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Tribuna
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Un año con Lula en Brasil

Cuando se cumple su primer año en la presidencia de Brasil, Luiz Inácio 'Lula' da Silva ha conseguido un binomio aparentemente imposible: contentar a los mercados financieros y, a la vez, convertirse en la gran esperanza de la izquierda en el mundo

Dentro de dos días se cumple el primer aniversario de la investidura de Lula da Silva como presidente de Brasil. Durante este año, Lula ha conseguido contentar a los mercados financieros y, a la vez, convertirse en la gran esperanza de la izquierda en el mundo. Este binomio, aparentemente imposible de conseguir, lo ha obtenido básicamente a través del ejercicio de una política que ha combinado el pragmatismo económico con la búsqueda de una mayor igualdad en la distribución de la renta.

Dicho pragmatismo ha hecho que, a diferencia de numerosos Gobiernos populistas de izquierdas de América Latina, Lula diera prioridad al control de la inflación respecto a la consecución de un elevado crecimiento económico a corto plazo. Así, para conseguir este objetivo, no ha dudado en establecer elevados tipos de interés (han llegado a ser del 26%) y conducir al país al estancamiento económico durante 2003 (se espera un crecimiento inferior al 1%). No obstante, esta actuación ha hecho que Brasil obtuviera la confianza de los mercados financieros internacionales.

æpermil;stos han vuelto a mirar a Brasil país como una interesante alternativa de inversión y han hecho que el capital extranjero vuelva a esta nación (el real se ha revalorizado respecto al dólar más del 30% desde los mínimos de 2002). Este regreso, junto con la mejora de la coyuntura internacional, hace presagiar la llegada de un nuevo ciclo económico expansivo en Brasil (el crecimiento esperado en 2004 es superior al 4%)

No obstante, a mi modo de ver, la principal contribución del nuevo presidente han sido las reformas realizadas en la estructura económica del país. Hasta la llegada de Lula, la frase reformas estructurales estaba principalmente relacionada con políticas que, aunque en la mayoría de los casos implicaban un aumento del crecimiento económico, generaban una mayor desigualdad en la distribución de la renta. Desde Reagan y Thatcher, estas políticas han sido realizadas en mayor o menor medida en la mayoría de los países del mundo. No obstante, con Lula dicha frase adquiere otro significado: la lucha por distribuir mejor la renta en un país caracterizado por una elevada desigualdad. Para el presidente de Brasil no basta con adoptar medidas que sirvan para hacer más grande 'el pastel' (la renta nacional), sino que también es necesario el establecimiento de una legislación que asegure un mejor reparto del mismo.

Las principales medidas estructurales adoptadas por Lula están dirigidas a reformar el sistema tributario y de la Seguridad Social. Ambas reformas tienen como uno de sus principales propósitos un trato más justo de los integrantes de ambos sistemas. Así, en el primer caso, el objetivo es reducir las ventajas en términos impositivos que tienen los Estados productores netos de bienes (los más ricos) respecto a los consumidores netos (los más pobres). En el segundo, además de reducir el déficit público, la pretensión de la reforma es disminuir los increíbles privilegios en el tema de las pensiones que tienen los funcionarios públicos respecto a los trabajadores del sector privado. Así, mientras los primeros pueden llegar a jubilarse a los 53 años los hombres y a los 48 las mujeres y obtener en algunos casos una pensión de 5.000 euros mensuales, en el caso del sector privado, la mayoría de los trabajadores están activos hasta los 70 años y cobran de pensión por término medio unos 240 euros mensuales.

La reducción de estos privilegios es indudable que permitirá en un futuro próximo disminuir el déficit público estructural de Brasil, a la vez que liberar recursos para consolidar proyectos de contenido claramente social como el programa hambre cero, primer empleo o de apoyo al acceso al crédito a las clases sociales más humildes. Esto es, debido a que, a diferencia de gran número de países de América Latina, donde la falta de un Estado de bienestar es principalmente consecuencia de la escasa recaudación impositiva (la presión fiscal en la mayoría no llega al 15% del PIB), en Brasil, donde ésta es del 35% del PIB, el principal problema para su aparición es el mal uso que se realiza de la recaudación impositiva. En un marco donde la socialdemocracia en Europa tiene gran falta de referentes y ha incorporado a sus programa muchas de las políticas tradicionales de la derecha, la política económica y social de Lula representa una nueva esperanza para muchos colectivos que creen que, desde la ortodoxia económica, también se puede crear un mundo más justo. No creo equivocarme si digo que en el primer mundo también hay mucha gente que espera la aparición de un Lula en su país.

Profesor de Economía de la Universidad de Barcelona gbernardos@ub.edu

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