Ni la primera ni la última crisis
Liquidez, subida de las cotizaciones, crac, depresión y recuperación. La economía es cíclica. Antonio Morales da cinco recomendaciones para inmunizarnos de las euforias, positivas y negativas
Tenemos que tener presente que esta no es la primera crisis bursátil y que tampoco será la última. Es imposible afirmar que la historia se va a repetir, pero sí que la economía es algo cíclico, y que en crisis mucho mayores que la presente se ha recuperado, de igual forma que ha pasado con las Bolsas.
Demos si no un paseo por la historia y remontémonos al siglo XVII, y nos encontraremos con la crisis de los tulipanes, donde un bulbo de tulipán llegó a cambiarse por un carruaje, dos caballos y un arnés, para poco tiempo después tener el mismo precio que una cebolla. En el siglo XVIII, en Inglaterra la Compañía de los Mares del Sur provocó una especulación, una euforia y una depresión de la que no se salvó ni el propio Isaac Newton.
Desde entonces, pasando por el crac de Wall Street en 1929, el hundimiento de 1987 o la de Japón de los años noventa, el proceso ha sido bastante similar. Liquidez, subida de las cotizaciones, día del crac, desplome de los precios, depresión económica y recuperación.
Una vez que asumimos el carácter cíclico de la economía y de los mercados de valores, y sabiendo lo difícil que es mantenerse al margen de las crisis, debemos hacer lo posible para tratar de inmunizarnos de las euforias, entendiendo por éstas tanto las positivas como las negativas.
Pero, ¿qué podemos hacer para mantenernos al margen? La respuesta a esta pregunta es teóricamente sencilla, pero prácticamente complicada, y requiere de un esfuerzo especial por parte de todos.
Primero, y no nos cansaremos de repetirlo una y otra vez, conocer el objetivo de la inversión. No es lo mismo invertir para especular que para ahorrar para la jubilación. Aunque el activo sea el mismo, la actitud ante el resultado puede ser bien distinta.
Segundo, la rentabilidad y el riesgo están íntimamente relacionados. Esto en ocasiones es complicado de entender, pero siempre que queramos obtener más rentabilidad de la que puedan ofrecernos los activos sin riesgo, debemos estar preparados para asumir mayor volatilidad en el corto y medio plazo.
Tercero, el horizonte temporal de la inversión. El riesgo real de las inversiones, tanto en acciones como en bonos, depende del tiempo que mantengamos la inversión. Cuanto más largo sea el periodo en el que podamos mantener una inversión, mayor ponderación deberían tener las acciones en nuestra cartera.
Cuarto, la periodificación de las aportaciones. Invertir cantidades iguales durante largos periodos de tiempo disminuye el riesgo, frente a la posibilidad de realizar una aportación grande de una sola vez.
Quinto, conocer nuestra situación financiera global, ya que nuestras necesidades de liquidez y nuestra capacidad de ahorro influyen directamente en el riesgo que podemos ser capaces de asumir.
El mantener la cabeza fría en momentos de euforia o depresión puede aportarnos un enorme valor añadido en el resultado de nuestra inversión. Y no sólo desde el punto de vista del inversor, sino también, y esto adquiere especial relevancia debido a la globalización y a la complejidad de instrumentos, activos financieros, etc., de los que podemos disponer, desde el punto de vista del asesor financiero.