Lo último en Amsterdam
Curiosamente, Amsterdam es una de las ciudades del planeta más empaquetada en tópicos dulzones: canales románticos, bicicletas bohemias y tranvías amarillos, mansiones a granel del Siglo de Oro. Es cierto, pero también lo es que su verdadera sustancia como ciudad ha consistido siempre en ser una avanzadilla. En los siglos duros de represión en Europa, Amsterdam era el limbo donde muchos se pusieron a salvo. Su tradición es su libertad, lo sigue siendo: los provos, los squatters (okupas) y los hippies de los sesenta y setenta son historia, pero aquí y ahora los homosexuales pueden contraer matrimonio y está permitida la eutanasia, por ejemplo.
Esta inquietud no se reduce a lo social; también el arte y la cultura gozan de envidiable salud (museos, movimientos de vanguardia como Cobra, vitalidad musical). Sobre todo en arquitectura y urbanismo. Lleva años en eso: a finales del XIX se produjo un renacimiento nacionalista pilotado por arquitectos como Cuypers y Berlage (Estación Central, Rijksmuseum y Concertgebow del primero, la Bolsa del segundo). A lo cual siguió un programa de urbanismo que remodeló la periferia urbana y desarrolló la semilla de aquellos maestros en la llamada Escuela de Amsterdam, la cual mantuvo su pujanza hasta los años cuarenta.
¿Sostiene Amsterdam ese compromiso con la modernidad? Aunque algunas voces se han quejado de menor protagonismo, lo cierto es que se halla inmersa en una madeja de proyectos que la mantendrán entablillada hasta por lo menos 2010 -no va a resignarse a ser la postal tópica frente a Rotterdam, que al haber quedado destruida en un 80% en la Segunda Guerra Mundial, es ahora un auténtico florilegio de arquitectura de vanguardia-.
En Amsterdam los proyectos se concentran en el noreste, en las islas que atendieron a la flota holandesa en el siglo XVII y que hace diez años eran una zona degradada, al haberla abandonado navieras y compañías de cruceros. Así, las islas KNSM (siglas de la Real Compañía Naval de Holanda), Java, Borneo o Brasil se han convertido en laboratorio de jóvenes arquitectos. O no tan jóvenes: Renzo Piano firma el Nemo, edificio en forma de buque convertido en Museo de la Ciencia. En Java (unida ahora a KNSM), una docena de arquitectos holandeses han experimentado diversos tipos de viviendas.
El edificio Piraeus, del alemán Hans Kollhof, hace guiños al expresionismo de los años veinte. En la plaza Barcelona (así llamada en homenaje a Bofill), la antigua terminal de pasajeros es ahora el museo Open Haven. En las penínsulas de Sporenburg y Borneo se levantan proyectos tan llamativos como La Ballena, de Steven Hall, o los puentes diseñados por West & Urban. Toda esta efervescencia salpica naturalmente al resto de la ciudad. La línea de metro norte-sur la tiene cosida de andamios, el Rijksmuseum se ha enzarzado en una remodelación de años, se prepara una sucursal del Ermitage en pleno Rokin... En fin, que Amsterdam va a seguir dando que hablar.
Guía para el viajero
Cómo irKLM (902 222 747) ofrece cinco vuelos diarios a Amsterdam desde Madrid y Barcelona; el precio ida/vuelta es de 155 y 135 euros, respectivamente. Transavia tiene en Basiq Air (902 114478) una línea aérea de bajo costo, ofreciendo vuelos desde Madrid y Barcelona, con tarifas de sólo 39 euros por trayecto.Dormir y comerEn la nueva zona de desarrollo, el Lloyd Hotel (KNSM Laan, 207, 020 4191840) ocupa lo que fue refugio de emigrantes y luego cárcel de nazis en la Segunda Guerra Mundial; abrirá sus puertas en 2004 y será un hotel diferente, en el que, por ejemplo, será el cliente quien decida cuántas estrellas quiere otorgar a su estancia.Dos buenas recomendaciones para comer: Voorbijheteinde (Sumatrakaade, 613, 020 4191143, para profesionales) y De Odessa (Veemskade, 259, 020 4193010, un clásico en pescados).