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Presente
Columna
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Ventajas

Evolución de los mercados, deterioro del clima social, posición de España ante la reforma de la PAC. Carlos Solchaga no entiende cómo nadie pide explicaciones al Gobierno sobre lo que preocupa a los ciudadanos

A veces ocurre que determinados gobiernos o las fuerzas políticas que les sustentan parecen jugar sus cartas políticas no con la contingencia de todos los demás participantes en el juego, sino con evidentes ventajas con que los otros no cuentan. Cuando uno mira y oye la mayoría de los medios de comunicación españoles en la medida en que éstos representan la opinión pública del país, uno tiene la sensación de que esto es lo que le pasa al actual Gobierno: que juega con ventaja.

Si no, no se entiende que nadie exija a las autoridades una explicación razonable y confortadora y, si no al menos realista, de qué es lo que está pasando en los mercados de capitales y qué es lo que está ocurriendo con los ahorros de los españoles invertidos en valores o en fondos de inversión. ¿Qué tiene el Gobierno que decir sobre la evolución de los precios de las acciones de las empresas privatizadas en los últimos años? ¿No debería explicar a la opinión pública que siguen siendo buenas compañías con perspectivas positivas en vez de sentirse ajeno a los temores que se han desatado en los mercados? Ya sabemos que el Gobierno no puede sentirse responsable de los acontecimientos que se producen en los mercados. Pero tiene la obligación, como último poder supervisor, de transmitir a los ciudadanos y a los agentes económicos y sociales su opinión sobre los mismos y contribuir con su actitud vigilante a tranquilizar las expectativas. Lo que ha creído el presidente Bush que era una obligación para él no lo consideran así ni el presidente Aznar ni el vicepresidente Rato.

Este Gobierno rehúye enfrentar las verdaderas preocupaciones de los ciudadanos, como el buen nombre del sistema financiero y bancario, las buenas o malas prácticas empresariales, el deterioro progresivo del clima social, el posicionamiento de España en relación con la reforma de la política agraria de la Unión Europea (en la que sólo se ha preocupado de que la aprobación de la misma por la Comisión se produjera después de que hubiera concluido la presidencia española de la UE) o la creciente inseguridad ciudadana. En vez de eso, parece ensimismado en viejos reflejos franquistas: la devolución inminente de Gibraltar -la nueva ministra de Asuntos Exteriores parece más sensata sobre las posibilidades de esto último que el tándem Aznar-Piqué-, la eliminación de un plumazo de ETA y su entorno, peleando a este fin, como Franco, con la Iglesia católica o con los jueces, si es menester, etc.

Y todavía uno encuentra un importante grupo de comentaristas dispuestos a asombrarse y celebrar la habilidad política del presidente Aznar, que decide salir de esta situación de gobernación virtual en la que se ha ido metiendo él solo mediante una chocante remodelación de Gobierno. Porque veamos: ¿había buenas razones para sacar a Rajoy del Ministerio de Interior? ¿Tan mal lo había hecho en tan poco tiempo? Y si lo había hecho bien, ¿por qué cambiarlo? ¿O quizá lo que hay que celebrar es el nombramiento de Acebes en ese puesto en clave interna de la sucesión de Aznar? Y Piqué, ¿qué hace aceptando una degradación política como ya aceptara en su día Álvarez-Cascos? ¿Qué ha hecho para merecer eso y volver a un ministerio de menor calado que el que había abandonado en su día o compatibilizando con otras funciones en su carrera ascendente? ¿Le estaba guardando el puesto la ministra saliente? Y hablando de salientes, ¿cuál es el balance de Cabanillas, Lucas, Posadas, Birulés y Villalobos?...

De nada de todo esto parece tener que responder el señor Aznar, no ya porque haya entrado en esa fase en la que algunos responsables de gobierno parecen creer que sólo la Historia y no sus conciudadanos pueden juzgarles, sino porque muchos que deberían juzgarlo han declinado su responsabilidad. Eso, en efecto, es jugar con ventaja.

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