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Tribuna
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La doble dependencia de los jóvenes

La actual generación joven española tiene enorme dependencia de sus padres y experimenta una serie de dificultades para emanciparse. El autor subraya que los problemas derivados de esta situación afectan al desarrollo de España a largo plazo

Varios estudios recientes sobre la inserción laboral de los jóvenes en España han sido realizados en las comunidades autónomas de Cataluña, Madrid, Valencia y Galicia. Este último ha sido realizado en el instituto que dirijo, coordinado por la profesora María Jesús Freire, con la colaboración del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas.

Dichos estudios muestran cómo los jóvenes españoles se emancipan cada vez con mayor retraso de sus padres y del hogar paterno o materno. La edad media de emancipación era de 24 años en los años setenta, de 27,5 años en los años ochenta, en 1994 había subido a 31,5 años y hoy ya se sitúa en los 33 años.

La mayoría de los jóvenes con empleo indefinido preferiría una plaza de funcionario, y estaría dispuesto a renunciar a parte del sueldo para lograrla

Una parte muy pequeña de este importante retraso se debe al aumento del número de jóvenes con estudios universitarios, que emplean un mayor número de años en su formación y se incorporan con mayor retraso al mercado laboral.

La mayor parte se debe a su dificultad de encontrar un empleo estable y con una remuneración suficiente, primero, para comprar o alquilar un piso, vivir en pareja o casarse, y finalmente, para tener hijos y mantener una familia.

Otra última parte se debe, sin embargo, a su falta de movilidad, ya que la mayoría no acepta puestos de trabajo fuera de su comunidad autónoma o, incluso, fuera de su ciudad.

En el estudio realizado en Galicia, con una encuesta amplia y representativa de más de 1.200 jóvenes entre 16 y 30 años, cuyos resultados no difieren sustancialmente de los de los estudios realizados en las otras comunidades autónomas citadas, muestra las siguientes conclusiones:

l En primer lugar, un 40% de dichos jóvenes son inactivos, un 38% están ocupados y un 22% están parados. El mayor porcentaje de los inactivos tiene estudios primarios o secundarios no obligatorios, el mayor porcentaje de los ocupados tienen estudios universitarios medios o superiores y cerca del 50% de los parados son universitarios.

l En segundo lugar, de los jóvenes entre los 26 y 30 años, el 50% sigue viviendo en el domicilio de sus padres, el 67% no viven en pareja o no están casados (los casados representan el 36,5%) y el 80% no tienen hijos. Al llegar a la edad de 30 años, el 57% de los jóvenes tiene ya domicilio propio, el 42% vive en pareja y el 30% tiene hijos.

l En tercer lugar, la proporción de jóvenes que busca empleo pasa del 28% a los 16 años, al 43,5% a los 20 años. A la edad de 30 años, sólo el 33,3% busca empleo.

La búsqueda de empleo se realiza, en un 38,2% a través del Inem, en un 36,7% a través de familiares y amigos, en un 31,6% enviando currículos o cartas a las empresas, en otro porcentaje igual encuentra empleo sin necesidad de buscarlo, sino que se lo han ofrecido, en un 15,4% enviando cartas o currículos a empresas de trabajo temporal.

Sólo un 4,4% hace oposiciones y otro porcentaje similar utiliza agencias de contratación privadas.

l En cuarto lugar, su primer empleo es, en una proporción del 49%, con un contrato temporal, en un 23% sin contrato, en un 13,9% con un contrato indefinido, en un 9,3% con un contrato de formación en prácticas y en un 3,4% como autónomos.

El 63% trabaja a tiempo completo, el 90% en empresas privadas, el 60% en empresas con menos de 10 trabajadores, y el 58% en el sector servicios. El salario medio en su primer empleo es de 535 euros, siendo el de los varones de 573 euros y el de las mujeres de 496 euros. El salario medio con estudios obligatorios es de 494 euros y con estudios universitarios de 679 euros. El 33,5% considera que su primer empleo está por debajo de su cualificación.

l Finalmente, el 66,2% de los empleados indefinidos preferiría una plaza de funcionario y estaría dispuesto a renunciar a un 13% de su salario para lograrlo. El 70% prefiere un trabajo a tiempo completo y sólo un 20% prefiere un contrato a tiempo parcial (un 23% de mujeres y un 16,2% de hombres) al resto le es indiferente.

El 88% prefiere tener un empleo con horario fijo y sólo un 5,4% prefiere horario flexible, al resto le es indiferente. El 74% prefiere un trabajo en su misma localidad a otro que implique un cambio de domicilio, sólo un 8,2% está dispuesto a desplazarse y el restante 18,1% le es indiferente. El 84,5% prefiere un empleo adecuado a su nivel de cualificación y está dispuesto a renunciar a un 10% de su salario para lograrlo, sólo el 3% aceptaría un empleo por debajo de su formación y al resto le es indiferente. Todos estos resultados del estudio muestran claramente la dificultad que experimentan los jóvenes para emanciparse, dificultad que difiere poco de la de otras comunidades autónomas.

Los problemas derivados de esta situación son muy importantes y afectan al desarrollo de España a largo plazo. Al verse obligados a abandonar el hogar de sus padres cada vez con mayor retraso, formar pareja cada vez más tarde y retrasar el nacimiento del primer hijo, la tasa de natalidad española continúa cayendo, actualmente se encuentra en 1,2 hijos por mujer fértil, una de las más bajas -junto con Italia- de la Unión Europea, cuando la tasa de natalidad de reposición de la población es de 2,1 hijos por mujer, que es la que tiene Estados Unidos.

Si no fuera por la rápida entrada de emigrantes en los últimos cinco años, la población española habría caído.

Además, la caída en la tasa de natalidad de otros países europeos se debe al elevado nivel de actividad y de empleo de las mujeres, que en la Unión Europea es de 60 y de 55 mujeres, respectivamente, por cada 100 en edad de trabajar y en España es de 43 y de 30 mujeres por cada 100 entre los 15 y los 64 años.

De seguir empeorando esta situación de retraso en la edad de emancipación y en la edad de tener hijos y, por tanto, en la tasa de natalidad, y siguiese aumentando, como es lógico, la esperanza de vida, la tasa de dependencia de los mayores, es decir, el porcentaje de personas de más de 60 años respecto de las personas entre 15 y 60 años, pasaría en España de más de un 35% actual a un 70% en 2050, de acuerdo con el análisis más reciente publicado por el informe sobre la Población Mundial de las Naciones Unidas.

Este porcentaje haría insostenible el actual sistema público de reparto del sistema español de pensiones, a no ser que se le hagan reformas muy importantes en el futuro.

Esto significa que esta generación de jóvenes, que en estos momentos tiene una creciente dependencia de sus padres, en 2050, tendría, además una enorme e incierta dependencia de las personas en edad de trabajar, ya que ellos estarían ya jubilados en su gran mayoría.

Es decir, ahora, incluso estando empleados siguen dependiendo durante bastantes años de sus padres, posteriormente, con sus contribuciones a la seguridad social van a financiar el retiro de sus padres y, finalmente, cuando vayan a jubilarse, no tendrán asegurada una pensión digna.

Lo más probable es que ellos tengan que retirarse a los 70 años, cuando sus padres lo han hecho antes de cumplir 65 años y, de no mediar entre tanto reformas muy profundas del sistema actual de pensiones, van a sufrir un recorte de sus pensiones y un aumento en su periodo de cotización necesario para poder tener derecho a las mismas.

La generación de nuestros padres tuvo que padecer una atroz guerra civil y vivió posteriormente, años de miseria. Nuestra generación (tengo 62 años) vivió la paz y la prosperidad, consiguió emplearse antes y tiene más asegurada su pensión de jubilación, gracias al auge de la tasa de natalidad en los años sesenta y principios de los setenta.

La generación de nuestros hijos tiene mayores dificultades de emplearse por pertenecer a la generación del baby boom de dichos años, ya que acude al mercado laboral en número mucho mayor, y ello a pesar de los millones de empleos que se han creado en la última década.

Además, es más dependiente hoy de la nuestra y, como consecuencia de su retraso en tener hijos, su tasa de natalidad será menor y será más dependiente de sus hijos y, por tanto, tendrá menos asegurada su pensión de jubilación.

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