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Tribuna
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Diplomacia y credibilidad pesquera

La propuesta de reforma de la política pesquera del comisario europeo de Agricultura y Pesca, Franz Fischler, se fundamenta en el recorte de los esfuerzos de pesca y en la disminución de la capacidad de la flota, lo que ha provocado una agria reacción de los países del sur europeo. De otra parte, España ha conseguido desplazar la discusión a la presidencia danesa de la UE y, en consecuencia, ha ganado tiempo para preparar su estrategia de negociación. Lo significativo, pues, radica en que a partir de ahora comienza la verdadera negociación y es preciso tener argumentos sólidos para defender las posiciones que respondan a sus intereses.

Los países llaman la atención sobre el fracaso del funcionamiento de la política común de pesca (PCP) en la medida en que no fue capaz de equilibrar de manera sostenida las posibilidades de captura con las capacidades de la flota; ni tampoco de equilibrar y contrarrestar la evolución de las modernas tecnologías con instrumentos de gestión óptima; ni de garantizar sistemas de pesca no discriminatorios, limitativos o preferenciales.

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De ahí que exista unanimidad a la hora de plantear la necesidad de abordar y afrontar una verdadera reforma de la política pesquera europea que responda a criterios de competitividad empresarial y de desarrollo sostenido de los recursos pesqueros sobre la base de la importancia socioeconómica que posee la pesca en determinadas áreas y comunidades ribereñas.

Sin embargo, es preciso resaltar que en las negociaciones la diplomacia va a jugar una importancia mayor que los propios conceptos de la gestión pesquera.

La Comisión Europea, al insistir en reducir las posibilidades de pesca y la capacidad de la flota, no hace más que continuar con las tesis de comienzos de los años noventa, atendiendo a los informes de los grupos de trabajo independientes dirigidos por los profesores Gulland y Lassen, que también recomendaban reducciones del 40% en los esfuerzos de pesca debido al preocupante estado de los stocks.

Sólo que, esta vez, se desea incidir en el desguace subvencionado al objeto de eliminar barcos; pretendiendo enfocarlo sin tener en cuenta las evaluaciones de los anteriores programas de orientación plurianuales (POP) en los que se demostraba que existían países infractores de normas y acuerdos comunitarios (aumentaron flota cuando debían reducirla) y países que cumplieron escrupulosamente sus objetivos de reducción de flota (a los que en la propuesta comunitaria se les exige que intensifiquen sus desguaces).

Hemos de reconocer, asimismo, que el sector pesquero es heterogéneo en cuanto a áreas de pesca, especies capturadas, medios y artes utilizados, sistemas organizativos, etcétera, lo que quiere decir que existe una gran diversidad de tipologías productivas.

Por tanto, es difícil entender un planteamiento rígido como el expuesto por la Comisión Europea a la hora de abordar la reducción de las capacidades de pesca, cuando lo lógico y racional sería abordar un planteamiento que respondiera a los diferentes segmentos de actividad que están en función de las áreas de captura, de las modalidades, de los stocks y de las consideraciones socioeconómicas de las zonas dependientes de la pesca.

La negociación para la reforma de la política pesquera también se va a centrar, como ya lo fue con anterioridad a la promulgación de la PCP (allá en el año 1983), en lo que atañe a las condiciones de acceso a las zonas entre 6 y 12 millas, y en los criterios de reciprocidad y derechos históricos.

Esta línea argumental (todavía sustentada por algún país europeo) va en contra de lo que debiera ser una política común sobre un recurso común en un área común.

Ello significa que todavía existen criterios de Estado más que fundamentos europeos y comunitarios. De ahí que subsistan las tensiones y los enfrentamientos entre las diversas concepciones del presente y nos olvidemos de las del futuro.

Por ello, aventuramos una compleja negociación, en la que cada coalición entre países poseerá muchos matices; y en la que la diplomacia y la credibilidad de los argumentos será fundamental.

Nuestro sector y nuestro país no sólo deben exponer con claridad los criterios, sino que deben reforzar su línea argumental. Tienen que hacerlo con solidez y sin titubeos, cuestión que hasta ahora no han realizado. Pero como hemos dicho, de manera repetitiva. Ahora es cuando empieza el tiempo de la diplomacia y de la credibilidad.

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