Basilea II, un modelo obligado
Basilea II se presenta como una nueva regulación para los mercados financieros, un nuevo modelo de gestión sobre el que el mercado tendrá la última palabra.
El negocio de las entidades financieras está basado en el binomio solvencia/confianza; luego vendrá la eficiencia, rentabilidad, etcétera, y, como núcleo central de su actuación, está el proceso de transformación de plazo.
Por ello, éste es un negocio que debe vigilar celosamente el riesgo en sus diversas formas: el de crédito, el de mercado, el operacional, el de interés, etcétera, porque un descuido en visualizar una situación crítica puede llevar al escándalo o a la desaparición de la institución. Basta recordar casos como el de Baring Brothers o el BCCI, como ejemplos.
Se estima que los descuidos han supuesto la pérdida de 12.000 millones de dólares en los 10 últimos años. Así no es de extrañar que desde 1975 los gobernadores de los bancos centrales del Grupo de los Diez crearan un Comité de Supervisión Bancaria en el BIS de Basilea que ha venido actuando desde entonces para tratar de dar garantías a los stake holders de las instituciones financieras sobre su solvencia.
Dicho comité, en 1988, consiguió un acuerdo que obligaba a las entidades financieras a tener un volumen de capital suficiente para hacer frente a los riesgos que asumían. Es la famosa ratio Cook del 8% que debían cumplir todos los bancos internacionalmente activos, a finales de 1992.
Esa ratio supone el 8% de sus activos totales, medidos de acuerdo con unas ponderaciones por riesgo de activos en manos de Administraciones públicas, empresas, particulares, etcétera.
En 1966 se comprueba que hay una serie de factores como son la evolución hacia la banca de inversión, la innovación financiera o la volatilidad de los mercados que inciden en el llamado riesgo de mercado. El acuerdo se modificó en 1998 para incorporar el riesgo de mercado y, con ello, se aprecia el inicio del uso de modelos internos para su medición. Modelos basados en términos de probabilidades y estadísticas bajo las siglas de VAR (valor en riesgo), una primera opción de gestionar el negocio basándose en modelos.
Desde entonces, se produce una aceleración de los cambios, de modo que se fuerza al Comité de Basilea a que trate de dar un paso más en la ordenación de las instituciones que operan en el mercado.
Hoy se está en vías de ultimar un nuevo Acuerdo de Capital, Basilea II, que va a suponer una evolución sustancial en el ámbito de la medición, control y gestión de los riesgos, encaminada al desarrollo de modelos internos de instituciones, verdaderos modelos integrales de gestión del riesgo, siempre que sean aceptadas por las entidades de supervisión.
Esta tendencia se recoge en la directiva de la Unión Europea, Capita Adequacy II, y se complementa con el sistema de contabilización armonizado IAS.
Tal y como se aprecia hoy el grado de evolución del Basilea II, se puede decir que en el caso del riesgo de crédito hay tres posibilidades: método estándar, y otras dos basadas en rating internos (IRB). El de mercado se mantiene un método estándar y los internos de valor en riesgo y, en el riesgo operacional, aparecen tres niveles: indicador básico, estándar y de medición interna. Esto implica un grado alto de sofisticación de los modelos. Estamos hablando, por ejemplo, en el caso del valor en riesgo, de calcular el VAR paramétrico de la cartera en negociación y, mediante una simulación Montecarlo, el de las opciones.
Si a éstos unimos la aprobación de los métodos, por los bancos centrales, y la exigencia de transparencia informativa, nos podemos encontrar ante una nueva regulación basándose en modelos. Quizá estamos ante una imposición por las características específicas del mercado, de un modelo de gestión que las instituciones financieras, como cualquier otra empresa de otro sector, puede complementar con herramientas como los CRM, Balance Scored Card, feed Back 360º, etcétera, para acabar definiendo su modelo integral propio. Es tener un paño de fondo, como en el modelo Malcom Baldridge o EFQM, sobre el que cada empresa diseña su propio esquema de gestión final, su cuadro de mandos, etcétera.
Como era lógico, las nuevas formas han hecho aparecer conceptos novedosos específicos como el Rorac (Return on Risk Adjusted Capital) para presentar la cuenta de resultados frente a esquemas tradicionales. De la misma manera que el Balance Scored Card se presenta, a veces, como alternativa al modelo EFQM, se habla de que el Rorac va más allá y se convierte en una herramienta clave de gestión porque facilita: el apoyo a los gestores en las líneas de negocio; la evaluación del rendimiento de un producto, cliente o área de negocio; la fijación de precios; la planificación del negocio o la contribución a la toma de decisiones estratégicas.
Al tener que seguir todas las instituciones financieras un modelo global básico, desde el que se puede llegar a los más avanzados, se puede decir que es dinámico, pero frente a los otros modelos en uso éste es impuesto.
La progresividad parece garantizada porque todavía parecen quedar flecos por regularizar, como sería el caso de posibles Basilea III y IV. Es decir, se confía en seguir dibujando un modelo que mejor responda, por un lado, a la evolución de los factores exógenos y, por otro, a la seguridad y garantía de los stakeholders.
¿Se puede pensar en modelos impuestos para otros sectores de actividad? Ante las incertidumbres, garantía para los usuarios, inversores, etcétera, el mercado debe decir la última palabra.