Del arroz La Cigala al ecoturismo
Una inmensa extensión plana de marisma cuyos límites se confunden con el horizonte y éste con miles de aves de viaje entre África y Europa anuncia la llegada al parque natural de Doñana, perímetro de protección del parque nacional del mismo nombre.
La mayoría de ese territorio forma parte de las 11.300 hectáreas de extensión de una finca particular, Veta la Palma, en la provincia de Sevilla, que contiene miles de toneladas de peces, de las que 1.000 toneladas son comercializadas cada año por la empresa Pesquerías Isla Mayor. Su superficie equivale a la de un rectángulo de 15 kilómetros por 7,5 kilómetros.
Esta empresa y la finca son propiedad de Antonio Hernández Barrera, presidente de una de las compañías arroceras más importantes de España, Arrocerías Herba, propietaria de las marcas La Cigala y Brillante.
Lo que hasta ahora ha sido una explotación agraria multifuncional que combina la agricultura -principalmente arroz y cereales-, la pesca y la ganadería -brava y tradicional- va a incorporar a partir de ahora una nueva área de negocio fuera de la explotación tradicional. Pesquerías Isla Mayor ha firmado un acuerdo con la empresa de viajes Prorrío por el que esta compañía pasará a explotar para la firma de Hernández un programa de visitas de ecoturistas a toda la finca.
El proyecto incluye el traslado de los visitantes por todo el contorno de la finca en un recorrido de 40 kilómetros con avistamiento del medio millón de aves que se posan cada día en sus suelos y aguas (flamencos, cercetas pardillas y hasta 160 especies diferentes), la participación en tentaderos de ganado y el viaje en barcas tiradas por caballos en la marisma, entre otras actividades.
Los propios trabajos de explotación de la finca, muchos de ellos bajo el método artesanal tradicional, están también incluidos en el programa de visitas. El turista podrá ver cómo se pescan el camarón y los peces en las poco profundas aguas de los canales bajo la vigilancia de las aves que se nutren de camarones o cómo se conduce el ganado bravo con caballos montados por garrochistas a la antigua usanza.
La marisma natural de la zona y un sofisticado sistema de compuertas que inundan artificialmente el terreno con agua del río Guadalquivir cuando sube la marea han generado una de las explotaciones agrarias, ganaderas y pesqueras más importantes de Andalucía.
Pesquerías Isla Mayor viene centrando hasta ahora su negocio en la explotación de los tres pilares de la finca: el pescado (principalmente albur, lubina, dorada, anguila y cangrejo rojo del arroz), los cereales y el arroz.
El plato fuerte es el pescado. La inundación periódica de miles de hectáreas de la finca arroja a la propiedad miles de toneladas de pescado que es capturado con sistemas tradicionales de arrastre en aguas poco profundas. La finca vende las capturas a los principales restaurantes de la Costa del Sol y obtiene una cifra de negocio anual de seis millones de euros por este concepto.
Otros dos millones y medio de euros los factura por la venta de arroz a la empresa Herba. La ganadería tanto brava como tradicional genera unos ingresos de 600.000 euros.
Pesquerías Isla Mayor obtuvo en 1997 el premio Andalucía de Medio Ambiente, por desarrollar una explotación sostenible y respetuosa con la naturaleza. La abundancia de camarones y de otras especies permite que las aves de paso en su migración anual entre África y Europa obtengan su alimento y opten por participar en el paisaje de la finca.
El resultado es una simbiosis entre naturaleza y explotación agraria, ganadera y pesquera que ha permitido la supervivencia del negocio en un medio regido por múltiples restricciones a la explotación por parte de la legislación sobre protección de parques naturales.
La explotación está integrada por 100 trabajadores, entre ellos los antiguos pescadores de camarones con los que Hernández llegó a un acuerdo cuando compró la finca en 1982. Al principio, los mariscadores de la zona le pidieron permiso para sus capturas. El también presidente de Pesquerías Isla Mayor cuenta que les preguntó cuánto pescaban y se quedó de piedra: 'Miles de toneladas', le respondieron. Hernández, que vio el negocio, les contestó: 'Podéis pescar, pero iremos a medias'.
Entre el miedo a Mitterrand y la llegada del PSOE
La finca Veta la Palma ha tenido una vida condicionada por los avatares políticos del siglo XX. La explotación surgió como resultado de las actuaciones destinadas a evitar las inundaciones que periódicamente provocaba el río Guadalquivir. Una compañía inglesa puso en marcha, entre 1926 y 1928, transformaciones para levantar un muro a lo largo del perímetro de la finca, con trazado de canales de drenaje y caminos.
En 1948, la familia alemana Wender aparece como propietaria de la extensión. Los empleados actuales de la finca no dudan que dicha familia se exilió en España como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. En 1966, los alemanes vendieron la finca a un francés, que constituye la firma Agropecuaria del Guadalquivir.
El propietario, asustado por el avance de la izquierda en Europa, vendió sus posesiones en Francia cuando llegó Mitterrand al poder e hizo lo propio en 1982 con la llegada del PSOE en España, temiendo la nacionalización de la finca. Entonces la adquirió la familia Hernández.