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Tribuna
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Luces y sombras del negocio del fútbol

En un clima preocupante de división afrontan los clubes españoles de fútbol los últimos días de su pretemporada, tras un verano marcado por la apertura de nuevos mercados para uno de los negocios más destacados de nuestro país. Mientras el Real Madrid explotaba con gran éxito la imagen de su nueva estrella en el Lejano Oriente, el FC Barcelona sondeaba el siempre prometedor mercado estadounidense y la Real Sociedad fichaba a un crack coreano con la mirada puesta en este mercado emergente. Pocos días más tarde, no obstante, el enfrentamiento entre los clubes en torno a los derechos de televisión, además de hacer peligrar el inicio de la Liga, ponía de manifiesto los condicionantes que afronta aún el fútbol para convertirse en un gran negocio, a imagen y semejanza de las grandes ligas profesionales de EE UU.

El fútbol ha afrontado tradicionalmente una dolorosa dicotomía entre deporte y negocio. El primero obedece a criterios de representatividad, participación y consenso en la toma de decisiones, mientras que el segundo persigue la certidumbre en los resultados y la maximización de los beneficios, restringiendo para ello el número de participantes en el negocio y limitando en la medida de lo posible los vaivenes deportivos. Pese a los esfuerzos realizados para reformar las competiciones europeas con la creación de la Liga de Campeones, la estructura del fútbol europeo obedece aún en gran medida al enfoque puramente deportivo. El carácter abierto de las ligas nacionales, los compromisos prioritarios con las selecciones y la incertidumbre sobre el número de partidos a jugar a escala europea dificultan la planificación financiera y la dirección de los grandes clubes como auténticos negocios. La reciente disputa en el seno de la Liga española, en la cual los clubes modestos pero numerosos han llegado a amenazar el inicio de la competición, constituye otro claro ejemplo de tan anacrónica situación.

Como en tantas otras industrias y sectores de actividad del Viejo Continente, el fútbol europeo adolece también de una grave fragmentación. Frente a la negociación de los derechos televisivos para varios cientos de millones de televidentes en EE UU, las ligas nacionales europeas pueden contar tan sólo con sus respectivos mercados domésticos. La explotación de los nuevos mercados de Asia y EE UU -más allá de contados partidos de demostración- se enfrenta con el problema de la diferencia horaria, aspecto esencial para obtener nuevos ingresos televisivos de estos países. Esta cuestión es sobradamente conocida, por ejemplo, en los Juegos Olímpicos, donde el horario de máxima audiencia televisiva en EE UU constituye una referencia ineludible. En esta dirección apuntaba precisamente la atrevida propuesta lanzada por el Real Madrid de adelantar la celebración de algunos partidos para lograr un mayor seguimiento en Asia.

A todo ello se une la estructura de los clubes de fútbol, objeto frecuente de debate desde comienzos de los años noventa en toda Europa. La transformación en sociedades anónimas cotizadas en el Reino Unido, por ejemplo, ha favorecido sin duda los cambios de control, frente a la complejidad para cesar a directivos incompetentes en los clubes tradicionales. Sin embargo, la experiencia bursátil no ha resultado plenamente satisfactoria. Un reciente estudio financiero desaconsejaba a los inversores privados las acciones de equipos de fútbol en la Bolsa de Londres, debido a su extrema volatilidad y su escasa revalorización a medio plazo.

El pasado año la Liga española de fútbol alcanzaba un récord de presupuesto, demostrando cómo representa un destino indiscutible de estrellas internacionales. Con la crisis de los derechos televisivos a escala global, este año se presenta menos boyante, aunque este sector seguirá siendo una de las puntas de lanza de nuestra proyección internacional, ahora incluso en los lejanos mercados asiáticos. No obstante, y al margen de aventuras individuales de empresarios con aficiones deportivas, el mantenimiento y aumento de los niveles de inversión exige crear un marco adecuado de incentivos.

La gestión del fútbol como negocio requiere profundas reformas que integren los mercados europeos, potencien su proyección mundial, incrementen la certidumbre y faciliten la planificación a largo plazo.

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