiang Mai en el año 1297.
El reino Lann floreció durante 200 años, y su cultura impregnó a buena parte de las provincias norteñas, e incluso a países vecinos ribereños del Mekong, como Myanmar (Birmania), Laos o la provincia china de Yunnan; territorios que siguen compartiendo estas fiestas solares en las que ser feliz es casi una obligación.