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Columna
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Ciclo económico y gestión de inventarios

La lentitud de la recuperación económica se está produciendo en un contexto de incertidumbre especial, que se agrava por la continuidad de la crisis argentina y la posibilidad de su traslado a los países vecinos.

La peculiaridad del estado de incertidumbre deriva de la novedad de algunos riesgos extraeconómicos, como los asociados al terrorismo, pero también incide el riesgo de prácticas proteccionistas que frenen el proceso de integración económica mundial. En este marco, la atención de los analistas se ha desplegado sobre los diferentes indicadores que puedan ayudar a mejorar las previsiones, incluyendo nuevas fuentes de información y la vuelta a las antiguas.

La evolución de las existencias de las empresas jugaba un papel relevante en la explicación tradicional del ciclo, en la que junto al de onda larga, o de Kondratief (asociado a las innovaciones relevantes y que duraba unos 40-50 años), había un ciclo ligado a la construcción y el ciclo clásico (entre ocho y 10 años), además del ciclo de reposición de stocks, que actuaba como motor de arranque del ciclo de negocios.

Los últimos años las empresas han aprovechado las posibilidades de control informatizado de existencias, pedidos y envíos para atender a su clientela con menor volumen de existencias, lo que ha supuesto ahorros importantes sin pérdida de calidad del servicio. El proceso llegó a tal punto que la OCDE advirtió hace años de que la combinación de dos aspectos, la reducción en el peso relativo de los stocks, tanto en las empresas industriales como en el comercio, junto al crecimiento de la actividad de servicios no comerciales (absorbe más del 50% del PIB), había llevado a alterar la configuración del ciclo.

El proceso ha sido más rápido en EE UU que en la UE, y en ésta, más importante en España que en el conjunto. La causa está en el mayor coste del crédito, que se mantuvo desde el periodo de transición hasta la autonomía del Banco de España (1995). La empresa que controlaba sus stocks evitaba riesgos de obsolescencia de producto, de robo e inundación, ahorraba espacio, coste de seguros y de realización de inventarios, así como el del crédito con que soportaba sus existencias. La acción fue tan enérgica y sistemática que, según la Central de Balances del Banco de España que agrupa empresas no financieras, en 1982-2000 la partida de existencias pasó de representar el 14,2% del activo total en el primer año al 6,2% en el último de la serie.

Sin embargo, hace menos de un mes Alan Greenspan sorprendió a muchos refiriéndose a la recuperación de inventarios como un factor importante en el crecimiento previsto para 2002.

En 2001 las existencias se redujeron de forma tan drástica que dio la impresión de vuelta a una situación de volatilidad o de pérdida de capacidad de gestión. La explicación empírica aportada por James A. Kahn y Margaret M. Connell, dada a conocer por el Federal Reserve Bank of New York es más compleja. Su conclusión es que las empresas tratan de mantener un volumen de existencias que represente determinada proporción de sus ventas, de forma que aquellas acompañan el ciclo.

Así, cuando anticiparon la caída de éstas en 2001 procedieron a una rápida reducción de existencias, pero cuando las ventas del último trimestre (apoyadas por medidas monetarias y fiscales) superaron las previsiones, los stocks quedaron debajo de lo deseado y los volvieron a subir, de forma que, en su opinión, ese incremento podría aportar algo más de un punto porcentual al crecimiento del PIB en 2002.

El cambio en las existencias no ha sido grande comparado con los precedentes históricos. Se explica por la combinación de circunstancias especiales y no cuestiona la trayectoria de mejora en la capacidad de gestión del capital circulante por las empresas de EE UU. El ratio stocks/ventas estaba en 2001 casi un 30% debajo del que se registraba a finales de los setenta y la tendencia persiste.

Eso, con la mejora en la capacidad predictiva y la flexibilidad en la producción, hace que, por importante que aún sea la producción pendiente de venta, represente menos que en el pasado. La implicación es que su incidencia en las fluctuaciones en el nivel de actividad se reduce, de modo que, si hasta los ochenta la caída en stocks contribuía al descenso en la actividad con casi el 25%, la menor inversión en existencias representó el 20% de la presente. En lo referente a la recuperación, también la suaviza quitándole parte del brío que le hubiera aportado con la gestión tradicional.

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