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Tribuna
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Mejora de la cobertura por desempleo, ya

No sólo como recordatorio y reivindicación del valor social del trabajo, este 1º de Mayo se celebra también bajo la amenaza de una nueva agresión del señor Aznar, esta vez contra los trabajadores en paro.

El trabajo es un elemento central en la vida de muchos millones de personas y constituye el vínculo por el que se integran en la sociedad a la que pertenecen. En nuestros días está siendo relegado, sin embargo, hasta convertirlo en poco más que una mera variable de los mecanismos del mercado.

En este trastocamiento de valores, el beneficio de las empresas pasa a situarse muy por encima del factor humano. Como consecuencia, se produce un creciente deterioro de las condiciones laborales y una desconsideración casi absoluta de la dignidad del trabajador en cuanto tal.

Particularmente grave está siendo este fenómeno en la España de los últimos años. Desde que logró la mayoría parlamentaria, el señor Aznar está aplicando las recetas más duras con una mezcla contradictoria de injerencias autoritarias y ultraliberalismo, en una ofensiva en toda regla contra los trabajadores y trabajadoras que sólo son vistos como cargas sociales y costos laborales.

Tras la reforma laboral impuesta en marzo de 2001, el lamentable pacto de pensiones de abril del mismo año y el intento de desmantelar y anular la negociación colectiva, el señor Aznar esgrime ahora un proyecto de reforma de la protección por desempleo que, de llevarse a efecto, significaría la destrucción de un sistema, ya de por sí insuficiente, que apenas cubre las necesidades de una mitad de los desempleados. Toda una política laboral que tiene como complemento el acoso sistemático a nuestro exiguo Estado de bienestar que, previo debilitamiento intencionado de todo lo público, sería desmembrado en parcelas susceptibles de negocio privado.

La sociedad actual viene padeciendo un aumento de la inseguridad que preocupa a los ciudadanos. Una inseguridad que comienza en los centros de trabajo -precariedad en los empleos, incertidumbre en la relación laboral, temor al ejercicio de los propios derechos- y se agrava con el incremento de la delincuencia y los actos de violencia. El deseo legítimo de los ciudadanos por más seguridad para bienes y personas está siendo instrumentalizado por demagogos de la ultraderecha (el fascista Le Pen es un claro ejemplo) para predicar el odio y el racismo.

Esta inseguridad e incertidumbre en el cuerpo social alcanzaría su cúspide con el ataque a los derechos y garantías de los trabajadores en paro que el Gobierno proyecta, con una reforma que es, en su propia concepción, inadmisible: no da lugar a negociación ni diálogo posible, choca frontalmente con el espíritu y la letra de nuestra Constitución y quiebra el mínimo de cohesión establecido sobre una amplísima base social, en una materia sumamente sensible para el conjunto de la sociedad.

Los sindicatos venimos exigiendo desde hace mucho tiempo la potenciación de unos servicios públicos de empleo que se han deteriorado, debilitado y fragmentado hasta convertirse en ejemplo de lo que no deben ser, en cuanto a ineficacia y falta de equidad.

En lugar de ello, el señor Aznar combate al Estado social, no ayudando a los parados a salir de su indeseada situación -que es la obligación de los poderes públicos- sino castigándolos con la expropiación del derecho a la protección por desempleo. El citado proyecto, que es indigno de un Estado miembro de la UE, tiene que ser retirado de forma inmediata.

Los sindicatos europeos denunciamos la falta de voluntad política para paliar el déficit social y democrático que adolece la UE. Pero incluso en ese marco lleno de lagunas y frustraciones, la reforma de Aznar resulta impresentable.

En la Europa comunitaria, con todos sus defectos, no se les da a los desempleados un trato tan vejatorio como el que intenta implantarse ahora en nuestro país. Y allí donde un Gobierno antieuropeísta y antisocial como el de Berlusconi pretende llevar a efecto políticas de parecido signo, se topa frontalmente con el pueblo italiano, con los trabajadores y sus sindicatos.

Los verdaderos creadores de la inseguridad que se respira en nuestras sociedades son aquellos que promueven la insolidaridad y la desigualdad, en una obsesiva imitación de modelos que significan justamente lo opuesto a la cultura social europea.

En esta jornada de 1º de Mayo, como en todas las de su larga historia, nos movilizamos por la dignidad y los derechos del mundo del trabajo, por la distribución equitativa de los recursos y de la riqueza, por la libertad y la justicia, bases inexcusables de una paz duradera.

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