La demografía contra el nacionalismo
Para el Partido Nacionalista Vasco, las próximas elecciones municipales y forales van a tener una importancia trascendental, puesto que de sus resultados, sobre todo los de Álava, se va a derivar la viabilidad de su proyecto soberanista. Ante esta situación, la composición del electorado vasco cobra especial relieve dado que, aunque la presión social y política puede dirigir el voto de algunos no autóctonos hacia posiciones nacionalistas más o menos radicales, no cabe duda de que muchos de ellos y de sus descendientes difícilmente podrán renegar de sus vínculos afectivos con otras partes del territorio nacional para sumarse a la aventura independentista.
Los recientes resultados del censo de población de 2001 muestran una realidad tozuda. En efecto, a pesar de que los movimientos migratorios hacia el País Vasco se frenaron e incluso invirtieron su signo en los años ochenta, todavía hoy el 34% de los residentes en Álava nacieron fuera de Euskadi, lo que también ocurre con el 24,8% de los residentes en Guipúzcoa y con el 29,6% de quienes viven en Vizcaya. Pero estas cifras tan importantes que engloban, en el conjunto del País Vasco, a un 28,6% de la población, cobran todavía más relieve si se tienen en cuenta la mezcla de autóctonos y no autóctonos por vía del matrimonio y la fecundidad diferencial que ha existido en el País Vasco según los lugares de nacimiento de los padres.
Por lo que se refiere al matrimonio, los vascos autóctonos han hecho poco caso de las llamadas a la pureza de sangre de Sabino Arana: 'La sociedad euskariana, mezclada y hecha una con la española, está perdiendo a sus hijos, está pecando contra Dios' (revista Bizkaitarra, 11-7-1879); 'Y vosotros (vascos), sin ningún tipo de contemplación, habéis perdido el respeto que les debéis a vuestros antepasados, mezclando vuestra sangre con la española o maqueta, os habéis emparentado y mezclado con una de las razas más despreciables de Europa' (revista Bizkaitarra, 30-9-1894). Lo que para Sabino Arana era una percepción intuitiva se confirmó un siglo más tarde, cuando el censo de 1991 demostró que de los 454.245 matrimonios existentes en el País Vasco, alrededor de la tercera parte estaban formados por nacidos fuera del territorio vasco, una cuarta parte tenían uno de sus miembros nacido en Euskadi y otro nacido en distinto lugar de España y bastante menos de la mitad, concretamente un 43,4%, eran de nacidos en alguna de las tres provincias vascas.
Pero, si se pudiera indagar en los lugares de nacimiento de las generaciones anteriores, se vería que muchos de estos últimos matrimonios tienen alguno de sus progenitores nacidos fuera de Euskadi.
En efecto, la fuerte inmigración de personas jóvenes que llegaron a este territorio hasta los años setenta no sólo llevó a que muchos matrimonios se celebraran en el País Vasco, sino a que sus hijos nacieran en dicho territorio.
Y aquí entra en escena un hecho no suficientemente estudiado como el de que, por término medio, las mujeres de 15 años y más nacidas fuera del territorio vasco hayan tenido a lo largo de su vida, según el censo de 1991, casi doble número de hijos que los que han tenido, también por término medio, las mujeres nacidas en Euskadi (2,1 hijos frente a 1,2, respectivamente).
Habrá que esperar al día 25 de mayo para apreciar cómo ha jugado el voto. Puede ocurrir que llamadas como las del manifiesto del Aberri Eguna a ese pueblo calificado como 'único monumento vivo del neolítico' surtan efecto en la que, según se demuestra con datos demográficos indiscutibles, es la población más mezclada de todas las comunidades autónomas, con la sola excepción de Madrid. Por el contrario, puede ocurrir que esa realidad demográfica, además de contrariar los afanes raciales del nacionalismo histórico, se exprese también en las urnas y demuestre lo enriquecedor de los vínculos afectivos que se establecen entre los pueblos por algo tan simple como la decisión de personas de distintos orígenes de formar pareja y de tener hijos.