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Tribuna
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Impuestos y precios en España

Antonio Gutiérrez Vegara defiende el cambio metodológico empleado por el INE en la elaboración del IPC. El autor asegura que hay que mirar hacia la política tributaria del Gobierno, que es la que genera inflación

Antonio Gutiérrez Vegara

La bajada del índice de precios de consumo (IPC) en una décima durante el mes de enero ha levantado una polémica poco atinada. Desde la oposición se ha puesto en entredicho la credibilidad de los datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) inquiriéndole para que explique la 'magia con la que ha hecho bajar la inflación cuando los ciudadanos sienten que han subido los precios' o denunciando que 'se cambian las reglas del juego para ocultar la realidad', etcétera.

Sin embargo, el cambio metodológico empleado por el Instituto Nacional de Estadística para calcular el IPC de enero es el adecuado para incorporar los criterios acordados hace ya cinco años por el Eurostat, la oficina de estadísticas europea, como, por ejemplo, es ponderar las rebajas de principios de año y que venían aplicando la mayoría de los países de la Unión Europea.

Era, asimismo, necesario adecuar la cesta de la compra utilizada como referencia del IPC a los nuevos hábitos de los consumidores, sustancialmente distintos hoy a los que regían hace 10 años.

Pero el INE ha introducido además algunos otros ejes en la recogida de sus datos que deben saludarse como avances en el rigor estadístico, que a su vez depende del dinamismo que tenga la encuesta, como es la ponderación anual de los distintos componentes de la cesta de artículos y que ésta se revise cada cinco años en lugar de hacerlo por décadas para que refleje más fielmente las pautas del consumo que cada vez cambian con más celeridad.

Más discutible fue la corrección introducida el año pasado por el INE en la ponderación por gasto total realizado en los bienes y servicios de recogida centralizada en lugar de hacerlo por el volumen consumido, que, por ejemplo, llevó a darle más peso específico en el IPC a las llamadas telefónicas internacionales que a las metropolitanas.

Pero en aquella ocasión nadie protestó, cuando habría estado más justificada la crítica que ahora, al menos desde una perspectiva más social que la del Gobierno.

En el momento actual no hay que dirigir los tiros hacia el Instituto Nacional de Estadística, sino hacia la política tributaria del Gobierno.

Los artículos más afectados por las rebajas (el calzado, el menaje y el vestido) han supuesto ocho décimas menos de IPC, lo que implica un incremento de siete décimas en los precios de los restantes productos, dando como resultante el -0,1 que tanto ha sorprendido.

En cuanto al efecto redondeo por la puesta en circulación del euro cabe advertir que el campo donde más podría haberse producido, el de los alimentos, sólo ha contribuido con siete centésimas al aumento de los precios, mientras que aportó dos décimas en diciembre -antes de disponer de la divisa europea-.

En consecuencia, deberíamos habernos extrañado no porque no haya subido el IPC, sino justo por lo contrario, porque no haya bajado bastante más. De hecho, el dato de enero refleja un inquietante comportamiento de los precios por cuanto acumula una tasa interanual del +3,1%, cuatro décimas superior a la registrada en el mes anterior (2,7%).

La explicación hay que buscarla, sobre todo, en los bienes y servicios que más han aumentado sus precios, que no son los afectados por las rebajas obviamente, ni tampoco cabe achacárselo en su totalidad al efecto redondeo.

La subida más fuerte se ha dado en los que se han visto gravados por la elevación de los impuestos indirectos decretada por el Gobierno para compensar la caída de recaudación originada por la rebaja del IRPF de 1999.

El nuevo impuesto sobre carburantes, el incremento del IVA correspondiente al butano, el aplicado al peaje de las autopistas, las nuevas tasas del transporte público, el alza de los impuestos especiales sobre el tabaco, la cerveza y las bebidas alcohólicas, etcétera han sumado 1.220 millones de euros de recaudación.

Es la política tributaria la que genera inflación. Cuando estábamos en la parte alta del ciclo, porque provocó el consumismo con la rebaja del IRPF, y cuando vamos hacia abajo, porque aumenta los impuestos sobre el consumo presionando al alza los precios.

Y los peores efectos de esta política sobre la competitividad y la equidad social aún no se han producido con toda su intensidad negativa. Más edificante sería debatir este mar de fondo que atenta contra la estabilidad de precios que enzarzarse un día en cuestionar al INE.

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