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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La muerte de un símbolo

Un escalofrío recorrió ayer la espina dorsal del mundo de los negocios ante la noticia, no por esperada menos impactante, de la muerte del dueño del Grupo Fiat, Giovanni Agnelli, a los 81 años de edad. El fallecimiento de Il Avvocato es más, mucho más, que la desaparición de un gran empresario. Con Giovanni Agnelli se va una parte vital de uno de los primeros grupos empresariales europeos, algo de Italia, y, sobre todo, un símbolo, siempre rodeado de glamour, de una manera personal de hacer negocios que parece destinada a desaparecer. El automóvil, la banca, los seguros o los medios de comunicación son sólo algunas de las actividades del poderoso imperio familiar.

Una familia que, por otra parte, ha estado marcada por la tragedia. Giovanni Agnelli, huérfano desde los 15 años, empezó la carrera profesional a la sombra de su abuelo y ha visto cómo sus posibles delfines perdían la vida a temprana edad. Giovanni Alberto, el primogénito de su hermano Umberto, murió muy joven a consecuencia de un fulminante cáncer en 1997. Tan sólo tres años después, su propio hijo, Edoardo, desapareció en trágicas circunstancias.

El cetro de la familia Agnelli descansa ahora sobre las sienes de Umberto, de 68 años, el hermano de Giovanni. No obstante, el llamado a ser el auténtico sucesor de Il Avvocato, tras el conveniente rodaje, es su nieto, toda una coincidencia, John Elkann, que el próximo 1 de abril cumplirá 27 años.

El fallecimiento de Agnelli coincide, además, con uno de los momentos más complicados de la centenaria historia de Fiat, que estuvo al borde de la quiebra en 1976. Entonces, su caballero blanco fue el líder libio Muamar Gadafi, que hoy sigue siendo accionista del grupo. La crisis actual se ha llevado por delante 8.100 empleos, ha colocado la acción en mínimos históricos y ha provocado que la joya de la corona, Fiat Auto, cerrara el año pasado con unas pérdidas de 1.400 millones de euros y afronte un incierto futuro. Todo ello ha levantado una espectacular tormenta política. En ella ha jugado un papel destacado el mismísimo primer ministro, Silvio Berlusconi, tradicional rival de los Agnelli, quien lanzó duras críticas contra la gestión de Fiat.

Los expertos coinciden en que la desaparición del patrón del grupo puede, paradójicamente, despejar la solución a la crisis de Fiat. Su posición siempre fue impedir que General Motors, propietario del 20% de Fiat Auto, aumentara la presencia en el grupo, así como impedir la escisión de la división de automóviles. Ahora, tanto el primer ejecutivo, Paolo Fresco, como Umberto Agnelli tienen ante sí la difícil papeleta de sacar del atolladero al referente industrial de Italia.

La muerte de Agnelli supone el final de una época en la que el auténtico poder económico estaba en manos de un puñado de potentes grupos familiares. Ahora, se ha trasladado a los gestores y a un grupo de accionistas mucho más heterogéneo, con los grandes fondos internacionales como auténticos dueños en la sombra.

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