_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Desequilibrios macroeconómicos

Para el pasado año el Gobierno enmarcó los Presupuestos Generales del Estado en un crecimiento del PIB del 2,9% en términos reales, que fue rebajado en septiembre de 2002 al 2,2% y según los datos de Contabilidad Nacional publicados por el INE sólo ha sido del 2%, nueve décimas menos que la previsión inicial, siete menos que la del año 2001 y la peor desde la recesión de 1993.

Tal tasa de crecimiento puede considerarse razonable si la comparamos con la media de la UE, aunque tal diferencial se consigue con mayores desequilibrios en inflación, endeudamiento y déficit exterior. Por otra parte, hay que tener en cuenta que el crecimiento del PIB el cuarto trimestre de 2002, en tasa intertrimestral, ha sido del 0,3%, cuando la del tercer trimestre fue del 0,8%, lo que muestra la desaceleración de nuestra economía, que tendrá significativa repercusión en la actividad de este año, agravada por las incertidumbres del clima prebélico.

Los factores que han impulsado el crecimiento del PIB en 2002 son debidos al gasto público de consumo y de inversión en construcción (principalmente carreteras, ferrocarril y regadíos). El consumo de los hogares subió menos que en 2001, especialmente en la compra de bienes duraderos debido a la caída de la renta disponible de las familias a consecuencia de la mayor inflación y menor empleo, y la inversión en bienes de equipo ha experimentado en tasa de variación interanual un descenso del 4,1%.

Debe tenerse en cuenta que la inversión pública en infraestructuras ferroviarias y de regadío se realiza por empresas públicas financiadas en gran parte a través de adquisiciones de activos financieros (préstamos y acciones) por las Administraciones, que no se tienen en cuenta a efectos de determinar el déficit público a pesar de lo establecido en el manual del SEC '95 sobre el déficit y la deuda pública (Eurostat, segunda edición 2002). Es decir, se realiza una política fiscal expansiva sacándola del Presupuesto. Al déficit público declarado para 2002 del 0,07% del PIB, habría que añadirle aproximadamente un punto de PIB correspondiente a operaciones que no se están contabilizando dentro de la necesidad de financiación, como ya hemos dicho en varias ocasiones.

Dado el fuerte crecimiento del IPC en 2002, el doble de lo previsto por el Gobierno y el BCE, el déficit público del 1% del PIB tendría que haberse transformado en un fuerte superávit para contrarrestar el exceso de demanda del sector público, que ha dado lugar a tan alta inflación.

El crecimiento de los ingresos superior al previsto en el Presupuesto tendría que haberse destinado a conseguir un superávit público en lugar de a financiar mayor gasto público. El gasto en consumo final de las Administraciones públicas creció el 3,8% y la previsión era del 2,4%; el gasto en construcción ha crecido el 4,5% y la previsión era del 4,2%.

El sector exterior ha tenido en 2002 una aportación negativa al PIB de 0,3 décimas, en tanto que en 2001 fue también negativa pero sólo de 0,1 puntos, siendo otro de los factores desequilibrantes, principalmente a causa de la fuerte caída de las exportaciones. La previsión del Gobierno fue de una aportación positiva al PIB de 0,1 puntos, con una necesidad de financiación frente al resto del mundo del 2% del PIB.

El crecimiento de la inflación en 2002 del 4%, el doble del previsto por el Gobierno, con un diferencial de 1,4 puntos con la media de la UE, es el principal factor de desequilibrio macroeconómico que tiene nuestra economía. Las consecuencias pueden ser fatales para el crecimiento futuro, por la pérdida de competitividad de nuestros bienes y servicios, que hará disminuir las exportaciones y aumentar importaciones en un mercado sin fronteras como en el que España está y sin posibilidad de una manipulación del tipo de cambio para ganar competitividad. La pérdida de competitividad, consecuencia de un diferencial de inflación acumulado en los últimos años de más de cinco puntos, dará lugar a una pérdida de cuota de mercado que incidirá en una caída de producción y del empleo, el aumento del paro será la variable de ajuste a esta situación.

A pesar de la desaceleración en 2002, el empleo ha crecido el 1,3%, medio punto por debajo del previsto en el Informe Económico y Financiero. A pesar de esta generación de empleo, el desempleo aumentó en 2002 por primera vez desde 1994 como consecuencia de que la creación de empleo fue inferior a la incorporación de trabajadores al mercado de trabajo, alcanzando al cierre del año una tasa del 11,5%. En el cuarto trimestre la tasa de variación interanual fue del 1,1%, la más baja de todos los trimestres del año. Persiste la no sostenibilidad de la política presupuestaria a largo plazo, ya que no se ha efectuado reforma alguna en el sistema de pensiones, sino más bien lo contrario.

Como conclusión podemos decir que si bien el crecimiento de nuestra economía ha sido superior al de la media de los países de la UE, sin embargo el Gobierno ha sido incapaz de controlar los desequilibrios de nuestra economía.

El más grave de todos es la inflación, ya que desde la entrada de España en la unión monetaria parece que el Gobierno se ha desentendido del control de la inflación, ya que en junio de 1998 era sólo dos décimas superior a la media de los países de la UE, un año después, mayo de 1999, el diferencial era de un punto, a finales de mayo de 2001 seguía prácticamente con el mismo diferencial (1,1 puntos), en diciembre de 2001 fue de 0,9 puntos y la publicación del IPC armonizado del mes de diciembre 2002 sitúa el diferencial en dicho año en 1,4 puntos; en total, la suma del diferencial de inflación se ha situado desde 1998 en 5 puntos.

La pérdida de competitividad que tal hecho comporta ha dado lugar a que nuestra balanza de pagos, que estaba equilibrada en 1998, desde dicho año ha empezado a desequilibrarse. El fuerte paro que tiene nuestra economía, la tasa más alta de la UE, con todo lo que ello supone desde el punto de vista humano, es otro fuerte desequilibrio de la economía española.

En el crecimiento del PIB habido el pasado año ha tenido mucho que ver la política fiscal expansiva que ha realizado el Gobierno, dedicando los mayores ingresos obtenidos sobre los previstos a consecuencia de la desviación de la inflación a incrementar el gasto público de consumo en más del 50% de lo previsto, en lugar de dedicarlos a obtener un superávit presupuestario.

Por último, el fuerte endeudamiento de las familias es otro factor del desequilibrio. Los bajos tipos de interés, como consecuencia de la política monetaria practicada por el BCE, han incentivado la demanda de los hogares españoles a través del crédito, principalmente dirigido a la vivienda, que en principio ha sido buena para el crecimiento del PIB, pero que es como una espada de Damocles que pende sobre el futuro de nuestra economía.

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_