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Columna
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Concentración financiera y riesgos

La pasada semana el Banco de Pagos Internacionales (BIS) publicó su informe anual, en el que dedica un capítulo al comportamiento de los mercados financieros. Después de explicar qué ha pasado en los últimos 12 meses, en mercados de Bolsa, de deuda, monetarios y de divisas, y señalar las posibles explicaciones, cita algunos riesgos a los que el mundo financiero se enfrenta. Entre sus motivos de preocupación, en el ámbito de los mercados financieros, el BIS cita tres: un alto grado de concentración de contrapartidas en mercados de derivados de divisas, tipos de interés y crédito; la escasa fiabilidad que para muchos agentes económicos ofrecen los estados contables de las empresas, y la impresión de que los mercados bursátiles pueden seguir sobrevalorados pese a las caídas de los últimos dos años.

Para hacernos una idea de lo que significan las opiniones de esta institución, se deben mencionar dos de sus principales funciones. La primera es el seguimiento del funcionamiento de los mecanismos de pagos internacionales y, en especial, los que provienen de operaciones de derivados financieros. Para ello elabora una encuesta entre los operadores. Según dichas encuestas, el nominal de las operaciones de derivados financieros ha crecido significativamente desde hace un par de décadas. Además, ese crecimiento no se ha truncado en los últimos años ante el significativo aumento de la volatilidad de los precios de muchos activos financieros.

Una segunda función ha sido la elaboración de directrices sobre el cálculo y el control del riesgo al que se enfrentan los bancos con operativa internacional, definiendo tanto la metodología de cálculo como los límites de riesgo máximos. Para el BIS, la operativa bancaria puede sufrir pérdidas por los movimientos adversos de los precios de activos financieros, por el impago en los activos (créditos, bonos...) y por el mal funcionamiento de los sistemas del banco. Como ejemplo de pérdidas debidas al comportamiento adverso de los precios de los activos financieros, podemos citar el caso de Barings, en el que un solo operador registró pérdidas tan cuantiosas que liquidó de un plumazo los recursos del banco. Como consecuencia, uno de los bancos británicos con mayor tradición era vendido al grupo ING por una libra. Evidentemente, los sistemas de Barings no funcionaron. El riesgo de impago en los activos es una causa mucho más frecuente en la caída de las entidades de crédito. Hay otros ejemplos, como Banesto o la banca japonesa en la década de los noventa o la estadounidense en la Gran Depresión. La mezcla de estas situaciones con iliquidez ha dado al traste con muchas entidades crediticias.

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Las fusiones en las entidades financieras pueden suponer mejoras, pero hay que preguntarse si hoy el sistema debería tolerar más concentración

Para hacer frente a los riesgos ante movimientos adversos de los precios de los activos, los mercados financieros han creado mecanismos mediante los cuales se puede transferir a otros agentes estos riesgos. Imaginemos un banco dedicado a hacer préstamos hipotecarios referenciados al euribor a un año más cierto margen, que se financia en el mercado interbancario pidiendo préstamos a un día.

En el caso de que los tipos a un año caigan en relación con el tipo a un día, el banco vería reducido el margen neto que obtiene por cada euro de su activo. Los mercados han creado instrumentos financieros que permiten estabilizar los márgenes que obtiene el banco, en este caso con derivados sobre tipos de interés. El banco tiene la posibilidad de entrar en un contrato en el que, a cambio de pagar el euribor a un año, recibiría la media del tipo interbancario a un día en un periodo de un año.

Con el derivado de tipos de interés el banco acabaría pagando y recibiendo el tipo a un día y conservaría el margen que carga sobre las hipotecas.

También se han creado instrumentos que permiten eludir las pérdidas por impagos en la cartera crediticia o en la cartera de bonos. Así, por una prima, como si fuera un seguro, se puede asegurar el nominal de un bono, de modo que si el emisor del bono suspende pagos, el tenedor recibe la diferencia entre el nominal del bono y el valor de liquidación con posterioridad al impago del bono. El BIS está por tanto en una situación privilegiada para opinar en estos dos ámbitos: el volumen de derivados, los principales agentes en dicho mercado, y la situación de los riesgos que, mediante los derivados se están transfiriendo.

A este respecto, el BIS menciona que hay muy pocos agentes actuando como intermediarios con posición propia. Es decir, muy pocos pueden estar concentrando la distribución de riesgos en el sistema, máxime con el aumento de la volatilidad en los precios de los activos, el aumento de la probabilidad de impago de bonos y el nominal de los riesgos cubiertos. En EE UU, el 80% del nominal de los derivados de crédito realizados entre bancos, se concentra en dos entidades. De la misma manera, más del 60% del nominal de los derivados de tipos de interés realizados por bancos se concentra en dos entidades.

A esta situación se ha llegado por la tendencia a la concentración en la industria financiera, dominada por grandes fusiones y adquisiciones, en una actitud quizá demasiado laxa de los reguladores respecto a los procesos de consolidación. Es evidente que las fusiones en las entidades financieras pueden suponer mejoras de eficiencia, pero también hay que preguntarse si el sistema debería tolerar más concentración con los riesgos que ella comporta.

Imagínense que una de las dos entidades que acumula el 60% de operaciones de derivados de tipos de interés suspendiese pagos. Potencialmente esto podría afectar al 40% de todas las operaciones de cobertura del riesgo de tipo de interés en EE UU.

Muchas veces se ha oído que eso no nos puede suceder a nosotros. Pero también hemos visto suceder en los últimos cinco años muchas cosas a priori imposibles. Es para preocuparse. Lo ha dicho el BIS.

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