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Crónica de Manhattan
Tribuna
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Gore despierta a los demócratas

El lunes 23 de septiembre, el hombre que perdió las elecciones presidenciales en EE UU siendo el candidato más votado, el demócrata Al Gore, subió al estrado de oradores del Commonwealth Club de San Francisco para hacer dos cosas. La primera, criticar por peligrosa e incoherente la política de ataques preventivos diseñada por el equipo de Gobierno de George Bush y la idea de un ataque contra Irak sin el respaldo de la ONU. La segunda, hacer ver a los demócratas que no solo se puede disentir de la política de defensa adoptada por la Casa Blanca, sino que se debe. Gore rompió su auto exilio político para insuflar una muy necesitada moral opositora a su partido en un momento de flaqueza política ante las cruciales elecciones del 5 de noviembre. Los ecos de su discurso han tenido un resultado mixto.

Aunque en parte ha cumplido el objetivo de despertar del letargo a una buena parte del grupo demócrata, acomodado a la política exterior de la Casa Blanca -ya muchas autorizadas voces del partido han empezado a verbalizar su distanciamiento con Bush-, su propia causa, su candidatura a la presidencia en 2004, puede haberse visto perjudicada. Hay analistas políticos que creen que era necesaria la voz de Gore y que ello le ha reafirmado como candidato, pero un grupo igualmente numeroso de observadores creen que se ha enterrado definitivamente y le critican sus actuales opiniones cuando en 1991 aprobó la Guerra del Golfó. La última palabra la tendrá él en diciembre cuando con más de distancia sobre la sonda lanzada esta semana lanzada anuncie su candidatura.

Los que dudan de su supervivencia política lo hacen por que Gore maneja unos razonamientos muy parecidos a los que en Europa se oyen entre la mayoría opuesta al conflicto mientras que en EE UU el paisaje que ha creado la Casa Blanca es otro. Acosado por una situación económica definida como incierta y que se traduce en la desaparición en la Bolsa de ahorros y pensiones, el presidente Bush ha ido arropando en la bandera a sus ciudadanos con cada uno de sus discursos y dejado que Irak domine su retórica sabiendo que en el escenario que dejaron los ataques terroristas, los demócratas no han sido oposición en política exterior. Incluso sabiendo que la mitad de la población no está convencida de que una guerra sin aliados sea buena idea, los demócratas no se han orientado en su estrategia político-electoral una vez que Bush desbancó la economía como prioridad.

Pero han despertado y las palabras del ex vicepresidente han calado además de clarificar la posición personal de candidatos y congresistas. Entre los que no están de acuerdo con él figura su ex segundo, Joseph Liberman. Pero bajo el paraguas abierto por Gore se han colocado definitivamente los líderes de las mayoría demócrata en el senado, Tom Daschle, el de la minoría en la cámara de representantes, Dick Gephardt, y el influyente Ted Kennedy que han acusado a Bush de electoralista y han mostrado una actitud más decidida a revisar el acuerdo que el Congreso trata de consensuar para autorizar el ataque contra Irak antes de que el consejo de seguridad de la ONU lo apruebe (o no). Kennedy, va algo más allá, pide prudencia y menos prisas.

Mientras, las 'incertidumbres' y los demócratas crecidos hacen que el presidente parafrasee a John Lennon y diga ahora que quiere 'dar una oportunidad a la paz'. Es posible que desde su tumba, el ex Beatle no perdone a Bush que use su palabra. Y menos si lo hace en vano.

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