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Columna
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El empleo industrial en la UE ampliada

La población de la UE aumentará un 28% con la ampliación, pero el mercado solvente lo hará en proporción inferior, pues la renta per cápita nominal de los nuevos entrantes apenas llega al 15% de la comunitaria (sube al 35% si se mide en equivalente de poder de compra), con lo que la capacidad de compra crecerá en torno al 5%.

La capacidad industrial de los países que se incorporan, en cambio, puede aumentar en una medida muy superior gracias a la inversión que pueden atraer: especialmente cuando se manifiesta en forma de relocalización industrial de actividades productivas, supone un aumento de su oferta y un descenso en la de los miembros actuales. Esa producción es competitiva en calidad y precios, por lo que afectará a la capacidad de mantener empleo, especialmente en la industria manufacturera de cuyos productos se desplazan.

Las diferencias de coste laboral son lo bastante grandes como para atraer nueva inversión, pero son sólo un factor al que deben añadirse la flexibilidad para organizar la producción, las menores cargas de regulación y las ayudas públicas a las que, por su menor nivel de renta, estarán autorizados dichos países. La calificación de la fuerza laboral, al menos desde el punto de vista formal, rebasa la española y es un atractivo adicional, junto con la mayor duración de jornada: aunque muestra una tendencia a su reducción paulatina, la diferencia respecto a España rebasa las 200 horas por año en países como Eslovaquia y la República Checa.

La capacidad de adaptarse, incluso con cambios de domicilio, supone un factor de competencia en la captación de las nuevas ofertas de empleo en la Unión

Algunas voces minimizan la capacidad competitiva de estos países alegando que los hábitos de la economía planificada compensan con creces lo expuesto. Sin embargo, todas las personas responden a la estructura de incentivos en que se mueven y adecuan su comportamiento. Basta mirar el número de automóviles checos que hay en las calles y preguntar a los propietarios por su grado de satisfacción para que esa postura pierda su efecto tranquilizador.

Hay otros factores complementarios que deben tenerse en cuenta, como la diferencia de movilidad, que en Europa es especialmente pequeña. Con datos del European Community Household Panel, sólo el 0,5% de la población europea cambia de residencia dentro de la UE, cifra que es cinco veces superior en EE UU y 12 veces mayor para los ciudadanos no europeos residentes en la UE.

La movilidad que se dio en España en los años cincuenta y sesenta derivó, en buena parte, del tránsito desde actividades agrarias a la construcción, la industria y los servicios, pero ese proceso ya concluyó mientras que en los países del centro y este de Europa aún está lejos de haber culminado.

La mayor movilidad se manifiesta también en los que han emigrado a países de la actual UE, de forma que la capacidad de adaptarse, incluso con cambios de domicilio, supone un factor de competencia en la captación de las nuevas ofertas de empleo dentro de la UE.

En España, el número de trabajadores extranjeros residentes en el país no llega al 5% y es el menor de la UE. Desde 1993 a 2000, según datos del INE, los procedentes de Polonia se multiplicaron por 2,2, los de Bulgaria por 6,36 y los de Rumania por 12,44; a pesar de que estas cifras parten de niveles pequeños son elocuentes, puesto que en un contexto legal más favorable pueden mantenerse durante varios años.

Al contrario de lo ocurrido con la introducción del euro, se ha estudiado poco el efecto de la ampliación y se ha hecho menos para minimizar los efectos negativos y potenciar los positivos.

Los primeros se ven reforzados por la oleada de liberalización del sector exterior y la competencia de países emergentes. En el mes de marzo, la Asociación de Empresarios Textiles Turcos presentó en Bruselas un estudio sobre el impacto de la reducción de tarifas arancelarias para la zona paneuromediterránea (incluyendo el norte de África), la cual podría desaparecer en beneficio de la producción de China, India, Pakistán y otros países.

Con un tejido empresarial formado por pymes, la posibilidad de grandes relocalizaciones de actividad es una solución parcial a la continuidad de las empresas, pero insuficiente para mantener el empleo.

Las inversiones hechas y en curso absorben recursos que no pueden ir a otros destinos. Se impone una penetración en esos mercados que no puede ser la inversión ni el puro comercio, sino a través de acuerdos estables entre productores españoles y entre éstos y otros del centro y este de Europa.

Aunque inicialmente se limiten al plano comercial, dichos acuerdos pueden desplegarse en el reparto de la producción, con especialización de gama y producto, para extenderse a la planificación conjunta de productos y colecciones. Paralelamente, hay que desarrollar las posibilidades de la anualización de jornada y otros mecanismos para ganar adaptabilidad en un mercado cada vez más exigente.

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