La nueva geometría de la UE
A pesar de la complejidad de la próxima ampliación de la UE y del fracaso de las negociaciones sobre la nueva Constitución, todo indica que en el próximo mayo se producirá la entrada definitiva de los 10 nuevos miembros. La magnitud de las consecuencias económicas y políticas de esta ampliación ha suscitado un profundo debate, sin haberse despejado todavía la incertidumbre sobre sus efectos potenciales. En este contexto, se observa que las consideraciones geométricas -especialmente el desplazamiento del centro y el resurgir de la geometría variable- han impregnado muchas de las discusiones recientes sobre las implicaciones de esta quinta ampliación europea.
La ampliación alterará sustancialmente la forma del espacio que comprende la UE. Su superficie territorial crecerá un 23,4% y, como resultado, su centro territorial se desplazará aproximadamente 685 kilómetros hacia el Este. Pero el concepto de centro territorial es muy limitado, porque no tiene en cuenta el peso relativo de los Estados miembros, ya sea en términos de población o de riqueza económica. Por eso es más apropiado el concepto de centro gravital que, inspirándose en los planteamientos de Newton, pondera la distancia entre los cuerpos con una medida de su masa.
El centro gravital de la UE se desplazará unos 240 kilómetros hacia el Este, un 65% menos que el territorial debido al menor tamaño relativo de los nuevos miembros (Geoeconomic implications of the fifth EU enlargement, Fundación de Estudios de Economía Aplicada, Documento de Trabajo 167)
En consecuencia, algunos países (como España o Portugal) resultarán relativamente más periféricos mientras que otros (como Alemania o Austria) se situarán relativamente más cerca del nuevo centro gravital de la UE. Este cambio puede tener repercusiones económicas en el futuro, pues muchos estudios muestran que la localización de la actividad económica en la UE obedece a patrones centro-periferia, de forma tal que la distancia al centro representa un factor importante al evaluar la competitividad relativa de las regiones. En este sentido, todos los nuevos miembros de la UE, con la excepción de Chipre, aventajan a España, Portugal y Grecia.
La ampliación ha provocado también un resurgimiento del debate sobre la geometría variable. Si ya era excesivamente lenta y complicada la toma de decisiones en una Europa a 15, su ampliación a 25 miembros hace absolutamente necesaria una profunda reforma institucional para evitar su paralización total. Este es uno de los objetivos fundamentales del proyecto de Constitución europea que fue objeto de negociación fallida en la Cumbre de Bruselas de diciembre de 2003. Ante la oposición de España y Polonia a aceptar este proyecto, Alemania y Francia han resucitado el fantasma de la geometría variable, es decir, de una Europa que avanza a distintas velocidades a través de alianzas para asuntos puntuales entre Estados miembros con intereses coincidentes.
Recientemente, el presidente de la Comisión, Romano Prodi, consideraba 'inevitable' la geometría variable en Europa si no hay avances en la Constitución antes del fin de 2004. 'Hay que hacer un esfuerzo este año para solucionar el conflicto todos juntos, pero no podemos esperar eternamente', dijo en Dublín el 6 de enero. Tras asumir su mandato como presidente de turno de la UE, el primer ministro irlandés Bertie Ahern advertía también del riesgo de 'una Europa de dos velocidades', enfatizando que 'la mejor manera de que funcione Europa es que avance unida'.
Estos cambios representan importantes amenazas para España. Por una parte, se acentúa su carácter periférico, y el objetivo de fortalecer el eje mediterráneo que tanto interesa a España pierde peso en la agenda de Bruselas ante el difícil reto de integrar al Este. Por otra parte, el eje franco-alemán parece estar forzando a España a elegir entre ceder en las negociaciones relativas al reparto de poder tras la ampliación o quedar marginada ante una Europa central que avanza a mayor velocidad.
Desde estas perspectivas geométricas, la ampliación de la UE que está a punto de hacerse realidad no es muy halagüeña para España. También otros estudios más amplios (La ampliación de la Unión Europea, efectos sobre la economía española, Colección de Estudios Económicos de La Caixa, 27) muestran que España es probablemente el Estado miembro al que menos interesa esta ampliación, especialmente por el recorte futuro en la recepción de fondos comunitarios que conlleva. En los tiempos que vienen, el Gobierno español deberá esforzarse por articular una estrategia clara que ayude a compensar estos riesgos.
Profesor de Economía Aplicada en la Universidad Autónoma de Madrid